Mostrando entradas con la etiqueta Death Parties. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Death Parties. Mostrar todas las entradas

viernes, 6 de noviembre de 2015

THE DRONES & DEAD PARTIES en LA 2 DE APOLO_Barcelona 03/11/2015





De chiquitín, cuando en mi barrio todavía existían barrizales donde jugar a la lima, y aquellas reservas naturales del libertinaje llamadas descampados. Cada noche al acostarme y en plena vigilia, soñaba con un butrón bajo mi cama que me llevase con nocturnidad y alevosía, a unos almacenes que había junto a mi cole. Se llamaban Ferrán, y era uno de esos de una cadena expert de la que en tiempos pasados, cuando lo más grande era la mercería de la esquina de tu calle. Pasear por su pasillos llenos de juguetes, equipos de música y un sinfín de cachibaches, podía ser lo más parecido a lo que uno creía por paraíso.
No era uno como la del “Chapo” Guzmán: con luces, moqueta e hilo musical. Mi paso subterráneo a la calle de arriba, era más imaginado al estilo teletransporte; como los viajes lisérgicos del Niñato de Gallardo y Mediavilla. No era por avaricia pues en aquellos ochentuados años, lo más cercano a la codicia era una bolsa de pipas francaris y un drácula a lametones, sentados en el muro de la plaza. Era eso, imaginar teniendo lo que ni en sueños tenías.

Ahora también lo hago; como ven, no he cambiado demasiado. Soñé en una siesta rempanchingada, una fiesta de boda con Richard Hawley en el Apolo. Aparecerme como la virgen de Lourdes en un concierto en el Hacienda, e irme de fiesta con los Reid Brothers prendiéndole fuego a la ciudad.
Y cuando es la música en vivo la que nos tira a la calle, cambié los grandes almacenes por salas en penumbras. Mis sueños ahora, lo son surcando el subsuelo de la ciudad y agonizando de empacho musical; sería una muerte dulce.

Esta pasada semana ha sido lo más parecido a eso, y teniendo en cuenta la suculencia desproporcionada de conciertos, que este otoño guarne las salas de Barcelona. Decidirse por el menú debería ser una tarea ardua, a no ser de que últimamente, mi elección de conciertos se suele basar en básicamente en pequeños reductos alejados de la muchedumbre deslumbrante de las últimas tendencias.
Elegir a THE DROMES de entrada, era algo sencillo después de verlos en aquel Primavera Sound de hace tres años. Fue por entonces un antídoto contra los cabezas de cartel: muchas luces, espectacularidad y grandes escenarios donde ahogarse entre el tumulto. Por entonces, la banda australiana nos confinó en un extremo del evento. A almas perdidas entre el desaucio de las modas y la incesante búsqueda de sonidos con rebabas, filos y tactos ásperos. Y allí dieron un concierto monumental, que nos demostró, que sobre el escenario, cualquier parecido a su sonido en formato físico, se quedaba enano y muy limitado si se comparaba con el arsenal que manejaban sobre el escenario:
Gared Liddiard haciendo gala de una violencia espasmódica y estrujando la palanca de su guitarra hasta hacerla aullar. Su fornido guardaespaldas Dan “Supaman” Lascombe arreciando con esa sección que se encarga del rugido oscuro y su sección rítmica: Michael Noga a la batería y una intrigante Fiona Kitschin, encargada de darle ese paso fúnebre musculoso y elástico a todo su musiquero.
Suficientes los motivos para aprovechar la oportunidad de verlos en sala. Desentrañar con más detalle los enigmas de su maleable sonido, y volverme a encontrar entre el público al Hombre Misterioso de Carretera Perdida. Ese discreto hombre mayor que llevo viendo en los conciertos más esquivos y marginales desde que tengo uso de razón: que son ya unos cuantos #cerca de 25.



Pero vayamos al principio de la noche. De entrada la banda que abría su concierto después de posponer aquella gira inicial en Mayo, cuando todos pensábamos que esperarían a tener publicado un nuevo álbum; que no ha sido el caso. Los también australianos afincados en Barcelona DEAD PARTIES que tocaban sobre las 8:30 pasadas y su principal reclamo para estar allí como un reloj: su single del pasado año “Disappears”: Un temazo de aquellos que recuerdan a los himnos entre lo épico y melancólico de finales de los 80; canciones que nunca pasan de moda y enaltecen a viejunos como yo.
No es que hayan inventado nada ni mucho menos, pero a estas alturas de la historia cuando todo se queda en un uy casi!! Se agradece que una banda no se ande por las ramas y se vaya al efectivismo más melódico del Postpunk bailable. Se nota que están rodados, aunque sobre el escenario adolezcan en momentos puntuales de una falta de rodaje. Los temas suenan del primero al último, preparados y deduzco porque lo ignoro, a completar un primer Lp plagado de jitazos que estará al caer; canciones tienen de sobra para publicarlo. Así que de momento tenemos que conformarnos con un puñado de temas y su competente directo, que digo yo que para que queremos más.
Cinco músicos sobre el escenario que amplia la plantilla inicial de sus tres miembros fundadores. Además de un batería catalán que les acompañó y que aprovecho a felicitar; menudo metrónomo. Consiguen sonar como una banda que bien podría llevar tocando muchos años. Y lo mejor, hicieron que esos primeros adelantados que se dieron cita -que fueron bastantes- bailaran como posesos; y ahí me incluyo yo.
Last Romance” recién publicado, que teje el powerpop luminoso de las antípodas con un “shoegaze” bien entrecomillado, pues no es ese mil veces trillado estilo. Sino un algo mucho más elástico y contundente.
Sus canciones tienen mucha sustancia, tienen huecos que se abren y contraen como fondos submarinos. Tribe, Shadows on Walls o simplemente haberlos visto sacar brillo junto a Le Petit Ramon al clásico de los Byrds I´ll feel a whole lot better. Dan de sobras para certificar que estamos ante una banda que nos dará en un futuro próximo, grandes placeres.



Sobre las diez llegaría el momento de la verdad, expectante, deseoso de ver sin la distancia de por medio que da el gran escenario de un festival.
La sala contigua a la grande de Apolo es un entorno ideal para este tipo de bandas: Un concentrado a modo de bar amplio y bien dispuesto para albergar a ciento y pico personas; las suficientes. Ahí sabes que están los que están, ni un solo troll de estos que van últimamente a los conciertos a fichar y hacer muescas en su revolver. Sin importarle un carajo, de qué va realmente el asunto ¿sabes?: escapar de mediocridades y bajar al lodazal a mojarte los pies y llenarte de padrastos el alma.
THE DROMES si tuviésemos que catalogarlos para inventariarlos debidamente, sería realmente difícil; y eso es lo más gratificante de ellos. Podrían ser unos eficientes dinamiteros de grandes edificios, de esos que albergan los archivos históricos de la música sin rebasar ni un solo milímetro los géneros madre. Sin embargo y aunque puedan llevarnos a pensar sobre el garaje, los sucios trasteros del rock&roll o el oscurismo blusero de su música. Como buenos australianos, lo llevan todo a un contexto mucho más agreste y tribal.

Su repertorio vaga sin complejos por cada uno de sus discos, y no se ciñen en absoluto a la malsana costumbre de incidir en su última publicación; algo que los honra mucho.
Shark Fin Blues” sonó de las primeras y antes lo hicieron con Jezebel; el tema que abre un último disco en directo. La maltrecha voz de Gared llevada al límite en una gira maratoniana le pasó factura. Pero es algo que se suplió con el tremendo andamiaje que levantan en cada uno de sus directos. The Drones suenan como una apisonadora, por un lado un caminar rítmico que como el latido de una fiera dominan bajo y batería. Por otro, la teoría del caos que su líder Gared Liddiard dota de forma y lógica; por muy abstracta que parezca: Esas notas que salen de su Fender Jaguar como lamentos y gruñidos crean una melodía casi esotérica. Y Dan Lascombe que como obrero incansable levanta muros a destajos, es ese halo de siniestrismo que alcanzan la cúspide de sus melodías.
Blues maltrecho entre la santería, mántrico y tribal que a veces los acerca a aquellos pasados Janes Addiction del Nothing Shoking. Una sesión a medias entre el espiritismo, el hipnótico caminar de sus canciones y exaltación ritual del vudú. Más de uno entró en las primeras filas en trance: unos dibujando lo que les sugería la tormenta, otros pidiendo ser castigados por sus buenas conciencias. Y yo apostado a la izquierda, mientras Dan desde el otro extremo se conectaba vía camiseta de THE CRAMPS #la que nos emparentaba, me dedicó un salve hallelujah!!; y me arrancó una sonrisa de satisfacción.

Tuve que coger distancia e ir a tomar un trago. Los vi desde todos los ángulos: Izquierda, fondo y derecha. Es lo que tiene acudir a estos conciertos que entre el maldecir porqué, estas bandas son unos perfectos anónimos en la escena actual. Uno bendice que todo sea así, en un tono familiar, de hermandad, para gourmets espantaos del fastfood modernero.
Y caían una y otra, como salmas. Podría ponerle títulos, pero la verdad, disfruto de esta banda en toda la amplitud de su discografía. Me importa un carajo que temas toquen, porque le dan un aire que dista una eternidad entre lo que uno se pueda imaginar al escucharlos en disco, o en carne viva.

6 Ways to Sunday tremenda. En ese instante casi al final del concierto pensé, y no dudé en compartirlo con un anónimo compañero de concierto -voy solo a los conciertos, pero cuando estos mismos te avivan el espíritu, no dudo en compartirlo con to quisqui; el que tenga más próximo. - Y Pixies buscando una bajista que emule a Kim Deal y no aciertan!! ¿a caso han oído en directo a Fiona Kitschin? Menuda fiera parda!!
Minotaur, esa extraña melodía como el paso estrambótico de un animal de gran tonelaje. Cayeron más de su Havalina, I am a Supercargo desgarradora. “Baby” puso a toda la banda en pie de guerra coreando, aquí Christian Strybosch (su nuevo batería y original batería, tras la marcha de Mike Noga) parecía una apisonadora: - Babe, babe, babe, you can't never die!!
A Moat you can Stand In como única rescatada de su más épico y calmado “I See Seaweed/2013”. The Miles Daughter trepanadora de gruesa cuerda con la que atravesarte del hipotálamo, hasta los pies nerviosos. Sonó también Tamen Shud como no podía ser de otra forma; el tema más reciente que han liberado. Una de esas canciones que se une a un catálogo de tienda de horrores, donde solo los atrevidos se adentran a escarbar. Y que hace con toda probabilidad, que los discos de este cuarteto sean tan ariscos, para quien mima su oído cde melodías ensoñadoras con textura de algodón azucarado.



Claro, que después esta la otra especie. Esos que como yo, y los pocos que se han dedicado con empeño a esta, y otras bandas que exigen aflojarse el corsé y dejar que sean las emociones y el instinto las que busquen su propia melodía.
Esos, creo yo en mi más absoluta ignorancia, que leen entre líneas y acuden al reclamo de esos brillos que asoman por entre tanto decorado plástico y aséptico. Que sí, que queda la mar de pulido, higiénico y práctico para limpiar cómodamente sin dejar rastro de la mugre del pasado. Pero a mi, que queréis que os diga, me empachan y aburren de la misma manera que las adoctrinadoras modas. Después esta todo aquello que ejercita tu facultad de exploración, de aventurero, de buscar la otra verdad que nadie se preocupa por cultivar; al fin y al cabo esto es lo que le da sentido a nuestra triste vida.
Pues THE DROMES es más o menos eso: Su trayectoria musical es un buen escapulario con el que presignarse, cuando el alma se nos descarría. Sus directos, un entorno donde las canciones se flexionan, mutan y evolucionan como el contorsionista de sus cantante. Y no hay una cosa sin otra, nunca se entenderán lo suficiente hasta que los ves sobre un escenario.
SON GRANDES, Y CRECEN.