Mostrando entradas con la etiqueta Desperate Journalist. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Desperate Journalist. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de marzo de 2016

21 EDICIÓN DEL MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDIENTE DE BARCELONA... ESAS ALMAS DESCARRIADAS QUE BUSCAMOS CONSUELO




Cruzar la ciudad de Barcelona en una fría noche de Marzo tiene su encanto. Inconcebible para los que solo se mueven con tacatá y de la mano, a aquellos actos multitudinarios fardones y catedralicios. Los que nos desplazamos por vocación emocional y nostálgica, nos pasa al contrario; un poco como los pioneros del lejano oeste:
Las travesías tienen de inconvenientes, lo que de particulares e indistintas, las motivaciones personales de cada individuo allí presente.
Son esas irregularidades que escapan del control de calidad de la cadena de montaje, y que te enamoran: esa falange más larga y desproporcionada, esa naturalidad para llevar la vida, y esa pasión desatada que siempre escondes en el doble fondo, para compartir sólo para los comunes; que no son muchos... y nos llaman raros.
El Minifestival de Música Independiente de Barcelona, al igual que IndiePopFest de Madrid. Recogen cada año con esmero, dedicación y buen gusto, aquello que algunos despreciaron por minoritario y escuálido. Y podrán creer que cada año nos sorprenden? Para que algunos crean que la exquisitez no esta en las manos de los damnificados.


En una tarde/noche longitudinal de Sábado dicharachero. Me dejé caer desde el Vallés Occidental hasta el Llobregat circunvalado entre luces de posición, zizagueos y peregrinajes a la gran urbe. Nosotros nos íbamos más lejos: allí donde se pierden de vista las vallas.
No es que este muy lejos, si tenemos en cuenta que Barcelona se cruza en media hora. Pero para los que nos hemos criado en la periferia, tiene parte de encanto escapar de lo de siempre; no todo tiene porque suceder en la capital. De echo, los de entonces ya crecimos con esa idea de que lo verdaderamente merecedor ha de costar. En los 80/90, gustarte el indiepop era sinónimo de no existir, de ser transparente, y demasiado ambiguos para ser catalogados ¿era eso ser “indie” acaso?


Eso sí, en un Sábado atareado al segundo. La satisfacción de emplearlos en cosas realmente gratificantes: Cocinar para mi señora madre octogenaria larga, bebernos mano a mano una copichuela de vino ante un plato de lentejas. O echar un café en el bar de enfrente en mi viejo barrio Badalonés para chafar luego la oreja en mi habitación de soltero. Son ese tipo de cosas que hago cada sábado y que me teletransportan a años luz de juventudes lampiñas. Y salidas en busca antros perdidos donde escuchar buena música.
Así que trashumar hasta el Prat del Llobregat, para escuchar aquello mismo que buscaba con 19 años. Es como volver a rememorar décadas aventureras, en las que éramos pocos los que clamábamos en el desierto algo, entre lo exclusivo y personal. Esas canciones que parecían haber sido compuestas para nosotros, nuestra intimidad y nuestra atormentada o incomprendida fragilidad: POP de hilado fino, melodías quebradizas y factura tan simple como efectiva.
Por mucho que me pese haberme perdido a Kinsale, Ex-Cèntric, Her Little Donkey, Die Katapult, Alexandre Lacaze, o los Suecos Star Horse. Cuando los quehaceres han sido empleados en tan reconfortante empresa; incluido el bocata de pollo con queso que atendí en el bar del otro lado de la calle. Pues que queréis que os diga, benditos sean; con todos mis respetos. Que uno llega donde llega.


De todos modos, visto lo sucedido en la flamante como coqueta sala LA CAPSA (recién remodelada). Solo puedo postrarme ante semejante alarde de imaginación, buen gusto y como decía mi madre: Saber darle tres bocados a un cañamón. O lo que es lo mismo. Gestionar tan nimios recursos, y poner cada año el listón entre lo inigualable y selecto.
Por desgracia, pocos son los que se atreven a montar un festival de género, y superarse cada año.
Y es una pena, vamos, que los 13 euros que costaba la entrada atraiga a bandas de tanta calidad con los tiempos que corren, y el público siga siendo tan llorón y caprichoso. Ni imaginarme quiero, el caché que cobran estos artistas, cuando otros se dejan una semanada en un macrofestival.



Los franceses AUTOUR DE LUCIE, la joven y desenfadada banda Londinense DESPERATE JOURNALIST con su flamante debut. Y dos pesos pesados de los que has pasado vidas enteras, esperando verlos por estos lares: La escocesa EMMA POLLOCK (líder de THE DELGADOS), y THE POPGUNS. Estos últimos, como una de esas bandas fetiche, que mantuvieron viva la llama del tweepop trotón durante la década de los 90.
Dieciocho años más tarde han regresado con un disco bajo el brazo. De aquellos que rubrican su accidentada carrera, en una especie de doctorado, que recoge la culminación del Pop casi perfecto. Evidentemente la escena más multitudinaria ya no está por valorar lo que significa hacer melodías redondas y sencillas. Pero sí, los que andamos huérfanos de algo que no sea lo típicamente impuesto por modas y tendencias.
El Pop nunca pasará de moda por más que se le reste importancia, básicamente por que igual que el Rock&roll, son parte esencial de la música.


AUTOUR DE LUCIE se difuminaron igual que lo hicieron tantas bandas delicadas, emocionales y silenciosas a principios del 2000. Diez años más tarde, el dúo formado por Valérie Leulliot y el guitarra Olivier Durand han vuelto a grabar ese mismo pop; ahora vestido de electrónica hedonista.
Un disco del que dieron cuenta con la preciosa “Détache” y la noctámbula “Cheval étincelle”. Y que completaron con un fondo de armario repleto de temazos, que ahora, años más tarde. Suenan como salvadoras balizas, cuando se ha perdido el gusto por lo sencillo y delicado. Será por eso que “Je Reviens” me sonó como los ángeles, “OK Caos” pespunteó ese pasado más desnudo, con el actual. Y “Qu'avons-nous fait” casi veinte años después, volvió a sonar tremenda. Un set que se hizo breve por lo ajustado de la oferta, pero suficiente para certificar el buen estado de la banda y su repertorio.




Perfecto anticipo para dar cuenta de DESPERATE JOURNALIST. Un cuarteto mixto que vino el pasado año a recuperar, ese medio tiempo entre Savages y el Pop guitarrero heredero de aquel buscado Stellar de Smitten, The Organ, e incluso de los primeros U2. Eso que hizo que muchos confundieran antaño, donde acaba el pop y empezaba el rock o el postpunk.
La joven e impetuosa Jo Bevan, al igual que lo hicieran otras carismáticas féminas, es el pilar de la banda; además de un Rob Hardy a la guitarra multifuncional soberbio. Su repertorio los avala, plagado de posibles singles igual que aquel pop glaMuroso del debut de Suede. Principalmente porque la chica tiene una facilidad pasmosa igual que lo hiciera Brett Anderson, para hacer del falsete, lirismo, y de su cristalina voz, el contrapunto ideal a las guitarras arañantes.

Sonaron cojonudos, intensos y tan o más efectivos que su homónimo disco. Despertaron los primeros bailoteos de un público mandroso, que solo lograron levantar una buena tropa de curtidos británicos que allí se dieron también cita. Y la atención hipnótica hacia una preciosa joven, que atesora esa emocional rabia que solo se da en las bandas pequeñas que suben desde abajo sin el aval de los grandes medios.
El repertorio se basta para funcionar engrasado y perfectamente conectado con el aquel pasado de Pop cristalino de guitarras. Suena tal y como lo hacían Echobelly, e incluso inspirador por esas innegables influencias de The Smiths. Y sencillamente lo es porque no está contaminado por tendencias, y abarca una parcela que ahora no toca... cosa de las modas supongo.
Con lo poco que me gusta achacar a modas, las enfermizas tendencias.




Mereció la pena la espera y un cartel final sin desperdicio alguno. Repasando los discos en solitario de la escocesa EMMA POLLOCK, se me abrió un apetito voraz que pedía café a garrafas.
La estratégica situación de LA CAPSA, con su bar restaurante y todo; hasta la parada del metro justo enfrente. Lo que digo yo ser más “apañao” que una maleta grande. Hizo por mi, más que la humanidad por el fin del mundo. Era como un cargar las pilas esperando la presencia de la ex líder de THE DELGADOS: Aquella banda que como tantas que pasan y han pasado por este particular festival, cuesta ubicar en un contexto exacto. Bandas que cimentaron su grandeza en ese limbo musical difícil de etiquetar, que las hace con los años, el mejor vocabulario para entender el verdadero significado de la independencia.
Desde su omnipresente “Coming in from the Cold” hasta nuestros días. Una carrera en solitario surtida de un sinfín de colaboraciones. Con tantas ramificaciones, como pausada es su producción musical repleta de surcos profundos y laberínticas influencias.

Hace unos años volví a coger su estela con un proyecto benéfico para psiquiátricos llamado THE FRUIT TREE FOUNDATION, con miembros de la escena alternativa escocesa (twilight sad, idewild, the birthday suite y frightened rabbit entre otros). Un trabajo de los pocos que acaban siendo disco de cabecera con el tiempo; y que aprovecho para recomendar encarecidamente. Me apetecía mucho verla, aun a sabiendas de que seguramente vendría armada solamente con su guitarra, y su voz; más que suficientes.
Tras el impulso anímico de Desperate Journalist, algunos podrían no entender la función de Emma, bajando el pulso a constantes de hibernación.
Pues amigos míos, fue uno de los instantes más mágicos de la noche.

Hecho el silencio, los teclados y bajo de David Mcaulay, y la presencia bajo el cenital de Emma Pollock. Consiguió detenerme la respiración y hacerme flotar sobre su voz de cristal líquido. De esos directos desnudos como los contados de Kirsteen Hersch, Lloyd Cole o Robert Forster.
Esa forma de ver las canciones tal y como vinieron al mundo: Sin colonias con las que hacerlas fáciles y dóciles, sin maquillaje ni vestidos para disimular sus curvas, defectos o virtudes.

Su último disco IN SEARCH OF HARPERFIELD, junto al primero y más enervado WATCH THE FIREWORKS/2007: Dos discos que completan una trilogía musical tranquila, digna de escudriñar en horizontal. Centraron un set breve por la intensidad emocional desplegada, dando una sonoridad particular a su temario. Confiriendo a su última entrega -marcada por la reciente muerte de su madre- una dulzura llena de aristas, rugosidades y formas increíblemente panorámicas. In Search Of Harperfield es un disco muy muy grande, que probablemente pasará en silencio y de puntillas por los medios y crítica especializada. Pero desde ya, y después de hacerme con él en el mercha del festival. Puedo asegurar que será uno de mis discos de este año. De los que se intuyen desde el primer acorde y pasaje, como esas obras que crecen y ganan en detalles y rincones escondidos por cada escucha que se les concede.
Son de los que se merecen una entrada completa, y una disección pormenorizada de cada canción. Sus ingredientes, como las de la artista, tienen una belleza rara que te atrapa tanto por sus rasgos marcados, como por su convincente sencillez.
Se codearon y se entremezclaron entre algunas gemas de su primer disco en solitario. “If Silence Means That much To You” o “The Optimist”, nos desplegaron un tono tan confortable como melancólico. Sonó al final, intercambiando acústica por bajo, “Old Ghost”: Vivo ejemplo del preciosismo de esta última entrega, junto a otras como “Clemency”, “Intermission” o “Dark Skies”. Esas canciones que dan a toda la obra un halo de Pop-folk de cámara tan agradable de escuchar.
Y me dejó al final una curiosa sensación de desahogo, como las que afloran cuando te hartas de sollozar como un desconsolado.

Al acabar nos dejó tiempo para consumir en el portal el último pitillo, mientras charlaba con unos igualmente apasionados asistentes. Esas pausas entre set y set, con tiempo para compartir vía público/músicos, todo el peso de sensaciones que uno necesita vomitar. No recuerdo los nombres -lo siento- me sucede lo mismo siempre: retengo tan poco en nombres, como guardo para el recuerdo (si pasaran por aquí, lo cual dudo, me encantaría que levantaran la mano).
Así que ya consumiéndose la noche hacia la una pasada de la madrugada. El plato fuerte para quienes nos sentimos tan solos en los 90, cuando intentábamos explicar a alguien las virtudes de esta grande, como insignificante banda de Brighton. 
 

THE POPGUNS tendrían el honor de echar el telón a tan increíble cartel, y trasladarnos por un instante a aquellos tiempos de Sarah Records, Creation, Cherry Red, de TweeKitty; de eso que ahora llaman C-86, y no es más que Pop orfebre de periferia. Ese que se hacía por el mero impulso de los 60 o por conservar esa inocencia maldita de adolescencia.

Wendy Morgan -su cantante- salió radiante de felicidad; sonrisa impertérrita. Y no es para menos. Con semejante disco bajo el brazo recién publicado, después de 18 años de silencio. Y blandiendo una forma tan envidiable sobre el escenario, como a la hora de componer Pop sin fecha de caducidad. Daba un poco lo mismo que nos deleitara con algunos clásicos como su cierre “Waiting for the Winter” o con la que abrieron, “Stay Alive”.
Tiraron de garra y un punto de Pop más rockero que saltarín; esa parte que siempre los unió con un pasado más caústico. “We Don't go Round there Anymore” es un claro ejemplo de atemporalidad y sonido americano.

Un tema inédito que sonó glorioso junto a “Because He Wanted To” de su primer Lp. Consiguiendo un punto álgido de la noche junto a “Still a World Away”. Entre fans de la banda venidos del reino unido que rebasaban la cincuentena, con mucha ganas de bailar. Y atónitos del lugar, que no están acostumbrados a estas expresiones tan naturales de fervor popero. Todo eso, dio a la noche esa magia sin límites de edad ni caducidad, que solo el IndiePop es capaz de mantener.
Las canciones de Popguns ejercieron de resorte, claro está. Su repertorio siempre incontestable: “Lovejunkye” que nos adelantaba hace dos años su regreso a los estudios. “Landslide” y esa conexión perfecta con los Wedding Present de George Best de los primeros 90. El gesto pese a tener un arsenal de temazos y el poco tiempo del set, para marcarse más inéditas como “Beaten Up Guitar”. Lo cual da idea de el momento creativo en el que están; más que nada porque las dos sonaron sobresalientes.
Sonaría hacia el final esa oda Poppunk llamada “Bye bye baby” de su SNOG del 91. Y se nos hizo tremendamente corto esas escasas nueve canciones, para los 25 años de espera; como es natural.


Pero al final, incluso puesto a quejarme por la ausencia de una de mis favoritas: “Second Time Around”. La sensación pletórica de volver a revivir tiempos veinteañeros, cuando no había “escena” tal (aunque en realidad nunca la haya habido propiamente dicha). Ni un público más o menos masivo para dedicarle ni radios, revistas, y mucho menos clubs.
De todas maneras -y alargando hasta el final esa nebulosa memorabílica- los que habíamos, removíamos cielo y tierra en busca de esos sonidos minoritarios. Era la unión que da la fuerza, y el poder de hacer las cosas con pocos medios. Más o menos como este meritorio Minifestival IndiePop de Barcelona: 21 ediciones picando piedra y haciendo... que no todo sea siempre igual. Larga vida!!



PD. La noche, de las pocas que son en Sábado, acabaría rindiendo homenaje a esas LAS NOCHES #cualquiera, que suelen ser las mejores y a celebrar. Con mi buen amigo y compañero de trincheras #Luis Le Nuit en Kotton Club. No pudo venir por asunto de sesiones, pero volvimos a casa juntos; como antaño.
Ni que sea para compartir detalles, pormenores de la noche y sus bestias, de lo que cuesta tirar para adelante, y que sea cerrando con un ilustrador MY WAY de FRANK SINATRA.
Hasta se me escapa la lagrimilla... tantas y pequeñas cosas que hacían grandes las noches y la amistad.
@SALUTE!!


jueves, 19 de febrero de 2015

CAP#2: CUANDO LO LLAMAN POP DE GUITARRAS_(ANEXOS DEL AÑO QUE PASÓ)*2014




Lo daban ya por muerto. Y aunque sus constantes se hallaban intactas fruto del incansable trabajo de máquinas, bombas y válvulas. En la habitación se había hecho el silencio desde hace semanas, tan solo quebrado por rumor acompasado y rítmico de los bombeos: Aire, plasma y goteos que como la gota malaya, marcaban el minutero tortuoso de la descomposición anual. Ya nadie venía por allí, salvo los enfermeros para cambiarlo de posición, airear y perfumar la habitación.
Al 2014 el páter le estaba dando la extremaunción, cuando él -igual que una bella durmiente- seguía sin dejar de tener esos mismos sueños pálidos que lo desperezaron a principios de Enero. Ni tratamiento alguno que funcionase, reanimaciones o inyecciones de naxolona que provocaran el milagroso alzamiento al tercer día. Por muchas invocaciones en el velatorio; de aquellos que se aferraban con insistencia al filo del cambio anual. Los médicos y expertos ya habían firmado la defunción, e nventariado su historial de éxitos y fracasos, certificando su muerte.

Solo fue cuando de camino a la morgue por largos, angostos y fríos pasillos, el chirriar de las ruedas de la camilla produjo el sortilegio: ñiiiiic, ñaaaac, ñiiiiic, ñaaaac... sonaba, se repetía, y rebotaba contra las paredes metálicas y las pantallas de fluorescentes que se sucedían una tras otra.
Una evocación sonora electrificante, la que le recorrió el yaciente cuerpo, y se le movió un dedo gordo del pie. Sí, fue primero el dedo, después un músculo simpático del isquiotidial, los glúteos se apretaron tersos y firmes... Y justo cuando el celador se disponía a introducirlo en el nicho del depósito. Se incorporó como un vendaval, y ni el porrazo que se infringió en la cabeza con el soporte de acero de la deslizante camilla, le impidió saltar como u resorte y ponerse a bailar.
Sí amigos, el 2014 está vivito y coleando. Salió aquella mañana corriendo pasillo abajo en pelotas picadas, como alma que lleva el diablo. Y todavía lo siguen buscando sin poder archivar su historial ni hacerle una mala misa con la que ventilarlo. Dicen los enfermos y el turno de noche, que cuando se hace el silencio en las plantas y suenan los timbres de las habitaciones. Se oye un redoble de batería, dos guitarrazos y un alarido -yiaaaayo!!- más propio del Higway to Hell que de cualquier otro lamento imaginable.

Me quedan horas para volver al tajo y estoy en pleno subidón de endorfinas: No sé si por el canguelo y la incertidumbre de volver a hacer “vida normal”. O porque son tantos y tan vigorosos los estímulos musicales de estos días, que no puedo por más que seguir soltando lastre. Sí, es así, igual para más adelante daré cuenta de lo que se ha publicado este 2015. Pero mientras tanto, hay tanta chicha que desmigar del pasado año, que no me puedo resistir a compartirla.
Puede que dejado llevar por la euforia, quien sabe. O porque la mayoría viene dada por ese ojo escrutador que tengo de: amigos, conocidos, o cualquier resquicio de infecciosa melodía con la que expandir la pandemia. Pero como la música es una de las mejores putas divinidades que nos ha dado el género humano. Y por más que todos queramos atribuirnos su patria potestad, su custodia o su jugosa herencia. Ella es libre, libre como lo es el boca/oreja, el correveidile, o las melodías que permanecen en suspensión.
La cosa está en que desde que diera inicio este escueto mes de Febrero, no hay un solo día que no me administre mi medicina. Apañao como una maleta grande y obediente como soy, cuando no son los LVL UP y su desaliñado trote socarrón, son los arañazos guitarreros de DESESPERATE JOURNALIST los que me provocan escalofríos en la espalda. Y cuando la duda me ataca, pues THE DELPHINES: Sus cosquilleantes guitarras , las cacofonías vocales que giran orbitando sobre la mia testa, o sus combulsos rítmos que me zarandean sin piedad.



LVL UP/HOODWIK'D (dbldblwhmmy records)_2014

A esta joven banda de Nueva York a la que llegué gracias a Marc Grau. Le debo el primer empujón con el que desempolvar algunas de mis más devotas aficiones musicales: aquellas que por determinados estados de ánimo, se acaban olvidando bajo el inevitable peso del estado letárgico invernal.

El suyo es un disco rebosante de esa misma idiosincrasia juvenil que se masca en las quince canciones de su primer largo: Un trabajo espontáneo, despreocupado en raros inventos con los que enmascarar su esencia natural, y con esa guasa de quien solo ejerce de mero vehículo emocional. Canciones que suenan tal y como deben; sin artificios ni disfraces. Además saben sin proponérselo (o así lo parece), bascular entre lo más inmediato del pop: el acaramelado, el pedregoso o el más profundo; sin parecer nada pretenciosos. Siempre con ese candor despreocupado de baja fidelidad y acuestas de esos bajos distorsionados o guitarras equilibristas que nos enseñaron Superchunk, Dinosaur Jr, Pavement o los Guided by Voices. Eso sí, pero con un brillo más popero y menos abigarrado.

Escuchando “I feel Ok”, “Ski Vacation” o “If Leave” se desprende ese evocador perfume setentero de las melodías poco cocinadas, frágiles... Rebobinamos hasta el inicio, y son “Angel from Space” o “Annie's a Witch” como pequeños extractos de no más de dos minutos, que nos inoculan la dosis adecuada; precisa, sintetizada y de rápida absorción. Pequeños aguijonazos que juguetean por nuestro flujo sanguíneo. Subidas y bajadas de presión, toboganes, montañas rusas... Hoodwink'd no aburre pese a la monotonal voz de Dave Benton. Y su historias de desengaños, perdedores y dilemas emocionales que tanto nos recuerdan a Wedding Present, y que emergen en “Total Loss” como caricias a contrapelo. O cuando despegando en perfectos hits “Soft Power”, vuelven a descender para recostarse perezosos en “I Feel Extra-natural”. Para volver a ascender con “Primordial Heat”; bocado en la yugular y desangre.
LVL UP carecen de la presión argumental con la que justificar ciertas actitudes ninguneadas por las tendencias, y se nota. Sus canciones ganan peso a cada escucha, avivan la llaman incandescente del Pop de guitarras: inmortal, desaliñado, rejuvenecedor, y primordial.



DESPERATE JOURNALIST/ÍDEM (Fierce Panda)

Alabado sea Pentecostés!! Con la de años que he pasado en ayuno de Pop guitarrero sustancioso!!.
No seré yo quien deje de reconocer, que a veces uno se deja llevar por esa búsqueda inconsciente de viejos ídolos: sonidos que te seducen por cierta familiaridad, porque te recuerdan a... o por aquello de no renunciar a pasados veinteañeros. Con lo pejiguera que llego a ser con los años, me jode tanto escuchar bandas que intentan emular malamente y sin personalidad, a sonidos enaltecidos de tu pasado. Como aquellas que lo esquivan o lo hacen, pero no lo admiten, e incluso lo quieren adulterar con experimentos gaseosos.

Pues mira tu por donde y tras tantos años de travesía por el desierto; salvo algún pequeño oasis en forma de Popguns, Allo Darlin', Eternal Summers... etc. Y algún que otro desengaño diluido. A tenido que ser en brazos de un viejo amigo, al que he maltratado y criticado con recomendaciones miles. Quien me ha recetado semejante banda Londinense.
Y mira que no hay peor afrenta que la de caer bajo los influjos de cómplices y colegas. Sobretodo para el que ejerce por tradición de buhonero musical; aunque nos cueste admitirlo #modo sarcasmo. Pero que narices!! -Pues no esta uno poco a gusto ahí retrepado observando con desconfianza, para que zas!! se acabe hipnotizado por efluvios tantas veces desdeñados.

A Desperate Journalist hay que escucharlos en la distancia de su impetuoso y estridente arranque: “Control” ya de entrada nos descubre unas guitarras contorsionadas de brillante factura. Su parada al rescoldo de los primeros U2 de Boy/October o porque no, al de los Diesel Park West en su segundo corte “O”. Hasta llegar a “Cristina”, uno de sus primeros avales que admito, pueden tener alguna sintonía y ciertos parentescos vocales con Morrissey y Savages; no lo niego. Aunque yo tenga más en mente a Gene o a The Organ cuando los escucho. De cualquier forma benditas sean todas esas referencias.
En cualquier caso no es hasta llegar a “Hesitate”, cuando al perder pistonada suenan mucho más orgánicos, líricos y si se quiere afables. Hablamos de Pop de guitarras energizantes. Latigazos que nos trasladan a un pasado de arreglos barrocos no exentos de oscuridad, y tan resplandecientes a la vez. Desesperate Journalist tienen ese algo que echo de menos en otras tantas bandas ahora.
Y es que que siendo discípulas de ese mismo sonido entre el Postpunk y el Pop chirriante. La mayoría inciden en los mismos referentes, olvidándose a veces de las canciones, del descaro a sonar sin miedo; y la cosa a veces cansa. Por dios, que no sé yo ese empeño de las corrientes modernas, de darle vueltas al tornillo en la misma dirección hasta pasarlo de rosca. ¿Tan difícil y pecaminoso es sacarle punta a las guitarras y hacer melodías de siempre? “Remainder”, “Heartbeats”, “Nothing” o “Happening” así lo acreditan. Quizás no hayan inventado nada, como se suele decir.
Pero ese saber estar con un pie en cada sitio: en el Poprock crudo de siempre, y en aquel Pop bien cincelado de románticos lirismos. Los enaltece y mucho.
Al final solo se trata de eso: de hacer buenas canciones que agiten y pongan en marcha los mecanismos adecuados para comenzar a moverse. Desperate Journalist lo tienen ¿y no me van a negar que además el nombre tiene su qué?

THE DELPHINES/HUSH (Gloss Records)

Y ya para finalizar, que se nos echa el tiempo encima. Me gustaría acabar recomendando en esta especie de tratamiento reconstituyente, para darme/daros esa dosis necesaria con la que soportar el devenir. A esta otra joven banda; esta vez desde Wisconsin (Milwakee).
The Delphines aterrizaron en mi reproductor hace ya casi un mes. Justo cuando al arrancar el año, un poco harto de las derivas malsanas con las que había acontecido mi 2014. Y necesitado de exprimir un año, que en mi sensación personal me ha parecido incompleto, cojo si se quiere... Cosas mías propias de los acontecimientos que me han marcado.
Algo supongo, que ha vosotros os trae un poco al pario. Pero como la inspiración, cuando no la hay, tiene ese mal vicio de asociar y disociar pajas personales. Y los vejestorios tenemos muchas y diversas, cambios de humor y claro, hipocondrías propias de la edad. Pues a mi, que me puede dar por cosas tan diversas, incompatibles entre si o a enfatizar ciertas manías persecutorias, me ha dado por el Pop. La filias de pajillero no se pueden remediar hijos míos.


Al lío!! Hala, que con estas tres propuestas ya podemos planificar una posología febril o febreril. The Delphines tienen tres cosas que para lo que a mi respecta, resultan esenciales para disfrutar del buen Pop: Ese tufillo a Twee Pop (Talulah Gosh, Television Personalities, Aislers Sets... y un largo etcétera de bandas de esas que pican los dientes), lo mismo se manejan con las tonadillas saltarinas y garajeras que con las atmósferas ciertamente abrasivas. Y además tienen en su debut, diez cortes con los que difícilmente uno pueda aburrirse. ¿se puede pedir mucho más?
Nada de malabarismos, piruetas, trascendencias sin sentido o nada que no vaya encaminado a sacudir las células adormecidas del organismo. Todo velocidad, inmediatez y pura generación espontánea.

Desde el primer segundo de Hush se apuntan a letanías de conjura al New Wave. Es con “Carelless” o “Eat you Alive” donde más se presiente esa querencia hacia lo oscurillo. Pero lo más curioso es que cuando más y más velocidad van cogiendo cuesta abajo, venga a subir, plegar en las curvas y navegar por toda esa reverberación cacofónica que acompaña todo el disco. Más gusto le van cogiendo a los ritmos de reprís (Punk, garaje, surf), o en definitiva, a ese tono de acidez clohorídrica que acompaña -junto al Pop como bandera- todo el disco.

Hush”, el corte que da nombre al disco, es su muestra más plausible: todo él pura candela a lo Wedding Present. Con “Kentucky”, “Notches” o “Wasted Love”, le dan cera al Surf garajero más salvaje. Tienen hasta momentos en los que nos evocan a ese lado americano de carretera que ejecutaban Jesus & Mary Chain, en aquel Barded Wire Kisses o Darkland, con “Little Viking”. Y algunos que me tiene robado el corazón, tal cual "Pura ambrosía vamos. Un disco de aquellos que levanta el espíritu al más ofuscado, o así es en mi caso.

Música que impulsa, que te iza y despabila. La que hace de mis días grises otros luminosos y soleados. Y aunque odie ponerme ñoño y filosófico, reconozco que la música es la que modula mis estados de ánimo; tan variables como entretenidos cuando siempre siempre, te llevan a algo. Que igual peco de disparatado. Pero aunque incomparables en tiempo y envergadura, los podría poner desde ya en el mismo orden de necesidad, de sensaciones y de placer al escucharlos que aquellos amados acetatos de Frank and Walters, The Smiths, McCarthy, Primitives, Power of Dreams o Spearmint... y alguno más que se escapa. Siempre disfrutables y crocantes.