Mostrando entradas con la etiqueta Encuentros Catatónicos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Encuentros Catatónicos. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de noviembre de 2014

EL DORADO: DÖNNHOFF, DR. BÜRKLIN & GRANS-FASSIAN




Las catas nuestras de cada jueves dánoslo hoy, amén. Van camino de convertirse en una continua celebración non-stop. Un arranque tan fulgurante y trepidante la de este curso, que si no fuese porque yo ya cumplí con mi cometido, aprovechando un paseo estival por Porrera. Entendería a la perfección la duda y el desasosiego de Dimi (Dimitchell, compañero Puertorriqueño del grupo), cuando nos encontramos la tarde de todos los santos camino de nuestra compra vinícola de rigor. Y con la suya en mente para dentro de dos semanas.
Algo además que me obliga a taquigrafiar cada uno de los hechos, para que no te olvides, ni siquiera un momento. Y no es que sea solo el motivo de celebración: El cumpleaños de uno de nuestros principales guías de caldos allende los mares CarlosVadebacus Vdb Man”; Barolos, Champagnes y Rieslings varios. Sino que cuando el mismo que viste y calza (por los pies siempre), dice que será una cata especial. Es la llamada selvática más salvaje y primigenia la que nos reclama, como esos cánticos de la Calíope y Musa que nos hechizan por curiosones y golismeros.


Con las puertas del infierno abiertas ya a las ocho y cuarto tocadas, y esa noche que se nos engulle con las luces del carro perdiéndose entre sincrotrones desvalidos y autostopistas de dudosa reputación. Y como si un mitómano George A. Romero empujase a practicantes adictos al footing a perseguirme cual almas que lleva dios, tras la estela de mi coche. Por aquellas circunvalaciones que cada dos jueves me llevan al municipio colindante; Modo flipao On. En fin que no hay intriga que no genere pajas mentales cuando suena en la cafetera el último disco de Comet Gain; Amilanado, plácido y reconciliante.
Y es que lo siento, pero no hay cata y trayecto de ida y vuelta que no genere el deseo de escuchar una banda sonora y el poder asociativo para con la cata. Lo inicié el pasado Domingo (el disco), cuando fui a hacerme la segunda resonancia de mi rodilla. Y cuatro días más tarde lo acabo de consumar de vuelta a casa, con el vapor del alcohol flotando todavía en mis ojos y relamiéndome lo licoroso del GRAND FASSIAN; la segunda botella que pruebo en mi vida, y la confirmación del idilio.
Últimamente apenas si cojo el coche, salvo mis escapadas para liberar presión en un concierto, o de camino hacia las catas. Escasos minutos que sin embargo me encantan: Escoger una música al azar, y regresar de vuelta mientras las sensaciones aun presentes se mezclan concordantes con esos discos que vuelves a descubrir, gracias a la magia del momento. Y que el disco por cierto, acabe siendo también una auténtica delicia.


Suena hacia el final, conforme me acerco a casa “Confessions of a Daydream”. Una de esas canciones; la más larga y diferente del último y más Poppi de los discos de Comet Again. La más rematadamente Velvetiana, sinuosa y sin embargo como un pase largo de BÜRKLIN-WOLF: pase al hueco en el área, remate, y gol. Una especie de vigilia, sueño despierto, que al cabo del rato todavía mantiene la tensión entre la acidez y la golosería de los GRANDES Riesling Alemanes (Nahe, Mosel, Pfalz).
De vinos Alemanes creo que ya he escrito en otra ocasión. Más que por experiencia, que la mía es bastante escasa y limitada, por una simple transmisión testimonial. La que Carlos activó con un simple gesto - ¿gustas? Esas primeras botellas que encargué tiempo más tarde de probar un primer Geltz-Zilliken Saarburger. Ese primer pulso con los Dönnhoff Tonschieffer, los Emrich Scönleber en sus tres vertientes más económicas, y el ascenso a los cielos en brazos del divino Grand Fassian del 97.
Esos primeros y clarividentes encuentros, si de algo me sirvieron, fue para certificar y evidenciar que es muy posible que te enamores de los Riesling a primera vista; puro flechazo vamos. Que tras semejante primera cita y con el corazón todavía palpitante y resquebrajado, intentes tener otra cita. Que no obtengas respuesta, y tras mover cielo y tierra, admitas que por muchas botellas de Riesling Alemán que veas a precios tentadores y no tanto: Kerpen, Barzen, Dr. Lossen, básicos de 10/12Euros, y lindezas varias que puedas encontrar en alguna gran superficie. Incluso si te da por buscar aquellas sensaciones en Alsacianos o en nuestro territorio. Te desengañes y jamás vuelvas a tener oportunidad de revivir ese momento; entre sollozos y suspiros.


Es cierto que aunque de forma limitada y on line, se puedan adquirir algunos Rieslig de productores de confianza como Kühling-Gillot, Dönnhoff... etc. Sabes a ciencia cierta que como en todo o casi todo, hay dos mundos paralelos que se rozan y casi se tocan pero que no son iguales. Te puedes conformar y resignar, no digo que no, pero sabes que son inalcanzables y aun así, imposible de eludir la tentación y no caer en ella.
Pues bien, la especialidad a la que se refería Mr. Vadebacus Vdb Man era esa. Y me consta que con el cariño con el que guarda en sus dos vinotecas de 100 bot. cada una, lo infructuoso de conseguir además esas que por excelencia y contactos son imposibles de ver mas que veces contadas en la vida. Y la inversión medida y cuidadosa que tiene por buen gusto y exigencia.
El echo de que tenga el detallazo y generosidad de compartir con los cómplices que allí bajamos, obedece; y esto lo suscribo y confirmo por semejanza. Que no hay mejor forma de disfrutar de lo que a uno le gusta, que expandiendo, contagiando y compartiendo con los demás, eso que a uno le llena.



Los que por aquí me leen desde que decidiera hace cinco años escribir mi primera entrada sobre otra de mis pasiones, el vino. Sabrán que en mi torpeza, curiosidad y aprendizaje suponía una especie de prueba escribir sobre algo que aunque me gusta y llevo años disfrutando de el; como la música, o sea lo que sea. Considero que es imposible no reescribir esos primeros años cuando vuelves la vista atrás.
Todo cambia, pero más cambiamos nosotros a lo largo de los años en la percepción de las cosas y la opinión que nos merecen. Y no se trata simplemente de perder de vista la intención que aun conservo y tengo por indispensable: La de saber aprender a disfrutar tanto de lo básico como de lo excelente.


DÖNNHOFF HERMANNSHÖHLE GG del 2007


En este caso no hay baremo posible ni posibilidad de comparar. Sabíamos que esos tres vinos tardaríamos en volver a tener la oportunidad de medirlos, por más que pareciese un agravio comparativo; incomparables entre si.
Un primer DÖNNHOFF HERMANNSHÖHLE GG del 2007. O lo que vendría a ser un Grand Cru o un Pago excepcional, dentro de las complicadas y enrevesadas categorías en que se dividen y subdividen los Riesling de Nahe. Y con ese recuerdo pasado grabado a buril sobre el hipotálamo todavía presente de aquellos Tonschiefer del 2010: Blancos impúberes para un bebedor más impúber todavía, juventud desatada para vinos aun por domar... y al cabo del año, encontrarte con el padre y tener que rendir cuentas. Un semental con siete años de botella; los correctos para consumirlo sin morir en el intento. Y comprobar un cuerpo fibrado y estilizado sin perder de vista la increíble mala hostia que gastan los Dönnhoff en su más alta expresión:
Vinos como el Dönnhoff que demandan paciencia más que nadie, podrías estarte horas encantado mirando su color infusionado; pocos vinos con ese color tan sugerente como el de los buenos Riesling. Te acercas con timidez, agitas, olfateas... Flores blancas secas, madera húmeda, bajel, puerto y trasiego. Te lames el antebrazo y notas la sal del mar en la piel. El perfume sugiere, ¿dulzor quizás? Vuelves a agitar, desaparece el volátil y por fin ahí los hidrocarburos (gasolina, gases subterráneos, grisú). Pero esta vez al estallar en deflagración con esos años que da la botella, se dan más evidentes los albaricoques, la cáscara de mandarina de cítricos, verdor a hinojo, algo de mantequilla... la untuosidad.
En boca la acidez característica de los vinos de Hermann cobra todo el sentido, sin ella sería vinos pesados y empalagosos. Sin embargo estos Riesling son vigorosos y resueltos, te empujan a beber más. Su incipiente acidez se agarra a las foliáceas y te hace salivar, es allí donde se descubre el mineral, la pizarra gris de su cuna. Notas la terrosidad que te deja a lo largo de la lengua y de repente, entra en perfecta armonía con la untuosidad del paso por boca. Es como un vals, como ver al endiablado Wolfgang Amadeus componer hiperactivamente; recital, público en pie y ovación final.




DR BÜRKLIN-WOLF FORSTER PECHSTEIN 'R' AUSLESE DE 1990 (PFALZ)


Dicen aquellos pocos que fueron testigos y sobrevivieron a aquellas añoradas jornadas de Vinalia, con Michael Wöhr al frente y bien escoltado por los paladines P. Roca & Lluis Pablo. Que una vez se cae por el vórtice que te arrastra hasta las tripas de Pfalz (Pechstein y Kirchenstück más concretamente), difícilmente vuelves a ser el mismo. Es mentarles Bürklin, y de inmediato les invade la melancolía, les brillan los ojos; balbucean algo aunque no se les acaba de entender. Y al fin, una sola lágrima se precipita por su párpado inferior (el izquierdo en concreto).
La situación privilegiada de los pagos de esta bodega, confieren una personalidad única a sus elixires: El basalto de origen volcánico, la situación e inclinación de sus parcelas, la edad de la viñas que allí cohabitan... En fin, una serie de particularidades que hacen de Bürklin algo especial, y de este Riesling en concreto un inigualable hallazgo. Con 24 años a cuestas, que se dice pronto. La particularidad de ser una añada que resultó de una especie de milagroso descubrimiento, perdido en el fondo de una bodega, olvidado y aquí, en extinción total. No perdáis el tiempo en buscarlo porque Golum lo lleva haciendo décadas, vamos, como el anillo del poder; el que lo posea se puede dar por afortunado.

Con ese brillante color amielado de irisación verdosa que te ciega e hipnotiza. Explosivo en nariz, y aquí no hay cerrajón ni hermetismo que valga. El Bürklin es todo amabilidad, mucho más accesible y generoso de sensaciones en un primer contacto que los Dönnhoff. Los años que le han dado la botella y ese reposo en el tiempo parece que exploten al liberarlo de su encierro: Fragancia herbácea, que se mezclan con el basalto y en segundo plano los Orejones que te azotan.
Al cabo del rato según se va abriendo emerge la fruta, las notas minerales pasan a quedar detrás, ahora es más claramente Albaricoque, melocotones paraguayos.
Se pueden ordenar por capas o estratos la forma con la que se combinan las sensaciones: Ahora son hierbas aromáticas, eucalipto, Marialuisa, tisana, plátano. El ataque en boca refrescante con el eucalipto y melocotón ya maduro más perceptible. Untuoso y glicérico pero en realidad es un vino seco, por más que queramos buscar la dulzura que da ese paso tan sedoso.

Este tipo de Rieslings tienen esa particular personalidad que les da su baja graduación, pero en realidad no son vinos estrictamente dulces. Lo parecen pero no, son de echo como dice Carlos, apetecibles, deliciosos y reconstituyentes. Y lo verdaderamente milagroso es que pese a que son complejos por la multitud de sensaciones, a veces desconcertantes, por esa intriga que siempre dejan al final del paladar en su longitud. Todas ellas te llevan a la misma conclusión: Son terriblemente adictivos, y siempre dejan una duda final que despejar. La de que hay algo indescifrable en ellos, y que nunca te ha hecho sentir cualquier blanco que hallas probado.



GRANS-FASSIAN APOTHEKE AUSLESSE 1998


Para el final y en una conclusión de argumentos que se definen en este magnánimo vino, el GRANS-FASSIAN. La celebración no tuvo más narices que desembocar en aquel que debería ser de obligada toma, por prescripción médica, EL VINO. La que aporta esta rara avis de los vinos generosos; en realidad, una especie de híbrido de los vinos dulces.
Por lógica plausible y en una escala natural, la que da el orden de cata por diferencias entre ellos. Para poder apreciar el potencial de estos vinos con años de botella, en el momento óptimo de consumo, debidamente decantados y con sus 12 o más horas de apertura. Y claro, con las indicaciones precisas del homenajeado. Quien pese a poder darse por licenciado en los misterios de los Riesling Alemanes por horas de rodaje. Sigue dejándose sorprender, y trasmitiendo esa misma pasión de quien demuestra que no hay tope en el aprendizaje: Se hace al absorber, sintetizar, compartir... y vuelta a empezar; al menos yo lo veo así.


Fue como una especie de reencuentro. Había pasado un año más o menos desde aquella primera cita, y se me antojaba una eternidad; y supongo que huelga decir quien me lo recomendó, e intercedió para que nos conociésemos. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por su contagiosa y pasional forma de visualizar las peculiaridades de los vinos. Y ese otro aspecto más arriesgado de uniformidad que se necesita para escarbar y entenderlos. Pero halagos y flores al margen, vayamos al vino en concreto; que si tanto me ha costado escribir sobre las catas, es porque conozco mi incontinencia verbal.
Que contar sobre Grans-Fassian que no pudiese contar en esa primera entrada, ¿que lo he encontrado distinto?
Lo cierto es que repasando el historial creo que al final no le dediqué unas líneas. Pero vaya que aquí estamos para resarcirnos de semejante extravío. Imposible entender su jerarquía dentro de la exquisitez de los vinos que actúan como colofón, redoble de tambores y triple salto mortal. De color luminiscente y prometedor como aquel El DORADO de el Muisca: prometido y deseado, hacedor de locuras incomprensibles y de comportamientos irracionales. Como el amor que te atraviesa con daga el corazón, y al que no te puedes resistir echando mano al raciocinio.

Descorchado y decantado durante todo un día para que se expanda, retoce y se desperece de tan largo sueño. Todavía es capaz de perfumar toda una estancia con la fragancia a ceras, miel y farmacopea que posee.
Impresionante en nariz con ese toque sutil a ahumado que queda atrás cuando los que cobran el protagonismo son los higos, la miel licuada, los hervidos... Grans Fassian es un vino imponente para nada empalagoso; que es una de las grandes virtudes de los Rielsing dulces (Auslesse). La entrada en boca difiere sensiblemente de lo que uno puede esperar por color y nariz ¿quizás un típico vino dulce para aperitivo y ya está? ¿imposible de maridar por su exceso de azúcar 93 gr/l? Y tantas y tantas ideas que nos pueden asaltar en ese momento. No, y digo no en voz alta, subrayado y en mayúsculas.
Grans Fassian del 98 es bestial en boca; quizás me atrevería a decir que más complejo y expresivo que el 97 que probé. Sedoso y licoroso, de entrada aterciopelada pero en consonancia con su acidez, que la hay cuando cae en cascada. Equilibrio perfecto de acidez y azúcar (totalmente natural en estos vinos y moldeable con el paso de los años). Es esa su verdadera magia, la sensación de que aciertas con las evocaciones (olores, sabores, recuerdos), pero siempre con una incógnita que te descoloca, noquea y aturde. Quizás esa amplitud enorme que llena el alma, boca y paladar, tiene una longitud de corredor de fondo alucinante; de echo llegas a casa tarareando la canción y relamiéndote.
Con toda esa licorosidad tan rica y ligeramente yogurosa sería impensable imaginar ahí el mineral, pero lo está. No pierde identidad pese a ser un vino dulce y excepcional. Al cabo del rato unos ligeros toques oxidativos muy tenues, aparecen en el retrogusto, las pasas, la pastelería, las flores blancas siempre secas, las cáscaras de limón que olvidaste en el cajón de tu escritorio... va mutando, se cantonea, y se pueden apreciar claramente esas capas de las que hablamos. En efecto, los grandes Riesling tienen eso, se multiplican en perfumes y paladares como los Gremlins. Igual de juguetones y malvados sí, pero donde va a parar, mucho mucho más seductores y peligrosos.

Grübe!! 
Enlaces inspiradores:
DR BÜRKLIN-WOLF
DÖNNHOFF
GRANS FASSIAN
MÁS

jueves, 23 de octubre de 2014

FINCA PARERA, 20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBTERRANEO




Pudo ser una noche cualquiera de Primavera por la serena, templada,estrellada y apetecible placidez de la misma. Pero no, fue la de un Octubre al borde de la dualidad personal; quien en un ataque de bipolaridad acusada se creyó por momentos el dios Tamuz de la floración.
Una disyuntiva que me viene al pelo con el final de la novela reseñada en mi última entrada; cuando el protagonista acababa a las puertas del 99, esperando dudoso el cambio de milenio. Ahora que ya llevamos 14 años milenaristas, y que nos debatimos entre el futuro apocalíptico e imparable, y la esencialidad de nuestro pasado ancestral. Quizás sea la edad, puede, pero... me juego el pescuezo a que más de uno llegado a plena madurez, se ha planteado semejante reflexión: ¿nos estaremos dejando por el camino en implacable avance hacia el futuro, lo mejor, lo más esencial?



Fue por eso que la prospección hacia las profundidades de Vadebacus de la pasada semana, tenía más de incierta, temerosa e inconsciente. Una de esas tentaciones en las que uno cae aunque sea a tientas como Jean Marais al atravesar el espejo hacia Tánatos. Solo que con la suerte de contar con Rubén Parera & Íñigo Haughey ejerciendo de timonel y contramaestre, a los mandos de una enorme lombriz mecanizada. No fue el Nautilus el que nos llevó hacia las inciertas profundidades del terruño, ni Julio Verne el que nos instruyó visionario sobre los devenires del futuro. Sino un enorme anélido hecho de desechos naturales el que se encargó de acomodarnos y casi a tientas, descubrir las intimidades de eso que todo el mundo tiene en boca, el ecologismo, y que pocos conocen como Rubén & Co.
Jóvenes viticultores de uñas negras, padrastro rebelde y yemas encallecidas, que pese a estar instruidos en mil facultades de técnicas infalibles #ingenierías, enología. Fue allí, sobre el terreno, donde su visionario padre los guiara hacia el inminente futuro que se avecinaba sobre una familia; que había vivido históricamente del frutal, y la crisis que se cernía en los 90. Un giro radical hacia la vid y el cultivo ecológico que no es más que un regreso a las técnicas ancestrales; antes de que en los 70 BAYER, BASF y otras químicas, dieran el braguetazo con herbicidas, funguicidas y todo ese ejército de químicos con el que vendieron la panacea al ruinoso campo.
Desde entonces tanto ha cambiado todo, que cuesta imaginar un cultivo intensivo sin esos productos que liquidan los ecosistemas naturales y diseñan variedades indestructibles; como los tomates que se venden en las grandes superficies. De echo, la actual esclavitud de la agricultura, es un noproblema debido más a una industrialización del campo, a la superproducción y a la dependencia para con las químicas con beneficios desorbitados, que a un verdadero problema de inviabilidad del cultivo ecológico o un sobrecoste; no en vano, Bayer gana más del triple con productos químicos para el campo que con la famosa Aspirina.
Cola de caballo y polisulfuro, antifúnguico natural
En realidad es una cuestión más de filosofía y metodología de trabajo que cualquier otra cosa: Ahorro de miles de euros en productos químicos, e inversión en un seguimiento más cercano del cultivo y más horas de trabajo. Resultado: Campos con su ciclo natural inalterado, dinamización de las parcelas desde la tierra con compuestos naturales, y en este caso, vinos con una personalidad que nos habla de su climatología, de su entorno, y en definitiva de su identidad única e intransferible.
Íñigo, Rubén & Jordi Parera


No penséis que todos estos datos me los he sacado de la manga. Son solo una parte. Porque no habría entrada capaz de contener todo los que se habló en el trayecto subrepticio al que nos sometimos; el que aquí apunta, es tan solo un Bob Esponja que absorbe y escurre en su más profunda humildad.
El viaje que fue largo e intenso en este caso de pasión, emoción y creencia casi religiosa en lo que se hace. Dio para nutrirnos cual viñedo, desde las raíces ancladas a la tierra hasta sus hojas más altas; las que modulan a modo de parabólicas las brisas marinas que acarician el Mediterráneo, y las insolaciones más largas.
Se habló de aquello que solo trasciende en la intimidad y que se debe medir ante el control inquisitorio de organismos y D.O's. También del proceso incasable de una generación joven que absorbe conocimientos complejos, pero básicos a la vez: Aquellas inventivas de pageses austeros que ponían en las manos de la naturaleza, los procesos de elaboración del elixir prometido.
Homogenización manual de compstage natural

Su camino y decisión es largo, pedregoso... Pero puede que en poco tiempo veamos con nuestros ojos el renacimiento de una D.O Penedés, que ha cometido el mismo error de otros clásicos territorios (Rioja o Ribera de Duero). Pero que está en el camino de ser la primera denominación de Origen totalmente ecológica, como el primer anhelo utópico que se propusieron Recaredo, Can Rafols o Albet i Noya junto a otros muchos pequeños productores.
Un aprendizaje para gestionar un territorio, el de Alt Penedés, que debería ser junto a la viña. Una punta de lanza para encontrar el equilibrio entre paisajismo, su heterogeneidad, y otro Penedés posible.


Finca Parera está en el camino, siendo como es una bodega joven y ambiciosa que ha puesto el marcador a cero. A mediados de los 90 decidió trasladarse a Sant Llorenç D'Hortons, dejando atrás huertos y frutales, para buscar zonas fértiles de secano, concentrando su producción en Olivos, Cerezos y Ciruelos, con el cometido de cercar las viñas junto a las zonas boscosas del Sur, y el macizo de Montserrat al norte. En el centro los viñedos protegidos de la intrusión de posibles cultivos noecológicos.
Se partió desde un primer e idealista proyecto, el Sassó Parera Minguet 2010; en homenaje al primer amigo que les cedió la Masia Minguet (Papiol), para instalar maquinaria y elaborar este curioso blanco. Un cupage de Xarel.lo y Chardonnay poco entendido por los restauradores, del que tuvieron que idear un ingenioso decantador para que éstos pudieran entender la complejidad de semejante vinazo y servirlo en perfectas condiciones en restaurantes. 3.558 botellas de las que a día de hoy están totalmente descatalogadas, con prensado a pié de toda la vida, con crianza en barricas de Acacia, y con un poder de envejecimiento envidiable.
Decanter by Parera
El único vino conocido por los allí presentes, desde que tuviésemos el gusto de acabar con las existencias que allá por el 2012, cuando nuestro vigía Xavi “Solanet” nos brindara la ocasión de disfrutar de sus virtudes: Un vino cerrado de inicio y muy volátil en un primer envite. Que una vez henchido de oxígeno, se abre como una flor repleta de aromas oxidativos ajerezados, frutas blancas y mucho fruto seco (avellana, nueces...). También hierbas aromáticas, hinojo, raíces, Jenjibre... Un vino con cuerpo, postgusto largo, seco, untuoso y buen compañero de manjares potentes.

Además de observar su evolución tras los cuatro años de botella que lo ha amansado ligeramente. Tuvimos también la oportunidad de compararlo con su hermano más joven, Sassó 2012; esta vez 100% Xarel.lo y sin los errores que según Rubén, tenía ese primer vino (benditos sean esos errores que dan anomalías como la del Sassó).
El nuevo Sassó es más goloso en nariz y mucho más abierto, más accesible. Con una nariz cromática de amplio espectro nos da mucho más y de manera inmediata: Ahumados que quedan en su segundo plano tras la aparición de, ahora sí, las avellanas, toques salinos a piedra y playa, pedernal, hierbas de monte bajo (hinojos,eucaliptos), algo de fruta cítricos sobretodo. Pero que recuerdan más a la cáscara y a ese toque maduro y amable de las claudias.
Paso de boca glicérico y amielado, persistente pero bastante más fresco que su antecesor. De veras que no parece extraído de sus viñas más jóvenes.

Lo cierto es que los prolegómenos de la cata los hicimos con sus tres vinos más jóvenes. Aunque desgraciadamente y debido principalmente a las fechas de la misma; con la nueva añada 2014 apunto de envasar y la 2013 de caída. Roig y Fosc son los que más acusaron la falta de frescor y expresión, que resaltan en la idoneidad de consumo que de Otoño al final del Invierno. Sin embargo y aunque bastante bebibles, fue el Clar quien puede que al estar vinificado con las viñas más viejas (curioso), mostró una longitud y tenacidad heróica.
Vinos de consumo y RCP superatractivos, que intentan visualizar la franqueza de las viñas con un tratamiento radicalmente natural y sin intrusismos. Y que plasman en contacto del vino en boca directo, sin intermediarios que confundan al consumidor con inventos que no sean la sencillez, espontaneidad y frescura de los mismos.

Y el final de la travesía no pudo ser de mejor manera. Con los primeros rayos de luz alumbrando en final de las galerías recargoladas, descensos directos y veloces hacia los interiores, que nos condujeron hacia un mayor entendimiento del significado del cultivo biodinámico. La pasión desatada de Rubén cuando habla de la aventura que le supone el aprendizaje en contacto con el campo, en un diálogo continuo con la tierra, las viñas, su poda y cuidado. El sentirse cómplice del dinamismo que ejercen los tratamientos ancestrales, y el resultado final: Con vinos inimitables que ilustran un modo de trabajo ecológico extremo.
FAUST, tanto el 2008 y el 2010, que dan la medida de la evolución tan asombrosa de un tinto clásico de Cabernet Sauvignon 45%, Merlot 30%, Ull de Llebre 15% y Garnacha tinta 10%. Criado en barricas de segundo uso y dos años aprox. de crianza. Pusieron el lazo final junto al único KHRÓNOS; un buque insignia reserva 2007 de Sumoll, Tempranillo y Garnacha.

Tres vinos imponentes que poco o nada tienen que ver con lo que el público presupone de un Penedés inmobilista y acomodado. Vinos de personalidad rotunda y cuerpo musculado y fibroso a la vez.
El Faust 2010 más joven, tiene un perfume inicial a ahumado, a hoja de puro todavía verde, con una contundencia tánica nerviosa a la vez que cálida. Sorprende su evolución en botella tras los dos años, cuando se le compara con el 2008: Más afinado, elegante y balsámico. Con un carácter mineral y de fruta roja golosa, sin la persistencia del regaliz de la anterior añada y con una madera tostada más determinante. Es un vino largo y que se torna más amable, cariñoso y adictivo al pasar del tiempo, mucho más elegante, fresco... En general un vino que está muy por encima de sus 15 euros de valor.

Si FAUST nos enseña a ver desde los ojos de un mosto, el paisaje característico de un entorno y el trato humano del mismo. KRHÓNOS debería ser la conclusión de un trabajo mimado hasta la extenuación en auténtico vino de autor. Con una complejidad que se hace a si misma a medida que se descorcha. Creciente en notas, detalles casi ínfimos y evolución crepuscular, es un vino profundo y muy largo de toques tostados, minerales, con una estructura casi perfecta y una construcción digna de la Tárraco Romana; imperturbable en el paso del tiempo. Ese toque verdoso ligeramente amargante que le da el Cabernet, está tan perfectamente integrado, que le da una redondez espectacular.

Palabras todas vacías las que el que aquí suscribe podría alargar en un bucle sin fin; el diálogo de Rubén Parera como comunicador directo y ferviente, y los apuntes precisos de Íñigo, dejan esta parrafada en una simple brizna de todo monumento didáctico al que asistimos. Inconveniente el mío que tiene solución; a Rubén y a todos aquellos que lo acompañan en semejante y pasional aventura. Los pueden encontrar con facilidad en Sant Llorenç D'Hortons, Penedés o dibujado en las creaciones de Celler d'en Tassis con quienes también colabora.
PD. Agradecimientos infinitos a Amadeu Gavalda por el esfuerzo de proporcionarnos semejantes encuentros. A Vadebacus por la logística y posterior ágape. Y Rubén Parera & Co. Por sus lecciones de valor incalculable.
 http://www.fincaparera.com/
https://www.facebook.com/pages/Finca-Parera/380840571952236 
Pequeña historia y situación 

 

miércoles, 1 de octubre de 2014

PASEANDO ENTRE LAS LANGUE CON JUANCHO ASENJO (Barolos, Barbarescos y demás criaturas)

Jordi Fontanet photo.



De MOMENTOS trascendentes en nuestra vida hay tantos, tan diversos e inolvidables, como los aros que circunscriben el tronco de un viejo Roble. De buenos y de malos, de traumáticos o de eufóricos, de aleccionadores y también de revanchistas... Con 44 años ya a mis espaldas tiendo a creer, quizás por recientes sucesos, que la vida hay que devorarla desde la perspectiva que a uno le da el disfrute del instante, por si no hubiese un mañana. Que hay que saborearla al segundo, poderla absorber de todo aquel que se cruza en nuestro camino; en el consenso y en los desacuerdos. Pero sobretodo y si se tiene ocasión, compartirla y contagiarla como si de una pandemía de generosidad se tratase.
Y puede que esto suene un tanto épico y desatado. Tampoco voy yo ahora a teñir de filosofía barata de tres al cuarto, ni a disimular la euforia.

Pues bien, lo acontecido el pasado Viernes por la noche en VAdeBACUS Restaurant tuvo mucho de eso. Lo más parecido a un buen concierto de Rock donde el maestro Juancho Asenjo ejerció de solista inspirador, en la que los instrumentos perfectamente afinados de la orquesta de acompañamiento se transmutaron en quince hermosas botellas de Barolo, Barbarescos, Barberas + un blanco Timorasso. Y donde los suertudos asistentes tuvimos el privilegio de no solo oírlas con los cinco sentidos, sino de poderlas hacer sonar en celestial armonía como una auténtica banda. Conscientes de que ante todo, somos un pequeño grupo de amigos que se reúnen dos veces por mes, para en autodidacta pasión disfrutar del vino en cualquiera de sus formas posibles. Y que no cejamos en la idea de impulsar nuestra amistad/afición con nuevas metas.
Eran muchas las ganas y el tiempo invertido por el grupo y en particular por Carlos, en fructificar este encuentro con Juancho Asenjo. Teniendo en cuenta la dificultad de la distancia que nos separa, y su ajetreada agenda.



Para los desconocedores de los entresijos del vino y sus laberínticas galerías subterráneas. E imaginando una posible duda de... ¿Quien es Juancho Asenjo?, sin el menor interés en extenderme en muchos de los elogios que otros con mayor acierto ya se han encargado de sembrar por la red.
Simplemente escribiendo el nombre en google nos saldrán infinidad de datos: Conocedor infatigable e insobornable del mundo del vino ( desde el terruño del campesinado, hasta las más altas esferas del mundo de la gastronomía y la restauración). Divulgador heroico de la cultura vinícola Italiana; teniendo en cuenta del hermetismo y poca permeabilidad del país Transalpino a la entrada de foráneos en su universo vinícola, y con el plus que le otorga ser el único no Italiano nombrado Cavaliere. Un guerrillero de trinchera y cuerpo a cuerpo cuando se trata de acercar con un lenguaje directo y didáctico, su pasión al público más general todo lo que confiere la historia, el terruño, y la identidad del vino. Un Punk por principios y convicciones además gran conocedor por propia experiencia del mejor PunkRock y PowerRockero de finales de los 70's/80's y... Bueno... en efecto, hay algo que está muy por encima de su trayectoria y su sabiduría.

En las distancias cortas, una PERSONA de una honestidad y generosidad incalculable, y un conversador pasional y entrañable con el que se podría estar charlando de cualquier tema hasta el despuntar del alba. Desde Vinos, historia, teatro, música, deporte, política, cultura en general... hasta esa perspectiva tan lúcida y equitativa que contagia y comunica como nadie.
Con él se aprende algo mucho más importante que todo lo citado: La virtud de ver las cosas desde un ángulo tan amplio e interesante, que le hace a uno replantearse muchas de sus creencias. No es que te las rebate, sino que las refunda con el análisis imparcial y amplio que le han dado sus años de viajes, vivencias y conocedor de personas; distintas y variadas

Ahora, mejor sería entrar en faena y relatar a grandes trazos lo que dio de si las casi seis horas que nos ofreció Juancho. Puesto que podría extenderme con desmesura en elogios, y seguro que algo querréis saber sobre los vinos del Piamonte; todo de memoria y empujado por su hipnótica charla, y hala!! sin tomar un puñetero apunte (con lo dado que soy al divagueo; toma palabra inventada!!).
Una Master Class sobre los Vinos del Piamonte, su historia, particularidades geológicas, y la tremenda identidad de sus vinos. Que tuvimos el honor de disfrutar bajo los cuidados del equipo de VAdeBACUS, quienes proporcionaron la acondicionada sala de catas para 13 personas y su esmerado servicio. Y una posterior cena con una charla sin paragón, mientras disfrutábamos de la excelencia de sus elaborados platos: 
 Sushis: Maki de bogavante y mango. Gunkan de pulpo. Seguimos : Carabinero a baja temperatura con polvo de carquiñoli y chocolate con curry y aceite de trufa. Vieira con jamón ibérico y salsa de pimentón rojo asado. Risotto de ceps, espárragos verdes y trufa negra. Bonito vuelta y vuelta con fresones al modena y cebollitas glaseadas. Chuletón de ternera Asturiana con patatas ratte y su mojo verde. Para acabar postres. Nuestro mojito en texturas. Chocolate. Cuatro tipos de chocolates mousse de chocolate negro y blanco, brounnie de chocolate y bombon de chocolate negro relleno de chocolate blanco y naranja.. Ya veis, a la altura del regimiento de vinos.

Se mascaba el nerviosismo, el pequeño reto que suponía organizar el acto de inicio dubitativo y solemne. Y que Juancho se encargó de destensar conforme avanzaba su interesante lección de historia, territorio, y elaboración. Partiendo en primera instancia del origen vinícola dentro del balcón Mediterráneo que conformaban la antigua Roma y Grecia, su disposición de los cultivos como alimento, y la búsqueda de ese origen primordial en muchas de las actuales bodegas: El echo de los viñedos de altura para aprovechar los contrastes térmicos, el tamaño de las tinas, el podado para clarear las viñas de fuera hacia adentro para que alcancen el vigor necesario, la orientación de las vides Sur, Sudeste u Oeste, y hasta el tipo de Roble (nuevo, Francés, Eslovaco, de segunda crianza..) para que las crianzas expresen su verdadero terroir.

Pudimos viajar con la imaginación a la idiosincrasia del territorio de Barolo, sus influencias con Francia y Suiza, y el trascendente legado de la Casa de Saboya en todo el Piamonte. Y el resurgir de de un origen que fue devastado por la filoxera, hasta que la replantación de Barberas y Nebiolos volvieran a hacer suyos los paisajes.
Donde antaño, el ser agricultor en las Cascinas que se descuelgan ladera abajo en los numerosos municipios que conforman el valle, representaba un verdadero milagro de la subsistencia: Clima extremo, vendimias tardías y un valor paupérrimo, que por entonces se le daba a los cultivos de su orografía montañosa. Hizo que no hubiese una Piamontesa dispuesta a casarse con un agricultor del Valle, por la vida austera y miserable que estos llevaban; de echo esa naturaleza humana, es la que le da el mayor signo de identidad a sus vinos.

Las seis botellas que se escogieron para la cata pretendían sobretodo, ilustrar la importancia de la composición geológica en el carácter de los vinos. Teniendo en cuenta que Barolo en las pocas hectáreas de territorio que atesora, tiene uno de los mayores contrastes en composición mineral imaginable. También la importancia de remarcar la peculiaridad de los vinos del Piamonte: Vinos de alta graduación y con mucha volatilidad, con un componente alto de tanicidad y densidad, y que además tradicionalmente se elaboran con largísimas maceraciones que incluso se potencian mediante procedimientos mecánicos. Y que como todo buen vino Italiano tienen una lenta evolución en la copa (necesitan oxígeno a raudales). Lo que los hace vinos especialmente diseñados para largas guardas, y en los que se pretende preservar tanicidad, frugosidad y acidez por largo tiempo hasta cruzarse en el camino.
Claro, como podéis imaginar, el verdadero valor de estos vinos se aprecia mejor con añadas del 2000 para abajo. Y catar vinos del 2008, 2009 o incluso 2006, vinos relativamente jóvenes, es una verdadera experiencia para la destreza del paladar. Y a sabiendas de que en España no estamos demasiado acostumbrados a este tipo de vinos; cuestión de gustos claro.

Empezando de menor peso mineral a mayor y por consiguiente, de mayor suavidad, amabilidad y menor contundencia tánica (de izquierda a derecha), por los tres primeros. Hasta hacer cima en un Barolo de Serralunga, el Boscareto Principiano del 2008: Todo un impácto de tanicidad, intensidad de capa y lágrima, mineralidad y austeridad, que fueron evolucionando desde una primera impresión de tierra húmeda, hasta una complejidad mucho más oscura y fresca.
Los tres primeros si embargo, facilitaron la introducción con composiciones más arenosas y arcillosas, capas de color más degradadas y oxidativas, mayor maduración y maceraciones más cortas (más modernos, para entendernos), y haciendo mención especial al Barolo de La Morra, Torriglione Gagliasso del 2006. Que cautivó de inmediato al personal con ese toque a ahumados tan personal, y en especial a las parejas que nos acompañaron: Mucho más frugales, grosellas, cálidos, menos terrosos y con una evolución hacia el tofee, el regaliz o lo vegetal, mucho más claro y asequible.
En cualquier caso y lo más espectacular fue apreciar la evolución de ellos seis. Empezar desde el primero hasta los últimos, en los que se te agarraba el tanino a las encías. Y volver hacia atrás, para ver que los vinos del Piamonte van mutando, y acomodando el paladar a su impresionante tipicidad. Conforme van cogiendo aire y desaparece la fuerte volatilidad de su graduación, aparecen otros vinos muy distintos.
A mi personalmente me encanta esa primera bofetada de alcohol que dan, y toda esa carga frugal, balsámica y licorosa que llevan consigo. Después desaparece ligeramente y cambian radicalmente, se puede oler la piedra y brotar el tanino, pero el primer golpe te da una muy buena lectura de su estructura, equilibrio y de lo que serán en un futuro.



Tras el didáctico ejercicio de aprendizaje pleno en detalles, anécdotas y rememorando ese pasada visita fugaz que me llevó el pasado año a La Morra en boca de Juancho. Un conocedor de las intimidades más arraigadas de aquellas heroicas familias, que contra viento y marea han construido lo que se llama la capilla sixtina del Piamonte. Territorio de paisaje espectacular, que ha hecho que la disposición de viñas en perfecta simetría luzca ante los Alpes, como ese todo que uno espera encontrar al asomarse por la mañana al balcón Transalpino.

Proseguimos con la fenomenal cena que nos tenían preparada Toni, Vicente y el chef Alex Clavijo: Pequeñas miniaturas de mil sabores y texturas, para que la hora de los Barbarescos llegara con otro acertijo más. El de los tres Pelisseros con tres vinos de la misma bodega, pero diametralmente distintos los unos con los otros por disposición, orientación hacia el sol, pago y caracteres. Como tres trillizos de la misma madre (Nebiolo), parto y momento, pero con miradas y brillo distintos:
TULIN, NUBIOLA y VANOLU, los tres del 2011; en arrogante acto infanticida. Nos pusieron en perspectiva a la hora de entender los vinos por el trabajo que dejan tras de si. Y poder masticar y paladear los pequeños detalles de elaboración que hacen de una misma uva y zona, vinos totalmente distintos... La magia en definitiva, de la tierra y la piedra, la climatología, la evolución de las plantas conforme cambia, la búsqueda infatigable por el cual el hombre interactúa con la naturaleza a la hora de ilustrar en un vino, el estilo concreto de una zona.




Así la noche acabó transcurriendo entre charlas, por las cuales Juancho Asenjo da siempre ese contrapunto preciso con el que aprender aun más de la verdadera magia de beber vino. No solo beberlos sino entenderlos, algo que va más allá de meros tecnicismos y sensaciones perceptivas. Y que te hace entrar en comunión, con toda la liturgia de la creación del vino y de su significado cultural en el tiempo que nos toca vivir.
 
Degustamos el oro precioso de William Deutz en un Millesimé con el que generosamente homenajeó Carlos el encuentro: Del 99, con un equilibrio y delicadeza con la que se caracterizan los grandes Champagnes. Y la untuosidad y el carácter varietal de un blanco Timorasso, con el que se escoltó al carabinero en el inicio de ágape, antes de que los grandes Barbarescos entrasen en escena: Otra de las razas históricas que se extienden por el Piamonte, y que junto a Barolos y Barberas han postulado al Piamonte como una de las pocas D.O Italianas impenetrables a cualquier uva foranea.
Sensibles a la oxidación y a la botritis, los Barbarescos son uno de esos milagros de la naturaleza y claro está; auténticos retos donde la sincronía entre la pericia humana y la tierra, alcanzan su máximo esplendor. Así que con semejante desfile de intrínsecos a la par que diferentes ángulos con los que empaparse de Piamonte, solo nos faltaba rematar con una de las vilipendiadas uvas de la zona, la Barbera como antesala a los Barbarescos: 
 
Una Barbera Superiore D'Asti de Franco M. Martinetti; el Montruc del 2009. Que tuvo que bailar con los imponentes Barbaresco de Neive Serraboella del 2006, el de Treiso Vallegrande Ca' Del Baio 2011, y que pese a todo ello ni se amilanó. Demostrando una vez más que aunque se crea que Barberas y Dolcettos, solo eran uvas menores con las que relanzar la zona. 
 
A día de hoy gracias a Giacomo Bologna, M. Marinelli, Sandrone, los Hnos. Conterno, o Giuseppe Rinaldi entre otros muchos avezados, desde los 80 la Barbera de Asti, Monferrato o Alba son vinos de alto nivel a precios más asequibles.







El broche final lo pusieron un Barbaresco Vallegrande del 2011; un vino cálido y vegetal con bastante recorrido todavía por delante y tanino para domar. Otro Barbaresco más, Costello di Verduno de la familia Burlotto en una de las añadas, la 2010, de las más curiosas por climatología de las últimas décadas: Más accesible y maduro que su compañero y un tanino más liviano, mucha fruta y muy floral; un vino de aquellos de coger afición si no la hay.

Al terminar otro 2010 de Michele Marinetti, hijo del mítico Franco Marinetti y una de las familias más reputadas y aventureras a la hora de trabajar el viñedo en constante investigación; el Barolo Marasco. Un temperamental vino que coronó la noche por su misteriosa complejidad y amabilidad en boca. De cuando pituitaria, papilas y vista andan ya medio sumisas a la ambrosía desplegada aquella inolvidable noche de Septiembre. Y las lenguas aun sueltas espadachinas en charlas sinfín no adolecen de cansancio, ni las carrozas se convierten en malas calabazas que nos aguaran la velada. Se habló, se escuchó, se aprendió, se arregló un poco el mundo, y fue de tantas y diferentes cosas que el global de sensaciones tan solo se puede expresar en intangible gratitud.

Quizás la música y el disco de gustos compartidos, que sonó en mi coche mientras tenía el honor de acompañar a Juancho, Carlos & Family camino a casa, y el abrazo de despedida final, puedan dar un apunte/idea final de la emoción del MOMENTO.


 
FAMILIA FELIZ!! Menos ROSA y CARLOS (EL FOTÓGRAFO)

miércoles, 9 de julio de 2014

EL FIN DEL CURSO: (GALLEGOS ELEVADOS AL CUBO) # VIÑA DE MARTÍN ESCOLMA, SALVAXE & ISSUÉ.




Alcé la vista para mirar la hora mil doscientas treinta y cuatro veces, no avanza. Y la esfera del reloj desprovista de segundero, me hacía más eterna la espera. Como si un minuto no tuviera en realidad sesenta segundos y sus mecanismos internos adoleciesen de reumatismo. Esa impaciente demora del fin de las jornadas, que ejerce un efecto dèjá vu de ida y vuelta sobre mis recuerdos. Y ese encontrado anhelo de dos situaciones distintas y comunes: El fin de las jornadas escolares, y por otro lado el siquiera imaginar que el largo sueño de verano me desproveerá de mis ansiadas catas subterráneas.
Llegamos al soporífero mes de Julio con sus sesteos intermitentes, cabezadas que decapitan la vigilia nocturna. El griterío de los insomnes que buscan la hostia bendita del dios del descanso y los perros; siempre hay un perro que ladra a los fantasmas de la noche. Llega la hora tocadas las ocho y pico, y pese a que a esa hora el sol no quiere ya ponerse. Colocamos la montura a nuestro coche (suenan unos primeros acordes), insertamos las llaves en la ranura, y sobre las marcas aún frescas de los neumáticos nos ponemos rumbo al municipio colindante.


Es la última cata antes del receso vacacional. Y aunque se que volveremos en Septiembre a encerrarnos en esa sima secreta, llamada Vadevacus, se me anuda el estómago solo de pensar en un largo mes y medio en dique seco. Un acontecimiento que sucede cada quince días y que en este extraño... ¿os he dicho ya lo extraño que ha sido este año?, y metamórfico año sí, también. Se pueden contar con los dedos de una mano a las que he acudido, ya que una especie de mal de ojo me ha dejado en vía muerta la friolera de seis meses; y la que te rondará morena.
Así pues, ya os haréis una idea lo que supone el colofón: Algo así como la esperada primera noche con el amor de tu sueños, que se consuma en una eyaculación precoz; vamos para entendernos, que el año se me pasado volando por lances que no vienen al caso. Y ya puestos, teniendo en cuenta lo poco que prodigo en relatar por estos lares mis experiencias Cata/tónicas (os/les debo una). Con lo que no hay mejor guinda para coronar un año extraviado, que hacerlo poniéndonos en manos de Jordi Ferré; todo un archivo de añadas, sabores y perfumes, pero con piernas.
Como decía nuestro añoradísimo Ignacio Gasca, alias Poch: - Listooos!!, para la inmersión!!

LA SIMA
Estoy seguro que más de uno pensará que esto de hacer catas es una moda de tantas; que si catas, degustaciones, expertos en Gin Tonics, maestros y maestrillos de ceremonias, patatín patatán... Como mola hablar de cosas que nadie entiende, hacerte el interesante, levitar sobre el resto de mortales y escuchar de otros aquello de: - Jo, es que tu eres un experto (modo falsa modestia On).
En fin no digo que no, que como en todo habrá a quien le muevan las cosas por saber más que los demás y hacerse el interesante. Yo personalmente pienso que las modas traen cosas malas y buenas. Y aunque es obvio que muchos adoptan el hábito por mera tendencia y pose, también es cierto que si esa moda hace que la gente conozca, aprenda, divulgue y se interese, bienvenida sea; y allá cada cual con sus actos. Si algo me ha enseñado la edad, es que todo en la vida es tan relativo, cambiante y variable como las circunstancias y la perspectiva; igual que aquella peli del 2004, CRASH.

Dicho de antemano en voz alta aquello que muchos piensan, y en el que me incluía yo; mucho antes de formar parte de esta aguerrida familia. Puede que me exceda en tópicos, pero además de tener la suerte de conocer a nueve fabulosas personas, amén de las que se unen de forma esporádica. Me felicito por la generosidad de conocimientos, caracteres y puntos de vista diferentes que compartimos todos en cada sesión. Y además del esfuerzo que realizamos, y algunos especialmente, en conseguir vinos únicos que de forma particular (por lo menos en mi caso), no podríamos adquirir o tener la oportunidad de compartir por precios a veces inalcanzables o por mera logística.
Cada uno a su manera, sin patrones ni doctrinas, siguiendo instintos y emociones. Soltando el lastre al que nos encadena el trabajo o cualquier angustia personal. Y sobretodo aprendiendo los unos de los otros sin prejuicios de ninguna clase y buscando siempre en la sorpresa, el mejor motivo para amar esta magia intrínseca que emana el vino, y todo lo que le rodea.

La del último jueves fue una de tantas catas a ciegas a las que nos hemos habituado en las últimas jornadas. Una especie de juego donde no se miden las sabidurías, sino la valentía para jugar al escondite con unos caldos, que en la actualidad derriban todos aquellos mitos sobre perfiles clásicos, uvas o zonas que delimitaban en el pasado cualquier atisbo de experimentación.
Y es que hoy en día es una verdadera suerte contar con productores avezados, que no se limitan tan solo a producir vinos previsibles y a dormirse en los laureles de la popularidad. Si no que buscan la identidad de la uva, del pasado, y del mineral que amamanta a las vides; vinos con terruño como se dice. Y sobretodo esa demostración de tesón al lograr verdaderas maravillas, con vides y zonas abandonadas a su suerte por su mala rentabilidad.
De los vinos Gallegos se ha hablado largo y tendido: de esa fama asesina que ha matado de popularidad a Rias Baixas (igual que a Rueda). Con unos rangos de precios que van desde la sobre valoración de vinos clónicos, gemelos, planos y aburguesados, hasta el derroche de otros con superproducciones que dilapidan el excedente en diluidas cosechas. No se habla tanto de los grandes vinos que emergen a la sombra de los triunfadores:
Pequeños pagos con ínfimas producciones, trabajos y dedicación titánicos, recuperación de variedades perdidas en el tiempo, o agriculturas biodinámicas que se ponen en las manos de los ancestros, para regalarnos verdaderas proezas de la naturaleza.

Allí fue donde nos llevó una de las catas más especiales, emocionantes y reveladoras de cuantas hemos hecho; sin menospreciar otras tantas con las que hemos jugado a adivinar donde está la bolita. Pero es que de blancos y tan fabulosamente desconcertantes, pocas como esta.
Se habló de vinos Franceses y Californianos, de alguna Garnacha del país. Se barajó la posibilidad de que se tratase de Viogniers, de Rielsing Alsaciano o que se yo, conociendo la putería de Jordi para buscar de debajo de una piedra lo más curioso o raro. Tres blancos rebosantes de personalidad que evidenciaban una procedencia allende de nuestras fronteras; porque seamos francos, no son tantos los blancos de aquí que sobresalgan por su indomable personalidad. Muy buenos eso sí, tenemos vinos blancos realmente buenos, pero que alcancen el nivel de personalidad única y diferenciada o que sean capaces de ganar con el paso de los años, pocos.
Así pues la carta de presentación de estos tres blancos tan distintos entre si, hizo que ni el más audaz y trillado de los presentes tuviera las santas narices de acertar con uva, zona o nacionalidad; teniendo la certeza de que estábamos ante algo único. Nos daba la risa tonta, exigíamos pistas, algún dato... nada, Jordi no soltaba prenda. Hasta que la sorpresa fue mayúscula a desenvolver el secretismo del papel de aluminio, y descubrir que se trataba de tres caleidoscópicos Ribeiros. Una denominación Gallega que se a visto diezmada por la arrolladora popularidad de Rias Baixas, y que ha quedado injustamente relegada a una división inferior, como vinos básicos y ligeros.


El primero, un meloso y balsámico VIÑA DE MARTÍN ESCOLMA del 2009. Un vino de Luís Anxo extraído de sus cepas más viejas, con tres años de crianza y un cupage de Treixadura, Albariño, Lado y Torrontés. Un blanco fruto de un rendimiento realmente bajo donde las viñas tan solo son capaces de producir un kilo por cepa; un verdadero elixir vamos.
Todo un señor vino rebosante de complejidad que evoluciona maravillosamente en la copa, y que promete por su corpulencia una exponencial ganancia con el paso de los años. Con la oxigenación y el atemperamiento gana mucho en nariz: Plátano, Miel, Mangos que con la volatilidad emana un agradable perfume a flores blancas y un toque lejano a anises. En boca es bastante glicérico y untuoso, se notan los toques minerales con una ligera remembranza al roble Francés. Es goloso pero muy refrescante a la vez por ese largo final que atesora, y por esa acidez tan bien integrada en el conjunto. Bien podría compararse con un gran Borgoña, y desde luego es una sensacional fiesta de sensaciones misteriosas.
Las botellas se abrieron cinco horas antes sin decantar, con lo cual es importante y a tener en cuenta de que hablamos de vinos para disfrutar sin prisa, con mucha calma y sin abusar del frío.


La segunda botella se trataba del SALVAXE del 2010, que como bien indica su nombre es un vino bastante más vivaz y heterodoxo, que destaca por la ausencia de fermentación meloláctica (proceso que se utiliza para suavizar la acidez). Este detalle importante porque estamos ante un vino de cultivo biodinámico, que evidencia aún más la grandeza de su gran estructura y equilibrio natural. Elaborado con viñas viejas y jóvenes de Treixadura, Albariño, Godello y Caiño blanco.
Mucho más controvertido en las sensaciones que desprende y con un perfume más intenso. Es un vino más abierto y exultante donde destaca la rotundidad de las Vainillas, el anís estrellado y el hinojo, que contrasta con un fondo a pastelería, mantequillas o tostados. Es otro vino cambiante que se muestra en inicio más cítrico y frugal pero que va adquiriendo personalidad con el tiempo. Muy complejo con notas muy entrelazadas, parece que va apareciendo al cabo de la media hora algo de ahumado muy volátil.
La boca es muy melosa y amplia, de inicio el que más me gustó por ese contraste entre la untuosidad y esa acidez salvaje que me recuerda a los blancos Italianos. Tiene un puntito de trigo fermentado, mineralidad incluso diría que un recuerdo a whisky de malta; probablemente por ese recuerdo a pescado ahumado y a su acidez. Desde luego no tiene nada que ver con cualquier vino gallego que halla probado y su frescor, ay su frescor!! es bárbaro que unas viñas con tan poca intervención den un vino tan estupendo y estilizado.


Para acabar lo hicimos con uno de los más curiosos de los tres, el ISSUÉ del 2010 y el más económico de todos ellos; que aunque sean blancos de alto rango, bien lo valen. Un vino donde la barrica parecía más presente por el tono amielado de su color. Un perfume embriagador e hipnótico que recordaba ligeramente en concordancia con los Riesling Alemanes, pero mucho más profundo y desconcertante. Con un ensamblaje más arriesgado del 40% de Treixadura y 35% de Lado, y el resto repartido entre Loureira, Verdellc y Silveiriña.
Muy floral en su nariz donde prevalecen los geranios la magnolia, algo de verdor y mentolados pero muy al final. Sobresale espectacularmente a lo largo de la cata un intenso perfume a toffee y a esos caramelos werther's, que es lo que más prevalece en su nariz. En boca se muestra radicalmente distinto a los demás como un tobogán de sensaciones. Se nota la madera, aunque está realmente integrada, los toques minerales y salinos muy al final. No sabría por cual decantarme porque la verdad tal y como nos indicó Jordi Ferré, son tres vinos que además de romper con el perfil hegemónico de los vinos Gallegos están prestados a evolucionar de manera asombrosa. Es esa misma robustez indomable y fascinante de los blancos Italianos, que en su transformación parece uno tener la sensación de estar ante vinos tridimensionales: En su apertura explosivos y alcohólicos, al cabo de los minutos mucho más expresivos y abiertos. Y con el paso de las horas (o días) y la ½ botella consumida, como otro vino extraordinariamente distinto; más desnudo, agradecido y generoso.



Con las diez pasadas ya, la miel en los labios aun y el embrujo apunto de convertir carrozas en calabazas, nos asomamos ya a la superficie para tomar aire: exhaustos, exultantes, felices, henchidos y con la lengua viva. Reunirnos cada quince días para compartir experiencias no es solo eso: beber vinos, aprender y descubrirnos/los. También tiene un/mi rito, un rito personal que va más allá de lo que muchos puedan pensar sobre las catas o los placeres de la vida: Como si se tratase de una liturgia más elevada que el simple placer de beber una copa, charlar y compartir, algo no exento de envoltorio, sugestión y elitismo. Puede que sea eso lo que nos han intentado inculcar sobre lo pecaminoso del disfrute y el conocimiento que se extiende como una plaga.
Pero se equivocan, porque el disfrutar en compañía de los gustos comunes; ya sea música, comida, cine, literatura, arte o cualquier cosa que nos sacie el hambre por conocer, no difiere en la temática en si misma ni en el nivel de máxima sabiduría. Si no en las ganas que uno tenga de descubrir sensaciones y pasiones colectivas; esa especie de cooperativismo y trabajo en equipo, que nos forma con el paso de los años y nos hace portadores del testigo. Un virus, el de la curiosidad, que debería inocularse contra el mal de la ignorancia y los juicios ligeros, y que se allá en cualquier cosa que nos emocione. Basta con arrancar un deseo y llevarlo a cabo con ayuda de todos, y derrumbar aquello que piensan muchos sobre las empresas o el coste que representan.
Para mi lo es todo. Desde el mismo instante en el que me monto en el coche, pongo la música que me inspira el momento y disfruto del recorrido. Admirar el paisaje de extenso campo que separa mi municipio del destino, observar gentes, ciclistas y corredores. Mujeres con su cesto de compra, imaginar historias alrededor de transeúntes anónimos y volver sobre mis pasos con la noche ya cerrada. Ahí suenan canciones, estupendas y mágicas canciones que ponen música a un momento. Esperar que el paso de las horas y los días maceren en nuestro interior, como los buenos e inolvidables momentos.
Porque todo en la vida tiene una música desde el bostezar al levantarse, hasta la nana para irse a la cama. Tanto o más que los aprendizajes que nos otorgan las diferencias y las similitudes, los acuerdos y desacuerdos, o la sana discusión de aquello que nos separa y nos enseña a ver las cosas de forma distinta.

Y sabe dios (si existiera), que las sensaciones de cada jueves y las líneas equidistantes que se unen en un punto infinito de la carretera cuando uno regresa a casa, tienen la suya propia; música celestial, enseñanzas y recuerdos que se ramifican con el tiempo.