Abordajes a
las puertas del colegio a punta de varillas de paraguas, calles
resbaladizas y charcos como espejos donde mirarse. Amanecen los
primeros Lunes de lluvia del año, y con ellos la corriente que se
intenta llevar calle abajo los malos augurios y la mierda
imperecedera de las calles: Orines, incontinencias e inercias
cavernícolas. Colocas la bota en el desnivel del pavimento por
donde discurre el agua de la lluvia a modo de presa, hasta que se te
empapa la planta del pie. Y cosas bonitas como Paper Waves se
asen y echan raíces, te colonizan tomando la bastilla.
Me gusta
rebasar los plazos impuestos por el cambio del año, solo por
descubrir la deriva de aquello que se nos escapó por los pespuntes
descosidos del alma. Casualidades en las que tropieza la melancolía
de los días lluviosos, grises, mundanos y pensativos. Me aposto en
el minúsculo balcón de mi habitaje mientras consumiendo el
pitillo de la vida, veo pasar la gente, el rumor de la calle.
Entreabro la ventana que queda a mis espaldas y dejo que el impulso
de las ondas -benditos salmos de mullido y poroso bizcocho- me
empujen a soñar con “Give me Moonlight”.
Los
recuerdos se suceden, dicen por ahí que el resultado de una fórmula
matemática resuelve hoy, el día más triste del año. Y puede que
si es verdad que la matemática nunca falla, sea la nostalgia que
producen sus canciones la que nos entristezca. Y macere tanto nuestro
corazón, que funda la lágrima con las gotas de lluvia que resbalan
desde el quicio de la terraza del vecino de arriba.
En cualquier
caso y dejando que sean los sentimientos los que escojan
momento/año/día, y sea nuestro estado de ánimo quien los crisalice
de por siempre. Por el borde del ya concluso 2014 todavía siguen
deslizándose en oscura negrura, como siropes de fresa, galletas o
arándanos, y en caída libre hacia el abismo del 2015. Discos tan
magníficos como el del último proyecto de Joe Reina (Braves, Wire
Sparrows) y Jesse Carmona. Y eso, puede que sea el único detalle a
tener en cuenta.
En ese
verdadero trabajo de orfebrería vocal y tapices melódicos tan
balsámicos y apacibles, como es este Give me Moonlight. Se
pueden entrever muchas de las claves que hicieron únicos a Teenage
Funclub, Trash Can Sinatras, o a los Posies. Con un grado
más de confortabilidad quizás, pero con virtudes o armas muy
parecidas: Pop reluciente de tonos ocres que se engranan
automáticamente con la melancolía y la ternura, al bombeo del
corazón. Y que a uno le produce de manera ineludible, esa sensación
de languidez propia de los años; quizás.
Ligeras
taquicardias de soliviantos nocturnos, en la cama. Con los ojos medio
cerrados su escucha se antoja como pequeños viajes somnolientos en
la vigilia del... - sueño despierto. Uno de esos discos olvidados en
la recámara de los años, que pasan como verdugos implacables con
condenas, que solo las estrellas como rutas de indianos y astrónomos
tan insomnes como Wilfully Obscure, son capaces de volvernos a poner
sobre su pista. Te agarras a sus crines, y cabalgas por esas rutas de
polvo de estrellas en “Phantom Wing”. Con “Some New
Hand of God” nos recuerdan el pálpito de aquel “Love &
Mercy/2005” de THE BRAVES. Pero este disco en su
discreción y timidez tiene un algo que lo hace mucho más grande y
despiadado. Un crisol de pequeños recuerdos como fogonazos a los que
cuesta ponerles un nombre, una fecha, o un momento de nuestras
vivencias. Tiene ese vuelco que te llena el pecho y socava incluso en
desamores, oportunidades que se lanzaron por el retrete, dando más
sentido si cabe, a la injusticia del pasar páginas de almanaque. Y
pensar solo por un instante, que por poco que sea, canciones tan
majestuosas como "Easy Branches", “Disappears”, “The Forest”,
“Two Careless Lifestyles” pudieron quedar enterradas en el
olvido.
Saltar
sonámbulos sobre las notas quebradizas de la guitarra de Joe Reina y
Marcus Spitzmiller en “Keep Your Own Kind of Love” o “Easy
Branches”. Y gozar como un cochino sonrosadito con estos
regalos inesperados que nos dispone la tranquilidad de saber, que no
hay plazos ni ultimátum que date las obras atemporales.