Mostrando entradas con la etiqueta Vinos Andaluces. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vinos Andaluces. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de junio de 2022

EL PLANTARIO: GOOD LOOKS_BLUMMER YEAR_2022, Y UN SORBO DE MATAPALOS MARENAS

 


 

No es casualidad que el verde sea mi color preferido con diferencia:

Me asomo a mi ventana, y los verdes luminosos bajo los rayos del sol primaveral, invitan a recoger y guardar esas semillitas que la pasada playlist nos trajo como vientos de abril. Esperando que echen raíces en nuestro interior de manera espontánea los próximos años.

 

 

Variedades raras y familiares a la vez, que brotan en los márgenes. Y que vienen de un universo sacudido de pasados amasando estiércol; ahora devorados por las petroquímicas en Austin/Texas.
Y donde la banda de Tyler Jordan, solo ha necesitado siete pedazos musicados. Para que la melancolía acuda salvadora como arma arrojadiza, contra el devenir de nuestro planeta y sus malhechores.
Allí, Jake Arnes teje con el tremolo bigsby de su Gibson un manto de armónicos y volutas, como si de una hibridación de Felt y Drive-by Truckers ocasional se tratase; con Robert Cherry y Phillip Dune marcando el paso rítmico.

 

BLUMMER YEAR es un observatorio doméstico y extremadamente cotidiano. Donde los textos de Tyler Jordan intentan buscar respuesta a la debacle social de las polarizaciones, con una militancia melómana maravillosamente cercana:
Siete canciones tan sólo, para dejar una fuerte impronta. De esas que te hacen llegar al mes de Abril, ondeando la bandera de los 52 con fuerza y vigor.

 


 

Pero mucho antes de que todo despegase el día que “Vision Boards” sacudió el tapizado de mi coche, en un caluroso viernes de primavera.

Tuvimos que esperar pacientemente la publicación de la colección. Y arrancar el paseo, como se ha de hacer: Con temple, soltura y predisposición al amor.
Almost Automatic” no empequeñece la inmediatez de su adelanto; es cierto. Pero si que lo convierte en algo tibiamente anecdótico. Porque esa cotidiana historia de amor/encuentro/dilema/lugar; engarzando con la preciosa “Balmoreha”. Es lo que hace de este puñado de canciones, algo realmente grande por su alto grado de sinceridad y naturalidad.
Hasta llegar a “Bummer Year”, claro.
Ahí Taylor Jordan aparta de un plumazo toda sensiblería y nostalgia, y arremete sin pudor sobre el Trumpismo tejano, en clave de reprimenda: Todos mis amigos de secundaria, todos compraron motocicletas. Se apuntaron a un club de bicicletas, en apoyo a Donald Trump.
No creo que sean malvados, incluso cuando son horribles.
Porque son el tipo de personas que te gustaría tener contigo en una pelea de bar.

 

Puntillitas que te recorren como un calambre los brazos, buscando asir un mástil y chasquido de cuerdas.

Esas canciones que se devoran en un banco, igual que una bolsa de pipas francaris: “First Crossing”, “21”, “Walker Lake”… Es fácil hablar de ellas, son siete. Ni hace falta recurrir al índice de personajes, ni mentar a fulano para que te las recuerde. De la misma manera que el mismísmo 12; día de la capitulación primaveral. Me han cambiado los verdes por el dorado, y los vientos de abril por la calima manchega de 41 grados a la sombra.

 


 

Lo que no ha cambiado desde luego, en este mes de fermentación y crianza del texto.

Es el resorte musical, y la compañía de baile líquida para tan festejada secuencia armoniosa de distintos sonidos en ordenada (o no) combinación: Música vamos!!

 

Música que retumba abovedada dentro de una copa, a la que dándole vueltas y vueltas hasta enloquecer. Ahora, en este preciso instante y tras subir a las 20:30 hora zulú de buscar el pendrive de la furgoneta. Donde conviven música y textos viajeros con 12% de humedad relativa y 37 grados de una tarde nublada.
Creo.
Que tengo ya decidido el vino de compañía con el que hacer un trío bajo la esquiva luna llena caramelo, y salvador aire acondicionado.

 

Bajaré un poquito más si es menester, hasta llegar a la sierra cordobesa; para eso de contrastar calores infernales.
Pero también para salvarme en el recuerdo de una rareza (como el que suscribe). De Pedro Ximenez indómito y salvaje con cicatrices de clones antiguos.
Entre el Guadalquivir y las montañas subbéticas (Montilla), José Miguel Márquez y su hermano, llevan 25 años auscultando tierra y paisaje. Para recuperar la memoria perdida de los vinos de antaño.

 



 

Matapalos es un Pedro Ximenez de viñas jóvenes de 15 años, injertadas de clones antiguos de esta uva; usada tradicionalmente para vinos dulces y fortificados.
Lo cual y extrañamente comparado con las viñas actuales de Pedro Ximenez. Conservan al final de la fermentación una parte considerable del azúcar residual (+- 10g/L) y lo convierten en un híbrido entre: Vino dulce/seco, con atributos aromáticos tan complejos como francos.
Un blanco sabroso que de ninguna manera hace de su dulzor algo voluptuoso y condicionante. Perfumes de retama, flor blanca y fruta de hueso (melocotón, ciruelas claudias). Alto grado de volátil con restos de resinas y balsámicos que se recuestan sobre ese toque de dulzor delicado. Y un final con demoledora acidez para resetearte la expresión de: Ein!?
Y volver a beber para deshacer el criptograma.


 

 

El hecho de que no haya rastro de los prejuicios que guardas en la memoria sobre los vinos dulces de Pedro Ximenez, es uno de esos puntos fuertes que hace que sea un vino donde se muestra a la Pedro Ximenez como la uva que es y sus posibilidades. No en lo que la hemos convertido (mismo caso que la moscatel).
Admito que eso desconcierta, porque no sabrías definir si es un vino dulce, o un blanco generoso de corazón graaaande.
Y yo…
Yo creo que es un vino que captura paisaje y sensaciones de puro campo.
Entre su nariz y su final:
Sol en boca, matojos de hierba de monte, licor de resina, flores y fruta jugosa reconstituyente en un día de canícula mortífera.
Me recuerda, me acerca, me sugiere… Las mismas sensaciones del Grans-Fasian Apotheke Auslese 98 que me dejó grogui aquel noviembre del 2004.
Amor puro de uvas licuadas siendo elixir, pero sin querer pretenderlo. Igual que el glamour de la ordeñadora y el encanto protocolario del pastor(sic*).
Todo olores y sabores de verdad, de los que ya ni extrañamos por la pérdida de nuestra esencia primigenia. Y que siempre hay que acoger como tu cerebro estragado tras días de ayuno.
Mi hijo de 20 dice: - Es un vino para emborracharte; y eso que él no lo ha hecho jamás.
Hay que fomentar la autopedagogía y estimular la ajena. Para volverte niño hueco y permeable, a ser posible, y por siempre.

 https://goodlooksband.com/

https://bodegamarenas.com/ 

sábado, 29 de agosto de 2020

MAITEA TABERNA VASCA: HEROÍSMOS VERDADEROS Y EROTISMOS NUTRITIVOS




Debería – y he contado hasta tres – hablar sobre las virtudes gastronómicas, malabares y demás coletillas que ahora tanto inundan las instantáneas mediáticas de nuestro celular; pero no.
Mi relación últimamente con el placer dispensado por algo tan elemental como el comer y el beber. Que ahora, de alguna manera se ha convertido en una especie de experiencia casi tan reveladora como la aparición de una virgen. Para este menda, es más como el sexo y todo eso a lo que nos empujaría esa pareja recién conocida en una noche loca:
Elemental, primario y si se quiere: perverso. Cuando lejos de los Tripavisores miopes, estamos los que buscamos la verdad de la vida lejos de los testamentos dogmáticos, y un poco esa pose sensacionalista del espejismo deslumbrante.

Que igual el rastro del vino distorsiona y condiciona mi forma de ver las cosas últimamente. Pero siempre y cuando uno/a utilice sus placeres egoístas, para regenerar y estimular sus sentidos digo yo… Que leches importa si la verdad pertenece a alguien o importa un carajo la unanimidad?
Que sean los feligreses y la papilas las que hablen o sean el botón rojo de la deflagración orgásmica quien nos coja de improviso.

Yo hace un montón de tiempo que no planeo.
En el hospital pensé que las voces y pasos en el pasillo eran fruto de la morfina. Pero con el paso de los meses, he llegado a la conclusión que no son voces sino latidos: Te llaman, bien sea por instinto o impulso.
Nico Montaner me llamó; creo. O quizás fue siguiendo las migajas de pan que Lluis Pablo Herr Commander, Juancho Asenjo o mi amigo Jordi Ferrer fueron dejando; como personas a las que creo más que a cualquier predicador. Y no es criterio, sino ventanales de aire fresco y perspectivas distintas lo que me aportan.

Así que Nico, su hermano, y todo aquel que se siente parte del legado familiar Donostiarra de su madre Maite Anechina; con malavar etimológico incluido (Cariño = Maitea en Euskera) . Para mi, son como una pequeña familia que te hace partícipe de esa química invisible entre el vino, la comida y el punkrock puramente hedonista.
Por suerte en Barna hay unos cuantos, los mejores. Solo hay que buscarlos.

Personas que como Nico y su equipo. Hacen que la comida y el arte de nutrirse no solo te sacie la tripa, sino te insufle un montón de felicidad.
Platos honestos y funambulistas que hacen equilibrios entre la alta cousine y la esencialidad con terruño. De una manera tan simple y funcional como el Rock&roll, sin prescindir del virtuosismo pero utilizando elementos reconocibles, familiares y comprometidos con nuestro pasado; igual que una Fender o una Rickenbacker. Infalibles y eternas.
Lo que allí te puedes encontrar a parte de una carta de vinos imaginativa, reconstituyente y diversa. Es una comida sustentada en parte en la tradición culinaria de familia, el respeto por el producto de temporada y proximidad, y esa impronta que habla directamente y sin ambages de aquello que vas a dar cuenta.
Por lo tanto, el resultado como podéis imaginar, es de un divertimento asegurado sin mentar los postres, que son el colofón perfecto. Ineludibles todos ellos.



La Txistorra de Arbizu con papas y huevos fritos a grito de The Sonics, la tortilla de bacalao que en realidad The Neatbeats proclamaban. El Ajoarriero, los garbanzos con tripa de bacalao Motörhead, las tiras de pollo con esa salsa de miel los hermanos Reid susurraban en el “Just like Honey” con mostaza, que quitan el sentido, los calamares con rebozuelos y butifarra de perol de Cal Rovira a lo Octopussy Seamonsters Weddingpresentero, el nidito de foie a la brasa recostado en huevos que mi hijo mayor podría recitarle en clave amorosa como RVG en “ the Eggshell world”, o las carrilleras a la Riojana de reverencia grupal “Thunderstruck” ACEDECERO; por poner algunos de mis preferidos.

Una alineación de pinchos desde el más básico y elemental, hasta los bocados de sus platos en versión de bolsillo, mejor que cualquier selección del más reputado de los Dj’s.

El Txuletón James Brown no podía faltar, está claro, igual que los pescados clásicos. Pero yo la verdad es que me lo paso más bien con los platillos y novedades de temporada como la Corvina lacada con teriyaki y los maravillosos Jereces a copas inigualables en toda Barcelona.


No en vano, no es casualidad que el historiador jerezano Álvaro Girón aparezca por allí cada vez que visita Barcelona. Es entonces cuando Nico dispensa esa colección de Jereces viejísimos, de coleccionista e inmortales que atesora en su bodega. Igual que los Brandys de los 60 desaparecidos, que recupera como un mecenas humanitario para las almas descarriadas como nosotros, para el menester que se precie: Acompañar un café cortito y bajar la comida para recobrar la agilidad y la lucidez, o por simple labor humanitaria.


Dejarte aconsejar y llevarte en brazos a descubrir verdaderos tesoros de pequeños productores, es otro bien escaso en esta ciudad grade que es Barcelona. Y descubrir los vignerones más punkis y gamberros de Francia, Italia o nuestro territorio, lejos de las encorsetadoras D.O’s. Nunca falla, os lo aseguro.
Hay que tener la mente abierta, los sentidos preparados y ganas de aventura para desentumecerlos y ganar años perdidos ya en la juventud desinhibida. Perder el miedo a descubrir. Que lo que nos mola ya lo tenemos ahí, eso no se pierde, pero a veces se enmohece. Y ejercitar ese equilibrio entre la sabia joven, y las tradiciones más ancestrales.

Resumiendo:
Un sitio singular en si mismo al que me desplazo cuando quiero darme un homenaje, egoísta si se quiere, y donde llevaría a mi amigo del alma también.
Donde no hay solemnidad ni paripé cuando son los manjares que te tutean, y los mejores vinos posibles para acompañarlos; desde el más preciado, al más gamberro. Y donde una carta para todos los bolsillos da el juego imprescindible para montártelo a tu manera.
Un parque de atracciones para jugar, disfrutar, y amarse.
Que el amor, que queréis que os diga, está muy falto hoy en día.


jueves, 11 de junio de 2020

VINTAGE SERIES DE LUSTAU_AÑADA DE 1992: MALDITOS ELIXIRES!!






No soy de los que piensa más de la cuenta en los acontecimientos que nos salen al paso, y de cómo los capeamos o transformamos en utilidades emocionales.
Pero si algo he de sacar en claro de esta mitad de año rara de cojones. Es el paseo imaginario al que Armando Guerra y sus fieles me están arrastrando de pleno consentimiento; está claro. Pero medio a tientas, en las charlas históricoesenciales e instintivas, con el segundo Contubernio ya en mis manos, sus divertidos textos, y los directos en Instagram de Sherry Wines Jerez.

Sabes? Son de esas cosas, que bien distintas a las de la música y la batalla de arar la tierra en busca de brotes. En el caso de los vinos. Hay una parte tan inacabable de estímulos y reflexiones – las que te convocan nuestros vibrantes sentidos – Que bien podría comparar con la biodinámica y lo que se pretende al sanear los residuos que nos deja la edad.
No es que vayamos a rejuvenecer cual elixir de Panoramix, pero casi.

Estoy llegando casi a entender la vital importancia y punto de partida, de las crianzas biológicas en el Marco de Jerez: Sus vinos desnudos con tan solo la salinidad crujiente que alimentan Levante y Poniente, la sequedad contorsionista de la albariza, o la esencia donde todo empieza antes de llegar a un Palo Cortado, sus vinos viejos e inmortales, o la aparición fantasmal de sus antepasados.
Desde entonces, no me bebo igual un vino blanco/resorte. O los que yo llamo: Vinos para entender los colores básicos y sus diferentes formas. Que son, o deberían ser, los que nos estimulan el intelecto sensorial del ser humano para entender el vino, como un elemento inherente a la ingesta de alimentos y lo que supone la incorporación de los mismos en el placer de comer y beber. Tan importante para mi, como vivir y en el intento, no sucumbir en las zanjas que cuatro cabrones nos preparan.
Que también atribuyo a algunos vinos blancos de mínima intervención, e incluso a espumosos o no, franceses y de aquí. Que en su elaboración, contemplan la oxidación como una virtud que no siempre ha de pasar un velo flor. Y que les supongo desde ya, en las peculiaridades de los vinos (uva, suelos, clima y elaboración natural).

Pero ay de mi!! Cuando se te aparece de noche y sin esperarlo, un oxidativo que te coge por los pies para meterte el miedo en el cuerpo. Si a las experiencias del más allá se les puede atribuir un miedo real tal y como lo entendemos los humanos.
Yo, lo definiría más: como un vértigo adictivo, cuando descubres algo magnífico.

En este caso y para mi suerte y parafraseando a Mister Sulo Resmes. Cuando con la instantánea del primer Contubernio, me invitaba a salir a la busca y captura del Cream de Juan Piñero en Sanlúcar.
Mi primera experiencia con un abocado así, en pelotas picadas y al tiempo que leyendo la historia escrita que acompaña a este vino. No fui capaz ni por el más lejano de los asomos, de balbucear lo que hipotéticamente me iba a encontrar. Y ves, que ese concepto de vino dulce o semidulce; como lo define Armando. Se va por el peralte, directamente al carajo.


Este Jerez de añada que se cuela por las grietas normativas del Consejo Regulador, como una rareza o experimento. Es cierto que tiene unos porcentajes muy altos de azúcar residual fruto de la sobremaduración de sus uvas, y sería un vino dulce para cualquiera de los mortales; pero no.
Y digo no, porque siguiendo la turbadora liturgia del descifre de este vino con ese maravilloso ámbar de vino rancio. El posterior sucumbir, arrodillándote en la extraordinaria paleta de aromas antiguos, profundos y casi de otro mundo.
No acaba en el deslice bucal del alma de estas viejas soleras de olorosos sin mas que el bálsamo del dulzor embriagador y delicioso; que ya es mucho. No.
Pues conserva una acidez punzante que se va al final del paladar, alargando todas esas anteriores sensaciones descritas. Provocando una ligera puñalada, que en un acto de puro masoquismo. No solo demanda más, y más, y más… Sino que detiene el tiempo, con un postgusto casi eterno.

Supongo que es entonces, cuando uno entiende el sentido del término “vino generoso”. Pues no solo es la plenitud que te otorga con detalles de avellanas tostadas, nueces, crema quemadita o garrapiñadas. Y esas maderas que hacen una: vino, tiempo y albariza.
Sino que además, tal y como se aposentan en una buena copa, perfuman la estancia de tal manera. Que uno no se ve capaz de asomar la nariz a ese elixir poderoso y balsámico. Sin caer no sé si en la reflexión que atribuyen a estos vinos, o en la encrucijada por acertar su complejidad y variedad de matices.

Una añada (1992), que LUSTAU vendimió de manera tardía y sobremadurada. Y que crió durante 27 años en barricas de viejos olorosos de manera oxidativa, a ver que narices pasaba.
Que tenemos así:
Pues un vino que estaría a medio camino entre un oloroso, con la acidez de guchillera de un Amontillado viejo. Y que en el dulzor de su sobremaduración, hace diabluras equilibristas como si fuera un Palo Cortado juvenil y un Oloroso sin domar; espera que igual no me explico bien…

En realidad es un vino hecho de uvas sobremaduradas, sin llegar a la pansificación de un Pedro Ximenez. Con lo cual, pese a que su grado de azúcar es alto. Hay una acidez y punto de sequedad salina lista para evolucionar en esas barricas de olorosos viejos, otorgándole un dulzor sápido, muy largo. Pero nada empalagoso, pues esa acidez final y retortigera potenciada de una manera extraordinaria con los 27 años de crianza oxidativa. Lo hace un vino meloso, a la vez que un delicioso híbrido que auna las virtudes de cada casta de los Sherrys.

Ataque en nariz de volátil potente e incluso de barniz o resina, al punto que se abre o se ha enfriado en exceso. Y que desemboca según se atempera, en un regalo expresivo de matices.
Su primera entrada en boca es dulce aunque fresco, muy profundo. Se va al final de la lengua… y de ahí en adelante es, sencillamente ETERNO.
Una cosa para bebértela en pequeñas dosis con la noche puesta, para abrir la mente de par en par poquito a poco; así lo he disfrutado yo.
Y en botella de medio litro, básicamente, porque los elixires como las drogas y los venenos, bien dosificados. Para no morir en el intento.
Aunque, una muerte así, bendita fuera!!
100% Palomino de vendimia sobremadurada y criado en oxida en estática por 27 años. Botas que previamente se utilizaron para oloros. La fermentación de para con la adicción de alcohol hasta los 18 grados. 4878 botellas embotelladas en el verano del 2019.
Alc 20% densidad 1.05 pH 3.08 volátil 1.08 acidez total 7.44 azúcar residual 190 grs.

sábado, 7 de diciembre de 2019

CARLOS “MÁGICO” GONZALEZ aka GC, LA TOCA DE MARAVILLA: Cumpleaños #50, y otras desventuras.



Mucha gente desprecia y considera la ignorancia una ofensa. Yo no, y dirán ¿porqué?
Pues porque el considerarse ignorante o aprendiz de todo; como a mi me pasa. Me hace curioso, pasional y emocionado de encontrar quien me enseñe el brillo de la luz en la oscuridad, y la chispa que produce la combustión del descubrimiento.
En realidad, aquellos que te enseñan o te llevan de la mano con un empujoncito, no son sabios, sino transmisores. Y es lo que desearía ser yo ahora que tengo 49 años: Un mero transmisor de pasiones y experiencias. Es el único objetivo noble que nos queda en la vida caballeros y señoras: COMPARTIR Y DESCUBRIR LO INESPERADO COMO UNA PEQUEÑA Y COTIDIANA AVENTURA.

Hoy me he despertado con la satisfacción de recorrer de adelante y hacia atrás, toda mi vida, a través del líquido vínico aka vinílico. La experiencia de llegar a un punto del camino, mirar atrás, ver el camino hecho, el punto en el que estamos y lo que nos queda por recorrer. Una maravilla envejecer así amigos.
El cumpleaños de uno de mis compañeros de viaje en la excitante travesía por conocer vinos, descubriéndose a uno mismo y a la naturaleza de nuestros sentidos humanos. Nos ha dejado ahora mismo en un punto del trayecto, donde las sintonías, diferencias y distintas perspectivas se traducen en auténtica amistad.
He mirado a mi alrededor y me he sentido bien acompañado por otros que se han unido, y a los que también les brilla la mirada. Han explotado carcajadas incontroladas, verdaderas e infantiles por el divertimento. Nos hemos reencontrado y echado de menos como significado del aprecio y sobretodo:
Hemos jugado como niños en un parque de atracciones sin hora de volver a casa. Justo, cuando la luna grande se acurruca hacia una luna nueva.

Realmente no se si me apetece hablar de los vinos que este cincuentón ya, dispuso para su camada. En ese paciente arte de guardar para luego compartir y experimentar en grupo su misma emoción. Y cierto, lo veo así, ahora que ya llevo yo cinco años guardando vinos, esperando la llamada secreta del alma. Que te avisa del momento idóneo.
Pero no me entretengo más. Pues sería una injusticia no constatar en este diario, lo que se interiorizó. Teniendo en cuenta que he extraviado mi cuaderno de anotaciones, y al final solo me sacia el relatarlo para retener.

Un GRAMONA ENOTECA del 2000, desgorjado el 2012.

Sí, ahí es ná. Diecinueve años de laaaargísima crianza, a quien se le dio el pistoletazo hace siete años.
Un pequeño milagro sin etiquetar que Linda Díaz (una encantadora y pasional embajadora de la bodega, a la que ya tuvimos el gusto de conocer y que rebosa generosidad). Le regaló hace años en una cata.
Se oyó que estaba un poco cansado en boca, aunque sinceramente mi inexperiencia en espumosos solo me da para alucinar con el paso del tiempo y el efecto que produce en los vinos de larga crianza y mimada elaboración:
Exuberantes y embriagadores aromas a bollería, repostería y esa reducción que asoma los ligeros oxidativos, que a mi (personalmente) me pierden. En boca la acidez ligeramente astringente salva ese cansancio; aunque yo creo que es el efecto de la burbuja integrada: Que se ensambla de tal manera con el espumoso, acabando por convertirlo en un vino de carácter mítico, concentrado y licoroso. Pese a que deja un final cítrico limpiador, fantástico.

VIÑA TONDONIA RESERVA de 1969

Yo que tanto me vanaglorio por nacer el 70 y considero el mejor año. Sinceramente envidio nacer en el 69; connotaciones eroticosexuales aparte (o no).
Orgasmo o sí, mi sugestión temporal no alcanza a imaginar in situ, lo que significan 50 años de vida en un vino.
Es como sensación de eventualidad y nimiedad por la novedad que tan excitante hace hoy a la mayoría de las personas. Digamos… que es como postrarse ante la inmortalidad de quien se cree que la clave del éxito es la inmediatez.
Está claro que desgraciadamente ya no se hacen vinos como este. Pero es imprescindible para entender el presente, ser capaz de materializarse aquel año y ver todo lo que ha ocurrido hasta hoy. Para elogiar y maravillarse con la estupenda nariz sin rastro alguno de terciarios (cuero, animal).
Ya que no siendo un Gran Reserva, se supone que no debería estar preparado para envejecer tantos años con tal prestancia; pero que se lo digan al Viña Cubillo del 85 que saltó más tarde.

El simbólico Rioja dio paso a un primer peso pesado: Otro estilo, otra época.
LAS LAMAS del 2003, o esa versión Top más frutal que los sobrinos de Álvaro Palacios elaboran en el Bierzo junto a Pétalos, Corullón o Moncerbal.

Hermético en un principio, pues es un vino Atlántico que define como nadie una zona y su climatología. Preparado para envejecer musculando taninos, mineralidad y acidez. Pero que 16 años más tarde y tras paso de ronda para que se airease. Ese primer envite de cueros, de animal y de cerrajón, ves que por arte del oxígeno se transforman en seda, concentración deliciosa y profundidad.
Es como un paseo por un bosque de castaños en pleno otoño: Con el perfume de las bayas, las trufas, el musgo y un ligero toque mentolado hacia el final, que lo hace intenso pero refrescante y extraordinariamente vivo. Un vino al que se le presienten muchos años todavía de vida, un guaje vamos.

Y llegamos al primer bicho de la noche o como diría yo… De entre todos los disfrutes, divertimentos y experiencias varias que te proporciona la vida. Aquellas que se diferencian de las demás, porque te dejan huella y subrayan un antes y un después:
Como los enamoramientos juveniles que uno rememora por puro masoquismo placentero.

CLOS RENÉ POMEROL 2008


Ya descubrí este verano la lujuria de los Merlot fríos en Sudtirol. Pero en vinos franceses, lo admito, soy un absoluto ignorante de tomo a lomo.
INCREÍBLE sin más. El Merlot de esta afamada bodega de Burdeos es una de esas experiencias que se deberían tener; sino fuera por su elevado coste y la guarda que precisan. Yo no me la puedo permitir, está claro.
Es uno de esos vinos que podrías estar oliendo toda una vida, y de la que si algún lumbreras le diese por crear su perfume. Yo sería un comprador fiel y sumiso.
Y es que es taaanto, lo que te puede dar el olfato cuando lo entrenas, practicas y estimulas… Diría que es lo que más aprecio en todos estos años intentando entender el vino, y el efecto cordial que ejerce sobre el género humano y sus relaciones.

Equilibrado en su voluptuosidad, preciso, encantador, seductor… Yo que sé!! Esos fresones maduritos y licorosos pintados de cacao; pero muy ligeramente eh? Ese ver sin más código o explicación, que estás ante una obra de la naturaleza ayudada de la humana que marca la diferencia pero sin excesos; todo sutilidad.

GRAMONA III LUSTROS 2011


Sencillamente infalible y poseso adicto a este todo en uno de la estirpe Gramona. Donde insisto: Se da un poco el alma de esta bodega independientemente de la añada; aunque mientras más viejuna mejor.
Bofetón de frescor, complejidad y limpidez que arrastra por un instante el peso de los anteriores vinos. Y para que mentir, siendo ya enofílico perdido de este cava de larga crianza donde el vino base es el protagonista. No podría ser imparcial (lo siento), y me río un poco por lo bajini del Celler Batlle y el Enoteca. Aunque se esté subiendo un poco a la parra con el precio.

HENRI GERMAIN BOURGOGNE MEURSAULT CHEVALIÈRES 2012


Remarco mi ignorancia en vinos, territorios y peregrinajes varios al país vecino; no por nada en especial sino por falta de abarque para abrazar.
Pero como empezaba: No hay como ignorar, para despertar interés y dejarse sorprender.
Y en eso y en otros menesteres, Carlos siempre ha sido el más explícito de los catalizadores cuando se habla de sentidos, y expresiones que los ilustren; sus caras son todo un cuadro de Monet en forma de sensaciones,amigos.
Algún Borgoña he probado y tengo por ahí guardado. Pero nada como tener la oportunidad de sentir lo que significan ciertos años. En blancos con peso y acidez suficiente para que convertir los mismos, en ese truco(tachaaaán!!)de magia, y, flipar sencillamente:
Crocante, es la única y más socorrida de las definiciones que se me ocurren.
Dentro de esa espontánea palabra, se abarca: La untuosidad de las lías, la fruta y la flor blanca, el terruño ligeramente mineral (calcáreo y ligeramente salino), los recuerdos a hinojo, esparto o retama… en fin. Un todo en uno de gran longitud, fondo y volumen que expresa un gran Chardonnay, que ni el mismo Joop Zoetemelk lograría; si se diera el caso y se pudiera beber.
Supongo, o creo, que a eso se le llama “equilibrio” o “estructura”. Pero yo creo sencillamente, que me mojé.

CONTINO ROSADO 2016


De crocantis y exquisitas acidezas seguimos hablando, con este Rosado de alma tinta. Que mágicamente reúne las mejores virtudes de un tinto y un blanco.
Graciano 55%, Garnacha 40% y Viura 5% dan un equilibrio perfecto a este Rosado con personalidad y desparpajo; para se siga tratando con desprecio a los rosado o vinos espontáneos.
Un socio perfecto para deglutir cualquier elemento graso y marino, y una virguería para descifrar los placeres de comer y beber per se.

VIÑA CUBILLO CRIANZA TONDONIA 1985


Una de las sorpresas gordas de la noche; entre muchas, pero para mi, la más curiosa. Y confieso que siendo drogodependiente de Viña Tondonia, los Cubillo no me entran ni a tiros.
No estaba muerto, estaba de parranda!! cuchíbiri cuchíbiri cuchíbiri.
No señor. Ese Cubillo con la ropa hecha jirones y 34 años a sus espaldas. Conservaba esa acidez de salud de roble, y ni rastro de terciarios, cuero o signos de desfallecimiento. Una ricura de esas que te ponen el contador a cero, y demuestra una vez más. Que no hay mejor antídoto contra la mediocridad que la espontánea sabiduría de la anomalía; la que te cura en el fondo, de los malditos formu(a)lismos.

TINTO VALBUENA DE VEGA SICILIA 1985


Y fue así a traición y cuando las carcajadas sonaban más a oquedad por semejante festín. Que los ojos alumbraron como platos igual que un cenital sobre el protagonista.
Que apareció en escena un mito. Y digo un mito, porque yo, que algunos confunden con algún tipo de reputado experto en vinos, o yo que sé. Jamás he probado un Vega Sicilia y otros tantos. Igual que tampoco he escuchado en profundidad ni a los Rolling Stones, ni a los Kimks
¿sentimiento de culpabilidad, remordimientos o vergüenza? Ninguno!!
Eso sí. Fue una experiencia que solo la puedo comparar con la de mi primer Pingus: Como alguien del que todo quisqui habla y venera, y que sobradamente colma tus expectativas.
Perfección sería la palabra. Y mira que he bebido grandes vinos y los que te rondará.
Todo en su sitio, elegante aunque también austero, expresivo pero sin estridencias, generoso a más no poder en perfumes, recuerdos y vida de ida y vuelta. Como una de las buenas de Bill Callahan, la delicadeza de Miles Davis o el poder de Nina Simone. Un regalo para los sentidos. Y fácil de beber a más no poder; no hace falta ser un entendido para levitar.

Como si no hubiera sido suficiente y entre el barullo de jadeos, gemidos y suspiros; laaaargos suspiros.
Va y aparece un 
 
ÚNICO DE VEGA SICILIA DE 1991


Máxima expresión. Y no hay muchos adjetivos que añadir, o que por lo menos puedan abarcar con más o menos certeza el sinfín de evocaciones que provoca este vino.
Dicen que no puedes morirte sin probarlo aunque sea una sola vez en la vida. Y no seré yo, que desmitifica a cada paso; el que ponga en entredicho esta afirmación. Pues seguramente sea la brevedad de una copa, quien lo corone como “el mejor vino que he probado nunca?
Lo cierto es que… una vez así. No crean que lo que define a este tipo de vinos sea la voluptuosidad, solemnidad intimidatoria o imponente personalidad; que va. Es más bien como una explosión cegadora donde los sentidos, tienen que calentar, estirar y darlo todo para acertar a definir en pocas palabras todo lo que da. Porque además, el cabrón es tan fácil de beber, que te olvidas de qué es lo que te seduce concretamente.
Flechazo o amor ciego, que es como también lo llaman.

Por si alguno se preguntaba a esas alturas de la noche, mientras iban subiendo platillos de la sala baja del ODDVAR: Un rest/pub/bar/gastroreducto/y… nuestro campamento base desde hace un año. Y que en los casi 20 años que llevo viviendo en Cerdanyola, no hay un solo día que me lleve una sorpresa por sus atrevidos.
Sabes? Ese tipo de cosas que hace que cada día que te quitas las legañas y te lavas la cara, no sepas con certeza, que sorpresa te va ha dar la vida.
Y es un poco eso, amigos. Salir de cacería como los primeros pobladores del planeta. Sin saber si comerás, o serás cazado. Aventura.


VIÑA REAL GRAN RESERVA 1975


Saben lo de la inmortalidad? Nada heroico ni superpodérico eh? Sino más bien de ese tipo de personas que se cruzan en tu vida y dejan huella. Esa sensación de haber perdido el amor de tu vida, ni que sea por ese latir en la boca del estómago o ese nudo en la garganta. O la felicidad que da sentirse acompañado por amigos?
Pues la de este vino antiguo; de los que ya no se hacen, cuidao!!
Contaba yo con cinco años y tengo ahora 49.
Solo pensar eso, hacerse una idea de que ese vino tiene la misma vida aproximadamente que tú; o por lo menos la reclusión en vida. A mi que queréis que os diga, me alucina y me hace pensar lo leves que somos en realidad, circunstanciales vamos.
Sin rastro aparente de cansancio o arruga, y si te dijeran que se ha embotellado hace 8 años, hasta te lo creerías.
Acidez, fruta, longitud y zancada larga como la de un fondista incansable. Notas de madera en descomposición en medio de un bosque de eucaliptos, volumen y amplitud como tu madre abriendo las ventanas por la mañana. El perfume de la mañana, claro; como el día.
Increíble. Que gozada. Y que bien sabía quien seleccionó esa añada para embotellar esos Grandes Reservas, solo cuando reunía las condiciones de añada excepcional.


Dejamos las ínfulas del grandiosismo y hasta pudimos vislumbrar con la palma sobre el entrecejo; en lontananza. Esa primera botella de vino que compraste con veinitipico años; como si te bautizaran de nuevo.
Esa botella imponente de todos tus ahorros tirados en líquido. La que sería (o debería ser), el detonante de tu afición al zumo de uvas.
Por lo menos la mía fue.
Una botella de Viña Ardanza que disfruté igual que mi primera vez en todo.
De hecho, todavía y cada cierto tiempo, me vuelvo a regalar una. Para revivir como si fuera ayer, mi primera gran botella de vino; la que hizo afición.
No fue una del 69; claro está. Pero fue esa botella cómplice para cerrar la noche. Sin importar demasiado si estaría a la altura de todas las que no bebimos aquella noche.
Está claro que no. Pero poco importaba
Beberse un VIÑA ARDANZA DE 1969, era esa especie de homenaje que todos deberíamos rendirnos. Igual que repasar aquellos discos de adolescencia o quedar con los viejos amigos del barrio para conmemorar nuestra existencia.


Se habla estos días de la bota de oro de Messi. Pero para bota de oro la 25 de Manzanilla Pasada de Navazos, y las cabriolas que hizo Carlos GC aquella noche con el balón.
Entre vítores y oles que salimos con él a cocoletas.

Felices 50!!


P,D: In Memorian de Lluis Pablo
Maestro sin título ni honores oficiales, que nos abrió nuevas rutas de disfrute en esto de los recónditos Riesling Alemanes de Mosel & Co. Con eso que no se mide ya con puntos, medallas o fama: La autenticidad y el terruño.
Y que por ende, nos hizo aún más felices siguiendo la estela de su sonrisa eterna y pasión por la aventura.
Nos ha dejado muy muy muy solos, tristes y desamparados con escasos 51 años. Pero afortunados por haberlo conocido y seguido; aunque sea de 15 minutos como es mi caso, en una comanda conjunta con Carlos.
DESCANSE EN PAZ