lunes, 2 de mayo de 2016

ELECTRÓNICA QUE REANIMA EL ALMA: A GUY CALLED GERALD/TO ALL THINGS WHAT THEY NEED_2005





Han pasado quince largos años y entre medias... Una vida entera mutante, que poco menos nos ha dado la vuelta como a un calcetín.
En este trayecto pedregoso con mensajes prácticamente indescifrables; en cuanto y cómo fuimos avanzando. Suele ser norma, digerir sin apenas tiempo de alcanzar a entender con exactitud las cosas. Sabemos que nos nutren, que nos forman y nos moldean tal cual somos. Pero no es hasta pasados unos largos años, cuando de verdad somos capaces de entenderlas.
En este proceso; por suerte o por desgracia. La madurez y las arrugas, son el único jeroglífico en braille con el que sintetizar y aislar las cosas, con la suficiente perspectiva que da la altura y la lejanía.

TO ALL THINGS WHAT THEY NEED/2005 fue un disco de regreso, de aquellos que enfatiza con el rigor del anonimato, la grandeza de un alquimista adelantado a su tiempo.
Gerald Simpson; mancuniano de procedencia y Jamaicano de ascendencia. Reventó las pistas de baile alternativas a finales de los 80 con Voodoo Ray. Un tema hipnótico y espiral que hacia de nexo entre el AcidHouse en declive, y la escena indie scalidélica en efervescencia. Drogas, ácidos y lsd al servicio del derrumbe ideológico e inspirador de una de aquellas épocas a la deriva: 808 State, Happy Mondays, KLF y después Stone Roses... hasta nuestros días.

Nunca me sentí atraído por esa manía de eternizar ritmos repetitivos y tribales. Pese a que con 16 años, el sonido house de chicago sonaba y amenizaba las discotecas de mi adolescencia.
No es que no me gustara teniendo en cuenta que fue la electrónica la que me sedujo con 12 años. Pero me fue imposible por aquel entonces no someter el dilema electrónica/guitarras, a un juicio dogmático con final amistoso.
Ganaron las guitarras por decreto idealista. Y no fue hasta diez años más tarde, cuando entendí que la música se rige por una métrica común y consaguínea: Da lo mismo las herramientas, cuando el destino es común.

A principio de los dosmiles, fueron varios los discos que me hicieron volver a recobrar esas mismas sensaciones lisérgicas. Traducir las pulsaciones mecánicas y tan orgánicas a la vez, como un lenguaje expresivo y puramente cultural. Solo lo consiguen en mi caso, discos como el regreso de A Guy Called Gerald. Justo cuando había un abismo generacional de por medio, y cuando es inevitable ver que perteneces a otro tiempo pasado.
TO ALL THINGS WHAT THEY NEED mueve los goznes de otra manera, pero el objetivo y el resultado es muy parecido. Lo único que invierte el mensaje, es el momento y el tiempo en el que se publican. Y supongo, que por eso, es el tiempo el único juez que los puede alzar objetivamente como obras imprescindibles.

Son esos sonidos de fondo naturales que emergen como el principio de todo, de la evolución: Los microorganismos invisibles entre los sedimentos marinos. El oleaje que se rompe en las playas desérticas del Pacífico, y la espuma a borbotones arañando la orilla. Esa especie de engendro con ojos saltones que se arrastra por la arena a base de espasmódicos movimientos y que cobra vida con “American Cars”. Una metáfora futurista hecha con brillos y deslumbres prácticamente intangibles.
To Love” ejercita el Drum and Bass gimnástico como una danza de calentamiento y estiramientos. El animalillo con las extremidades atrofiadas salta y se adentra entre la madreselva y los helechos, guiado por los mensajes de Ursula Rucker de gangsta aterciopelado con “Milenium Sanhedrin”. Y es “Call For Player” quien alcanza por fin la explanada diáfana e inmensa.
Esa unión de lo puramente ancestral y la mezcla de culturas milenarias. Podría ser un boceto a trazos instintivos con los que crear a un híbrido entre Dead Can Dance y The Residents; transgresión espiritual.

Este disco abandona la épica mayestática carmesí de la pista de baile: La destructora de la electrónica industrial y decadente, que la acabó prostituyendo para saciar los instintos más básicos. Para enfatizar en lo más primitivo; así se hace en “Meaning”.
Tajeen” o “Stranges Changes” se alzan como un TripHop vetusto y secular. Eso que ahora se entiende mejor cuando se escucha a Nicolas Jaar o a The Field. E incluso a la reescritura que jamás se atrevieron a indagar Massive Attack o Tricky: Negritud jazzística y sedosa al servicio de la maquinaria. TO ALL THINGS WHAT THEY NEED es un disco orgánico y conceptual único en su especie. No lo postergó, lo vomitó y ahí lo dejó. Un disco revelador perdido en el tiempo, a la espera de que alguien lo entrone como al Remain Lights de Talking Heads: material de laboratorio para que Brian Eno experimentara. Igual es demasiado aventurado y arrogante, compararlos. Pero son dos de los pocos discos, que parecen estar concebidos para explicar la evolución de la música en cuatro trazos cuando todo se vaya a la mierda.

Basta con escuchar “First Try”, “Pump”, y llegar a gatas exhausto hasta tocar “What God Is”. Y ver que aunque muchos lo han intentado, lo han recreado incluso evolucionado. Nadie como Gerald Simpson definiendo tanto en tan poco: La evolución de la música electrónica o no, en diez trazos y cuarenta y seis minutos.
Música escapista, Drum and Bass, Trip Hop, New Age, Acid House, Ambient...?? TO ALL THINGS WHAT THEY NEED es el centrifugado de la electrónica fallida lanzado al espacio ingrávido y eterno. ESSENCE/2000 fue el tubo de ensayo donde imaginarlo... discos para la posteridad.

viernes, 29 de abril de 2016

SEÑOR CHINARRO EN LA NOVA JAZZ CAVA DE TERRASSA_24/04/2016 PROGRESANDO HACIA NUEVOS LUGARES


Este pasado Domingo nos invitaron los primos a cenar. Invertimos las manillas de la brújula, y esta vez, nos adentramos en el Vallés Oriental para dar fe de la hermosura del nuevo disco del Sevillano; lejos de la martingala barcelonesa. Al refugio de las viejas fábricas del vapor textiles y antiguas salas de baile, ahora convertidas en espacios culturales. Y con el arrojo de sucumbir a un domingo tan perezoso, como tentadora lo es la idea de irse a dormir con “El Alfabeto Morse” rondándole a uno las entrañas; raya, punto, raya...
Por raro y reconfortante, es ver a los niños corretear mientras son los tíos los que ponen la cordura a ritmo de brindis. O al primo grande haciendo manitas tras los setos. También lo es irte con la calidez del tostado café todavía en la pituitaria, a poner bálsamo a la sobremesa con música; plácida y reconfortante música.
Lo es doblemente, cuando un disco como: “El Progreso”, intercede. Y de forma tan sutil recobra esos antiguos placeres, que tantas horas de escucha me dieron con: “Ronroneando/2008”, “El Mundo Según/2006”, o “Fuego Amigo/2005”. Por lo menos, en esas escuchas en bucle donde no hay excepciones que valgan cuando suenan a tumba abierta.

Dos Besugos” abriría la noche: Canciones que ya pasados diez años -por más mentira que parezca- se han tornado en clásicos de abigarrados indestructibles. De aquellas que miden tu vida con una unidad: la de la madurez. Y que ganan tremendamente en la voz de Antonio, con la serenidad y dulzura del tiempo. Con los nuevos músicos las canciones también suenan distintas, más directas, firmes y decididas; diría que hasta han mejorado o por lo menos cambiado a mejor.
Y la verdad es que volverlo a ver cinco años más tarde, en un espacio tan confortable e íntimo como la Nova Jazz Cava, me hacia especial ilusión: Una sala recogida, con una acústica diseñada con mucho cariño. El todo de un Domingo emborronado. Que hacen de un cancionero, algo familiar que ya forma parte un poco de ti y de los que allí se reunieron.
Éramos de abuelos quizás acomodados por la edad a su tono actual (más recogido). Que nos hacemos mayores, y la feminidad nos aflora por apego, pura empatía o a saber. Supongo que este trayecto largo desde que debutara con acuarela y sus inevitables dejes a The Cure y New Order solo ha entrado más luz en el salón. Pero lo cierto es que la mecánica no ha cambiado tanto como algunos reniegan. Más medios, más recursos para afinar las texturas... pero la lírica. Esa gran baza que malea con un sello ya propio, sigue deshuesando el ir y venir de la vida desde la misma mirilla anónima. Textos que para la ocasión (me) parecen, bastante más íntimos y sensibles; más poéticos. EL PROGRESO no es un disco al más puro estilo chinarrista y seguramente suponga otro giro tan determinante, como lo fue en su día “El Fuego Amigo”. La mano de J se nota y de un tiempo aquí seguramente sea el que mejor lo entienda. O simplemente una apreciación mía.

Me parecía interesante despejar la incógnita de como se comportarían los nuevos temas en directo; con músicos jóvenes y una producción ajena. Y si el temario más clásico se vería afectado por esos cambios.
He de admitir en contra de mi desconfianza, que he vuelto a descubrir otra forma de ver y oír sus canciones. Y estoy seguro que eso se debe a que el directo, es posiblemente la mejor manera de entender la música y al artista. En El Progreso las canciones entran con delicadeza y cierta timidez, en vivo y en tan solo cuatro escuchas, crecen como al guiso el buen reposo.
A “Dos Besugos” le siguieron: “Ángela” y “El Lejano Oeste”. Prueba de como han crecido igual que lo hará este último trabajo, un disco como EL MUNDO SEGÚN, que también adolecía de cierta complejidad.
Y llegaría “El Castigo”, una de esas canciones nuevas a las que me refiero cuando hablo de discreción. Sería una de las grandes de la noche. Las guitarras puntiagudas y aparentemente imperturbables del joven Jaime Beltrán, estallaron al final tan o más como la emotiva sección de cuerda que guía gran parte del disco; tremenda. Viajamos también hasta el fronterizo “Lejano Oeste” de tiempos en los que comprar una guitarra en Portugal, era una pequeña aventura narrativa. Se suplieron bien los extraordinarios y arrabaleros arreglos del tema original. Y una vez más, los acompañantes de PÁJARO JACK lo bordaron en la cadencia. “El Rayo Verde” en clave de himno y a mandar. Costó darle el tono a “Efectos Especiales”. Pero la grandeza del tema que abre lo nuevo de Chinarro gana sí o sí, porque es la digna culpable de zambullirse a pulmón en su más reciente trabajo. “Walden” recobra su tono más pop e infeccioso, familiar en la tonadilla pero demoledora en su rima.
Alguna sorpresa que no me esperaba, como “Los Amores Reñidos” o “Todo Acerca del cariño”; esta última quizás porque no es de mis preferidas. Aunque debo de admitir que de las cuatro veces que lo he visto, es de las que más he disfrutado. Segura e inesperadamente, porque le han dado mucha vida ¿músicos, otra perspectiva, la veteranía? o igual yo y el momento.

El repertorio y hasta el orden me pareció muy acertado y medido. Moduló la emoción, se hizo corto por intenso pese a las 20 canciones que tocaron.
De su anterior disco solo se coló “El Viaje Astral” y “Droguerías y Farmacias”. Y aunque hubiese preferido “Mudas y Escamas”, sonaron muy convincentes, y la segunda hasta dramática; probablemente lo más cercano a aquellas “Niño helado” o “En el panal” del 94. Desintegration de pura cepa.

Encarrilando casi el final de la velada, como dos puñaladas traperas en el costado: “Los ángeles” y “Babieca”. Seguramente dos de las canciones más grandes que ha compuesto el Sevillano en esta última década. Además ejecutadas de manera brillante en este lujo de acústica que ofrecía la Jazz Cava. La platea sentada dio hasta un regusto de hipnosis placentera de sobremesa perfecta. Las instantáneas de los mitos jazzísticos dotando de cierto misticismo al reencuentro, y la enorme bola de neón en las alturas poniendo el contrapunto mágico.

La misma magia de los acordes de “Maravilla”, que por un momento parecían homenajear a Marr y su This Charming Man. Es una de esas canciones contemplativas que enaltecen el carácter mundano de Antonio. Un vademecum imaginativo que inspira con sus textos una especie de manual de vida idóneo para disfrutarlo. “Del Montón” lo ratificó, y “Una Llamada a la Acción” por partida doble, lo elevó a redundancia absoluta. Difícil no sucumbir a ese lema.
Más, cuando El Progreso incide de manera tan emotiva, sentida y dolorosa al AMOR y las relaciones.

Él dice que -el amor- es casi siempre el recurso más práctico del músico, a la hora de escribir canciones: Nos eleva al cielo y también es capaz de lanzarnos desde el vacío a lo más hondo.
Pero las formas de explicarlo y cantarlo no siempre consiguen los mismos y melancólicos efectos. “El Alfabeto Morse”, que sonó totalmente sólo a la guitarra, es de esas. Un tema que a mi me llega, quizás por cómo lo describe; tan cruel y natural como es. Me pareció precioso, y con “María de las Nieves” y “El Progreso” de la mano, más todavía. No estaba la voz de Soleá Morente para aterciopelarlo, pero me sigue pareciendo la misma gran canción de amor de todos los tiempos. Típica si se quiere, pero inigualable por sencillez y arte.
Un desenlace con la sinergia que da un Domingo explayatorio desde la mañana a la tarde: Vermuth con PARES en el Mercantic, Viento a discreción, comida tuerta, café y copa de nit. La rúbrica final sonó a retumbe con de nuevo “Otra Llamada a la Acción”. El bueno de Antonio se comió -a drede o por cosas del hambre- media canción y la volvió a repetir entera al final; que cosas tiene mi Antonio!! Dando fe de lo grande de su último álbum. Un disco que logra cotas redondas en producción, letras, ejecución, y ese aire audaz y aplomo que le dan los jóvenes Granadinos PAJARO JACK; a seguir la pista en el Primavera Sound 2016.

Para acabar en El Café de L'Aula a golpe de Garnatxa del Montsant, Jazz y una Burguer Imaginá. Hay que ver que cosas más chulas tiene mi Terrassa!!. Quince años viviendo de espaldas a ella y de pasada, y resulta que de fauna y hábitats tiene tantos como vueltas da la vida... Que tan bella es, como distintos lo decorados donde te lleve el corassón!!




sábado, 23 de abril de 2016

SYLVAIN SYLVAIN & THE TRASH COWBOYS/THE BLACK HALOS en la Sala Monasterio. 15/04/2016



Del interés por las cosas de la flora y su renovación al: -me da un poco lo mismo- si son los cerezos, o son los almendros, los que apuntan que la primavera ya esta aquí. 
Ese ceder el paso al tiempo para que vaya tirando... y ya lo alcanzaré. Hasta un dejarse cazar a traición y darse por presa con cierto consentimiento. En una semana en el que el digno trabajo, te veja hasta violarte.
El Viernes noche de la pasada semana tocaba revancha a las diez tocadas sí, o porque sí. Esos actos de afirmarse a uno mismo: que la modernez y el avance imparable de los tiempos, ni sabe del pasado, ni quiere dejar pruebas de razas extintas.

Y claro, cuando todos corren a apuntarse tantos. No hay mejor manera de autodeterminarse, que bajar al sótano e invocar al abuelo emparedado tras la caldera.
Esas reliquias de ánimas que imperturbables, se aparecen cada cierto tiempo para recordarnos, que nos debemos a cuatro citas mal contadas: El Rock&roll, los movimientos contraculturales de finales de los 60, y al Punk como arma arrojadiza... 
Todo lo demás, es puro mercantilismo para que creamos que año el cero, sucede cada cuatro; todo mentira. 
Tendría que venir el menudo guitarra de los alambristas New York Dolls #Sylvain Sylvain -ya sin las plataformas y con las gafas del cerca- para darnos un patada en los cojones, y ponernos firmes.
 
Eso sí, no obviaré que la tarde/noche de aquel caluroso Viernes llegaría a alcanzar tintes de un thriller de los Hnos. Cohen: entre lo cómico y surrealista. Todo, por esa brillante y recurrente idea reservar las entradas vía red social, la más que hipotética certeza de que no se llenaría la pequeña sala Monasterio del Port Olimpic y claro, la poca credibilidad que nos da -supongo- facebook a los que todavía vivimos en la era del vinilo, los garitos y el boca/oreja. Llámanos melómanos chapados a la antigua, pero las entradas se venden anticipadas, o tonto el último.
La cosa es que nos tuvieron casi una hora haciendo cola, para ver que tenían los cuatro nombres de las reservas escritas a boli, y allí fuera había una cola de “cal' deu”. Y la suerte es que la veteranía y el morro, son galones que solo se ganan criándose uno en un barrio. Entramos, que es lo importante. La pena, que se quedó bastante gente fuera y la mala gestión del aforo.
Historia a parte merece, el hambre que arreciábamos los allí presentes. Con los estómagos encogidos como mojinos, y las tripas bramando como una Gibson Les Poul Goldtop pasada de pedal y palanca.
 


Pero qué hay, que no cure la supervivencia y el cooperativismo; ná, de ná: Que ahora me arremango, que me como una especie de simulacro de Kebab para hacer eso que llaman “asiento para sembrar”. Y que no sea que por falta de comida, la bebida nos juegue una mala pasada.
Las risas también ayudaron. Esa carcajada de hiena tontorrona que a uno se le escapa, cuando la psicodelía interfiere en las conversaciones y en es la perspectiva la que se deja llevar el pos de lo absurdo; pa que forcejear... Y presentarse a escasos metros #porque todo ocurría ahí. Para ver en escena a THE BLACK HALOS: 
Una banda de PunkRock muy Americana de las que a mi personalmente me horrorizan, ya que me recuerdan a la BSO de Crazy Taxy y a Offspring. Y cierto. A partes de mi pasado que no quiero recordar.
 

Pero como digo, a veces, todo consiste y gira alrededor de la idea de teletransportarte y viajar como El Niñato en las tiras de M. Gallardo. Esa concepción del espacio/tiempo, donde uno se acomoda para vivir desde dentro lo que ocurre, porque todo lo demás son leyendas y artificios. Ese público del que ya ni se sabe, ni se escribe porque es esa versión sucia del pasado, estaba allí. Los mismos que rebuscaban pequeños antros en las medianías de Barcelona, el raval o la periferia. Y por suerte, todo lo que escapa a esos asquerosos patrones estéticos fundamentalistas sobre la modernez.
THE BLACK HALOS y su desproporcionado líder, eran como la confirmación fantasmagórica de los echos. Una parodia en si misma como la de nuestra propia existencia: comedia pura y dura para animar el cotarro. Que creo que era básicamente la misión de la banda de Vacouber, por la poca relación que guardaban con el exguitarrista de THE NEW YORK DOLLS.
 

Tampoco importaba mucho la verdad, yo disfruté como un enano. Pies y manos se movían al unísono tanto o más como los del propio Billy Hopeless. Y el respetable que abarrotó la pequeña sala del puerto se agitaba como solo sabe hacerlo una noche de buenas vibraciones.
Un set intenso y veloz que nos llevó al galope por los cánticos de los himnos más representativos del cuarteto canadiense: “No Tomorrow Girl”, “Ain't Nothing to do”, “Jane Doe” o “Bombs not Food”, siendo los más coreados los de su primer álbum.
Pero era evidente que la mayoría de la vieja guardia de Barcelona, estaba allí para ver a Sylvain Sylvain. Un tipo que se ha sabido ganar como nadie, desde las tripas de rock más arcano del agitador Nueva York de los 70, el respeto. Con una actitud desprejuiciada, libre y pasional, para quienes fueron los primeros pioneros del Glam Rock. Una banda, New York Dolls, en ocasiones poco comprendida y valorada. Cuando hicieron de la finura de los Rolling Stones, la vanguardia de la Velvet, y el punk más salvaje; un estilo único e inimitable. Que reivindicaba la voz de los suburbios no exento de glamour, pero sin la mojigatería del glam más estético. Ellos eran los verdaderos activistas de esa parte paria de la sociedad neoyorkina: putos, travestis, maricones y drogadisctos.
Ya lo dijo antes de comenzar el concierto: - Yo soy de New York y de español se pocas palabras, solo: Hijoputa, malnacido, pendejo y maricón. Y yo soy un maricón; con orgullo.
 


Estaba a punto de arrancar una noche para no olvidar, de hecho hubo quien esperaba ver la sesión desde el burladero. Pero fruto de un comienzo demoledor, se quedó pegado a las primeras filas, viendo deshacerse al señor Sylvain con la electricidad de “The Cops are Coming”. 66 años y una trayectoria en la retaguardia, que no le quitan lo bailao.
Los TRASH BOYS que le daban soporte no eran otros que: Sami Yaffa (Hanoi Rocks), Stevei Klasson (Johnny Thunders) y Chris Musto (Johnny Thunders). Tres auténticos maestros con tanta clase como las canciones que sonaron, y con mucha tela que cortar. De hecho seguramente, los tipos más capacitados para recuperar el temario de las muñecas de New York. Con esa elástica electricidad que hizo suya Sylvain, cuando lo que parecía simple Garaje se transformaba en muchas otras cosas: suciedad multicolor con chulería y elegancia.
Teenage News” y ese pedazo de rock&roll ramoniano que nos puso en órbita dese el minuto cero. Con “Emily” la velocidad de crucero en aumento, pasaje entregado, y la tripulación sonando igual que si nos hubieran abducido al GBGB.
 

 
A partir de ahí la cosa alcanzó niveles míticos. No solo por el repertorio que se nos venía encima. Sino porque Sylvain y banda, se lo pasan sobre el escenario mejor que cuatro adolescentes con siete vidas vividas. Van sobrados, te tiran abajo cualquier tipo de estereotipo, te renuevan por dentro mejor que el bífidus ese, y te enseñan sobretodo... cuanto le debemos a nuestro pasado.
Pills” (esa remozada versión de Bo Diddley) para ver lo bien que siguen sonando los temas de New York Dolls 45 años después; la edad que casi tengo yo, paradojas de la vida. La versión de “Femme Fatale” bestial, de las cosas que he escuchado en directo más emocionantes en años. Diferente a la original, arrastrada, sucia, pero a la vez tan extrañamente bella... “Great Big Kiss”, un pequeño homenaje a su ciudad natal con la hermosa “Leaving in New York”; canciones dignas de reivindicar.
Y como no, las míticas “Jet Boy”, “Trash” y “Personality Crisis”. Newyorkdollsizados todos y todas, rendidos a un buen rollo expansivo que se adueño de la noche. Muchas, muuuuuchas risas a costa de la felicidad que emana este tipo tan cercano y natural.
Y un final de esos de estar tan y tan a gusto. Que acabado el concierto y con esa especie de embrujo dominando todo lo que sucesivamente sonaría, allí nos quedamos.
Nos dieron las cuatro, bailamos con Sylvain en medio de la pista igual que aquel chaval de 20 años. Y lo cierto es que de este tipo de encuentros en la tercera fase, se desprenden químicas tan únicas y particulares, que hasta de la conversación más banal, surgen reflexiones ciertamente poéticas.
 

Sin demasiado alcohol; no crean que son siempre las sustancias las que nos inspiran. Sylvain no dejó mucho margen para escaparnos a la barra; ojipláticos que estábamos. Pudimos ver a casi todo lo más pintoresco, anómalo y auténtico de la noche barcelonesa; como solo un exDolls sabe reunirlos.
Y fue un final de velada con pocas ganas de regresar sin dejar antes constancia de lo bien que estábamos. Sin saber si es la edad la que te hace rebobinar una y otra vez esos pasajes No/olvidables: Ese apunte revelador, ese momento trascendente y reflexivo, una frase, una risa, un dato, un algo... Como queriendo dar fe, que la compañía aludida y lo vivido, son únicos.