jueves, 29 de mayo de 2014

TERRÍCOLA _ 2011: Y EL BRILLO DEL MEMBRILLO




Ediciones Limitadas BCN
D.O Montsant
Uvas: Garnacha, Samsó, Syrah, Cabernet Sauvignon
Viñas de 20 a 50 años
Terrenos: Pizarra, Calcáreo y Arcilla
Fermentación en Inox. y crianza de 9 meses en roble Americano y Francés
Vendimia tardía a mediados de Septiembre y finales de Octubre
Volumen Alcohólico: 14%
Precio aprox.: 10 a 12 euros




Volviendo sobre mis pasos a las puertas de un mes de aniversario. Y cuando apenas si hay motivos para celebrar, ni tan siquiera algún atisbo de brillo inspirador. Son los pequeños detalles de nuestro sino de depredador natural y de hambrientos insaciables, los que nos obligan a aventurarnos en busca del estímulo lenitivo que nos haga volver a sentir vivos. Ese acto si se quiere egoísta, pero que hace posibles nuevos escenarios: y no me refiero a volver del revés nuestro universo personal, si no a reubicarse para buscar otros brillos, otros matices, otras percepciones en definitiva.
La mayoría de las veces recurrimos a recrear el pasado, a alabarlo e incluso en ocasiones lo proclamamos como un pensamiento único. Pero no hay nada como desbrozar senderos en desuso y aguijonear esa apatía por la aventura, con imaginación .
Esto es válido para cualquiera de nuestras más devotas costumbres, pero en este caso me refiero al vino en concreto, y en general a mi limitada jurisprudencia rutinaria: Esos itinerarios a los que me somete mi baja laboral y que hacen del día a día una especie de suplicio, sin más remedio que tirar de imaginación y rebeldía.


Por lo general no es que mi vida fuese la alegría de la huerta en lo que se refiere al disfrute de aventuras; y no voy a contaros mis penurias ni mis concisas tribulaciones. Pero por lo menos los brillos resplandecían antes; aunque fuese a fuerza de “dar cera, pulir cera”. Por probar he probado de todo, que bien lo sabe el dios de las alturas:
Cambiando travesías que se repiten una y otra vez. Escogiendo al azar los cd's que atiborran de datos la guantera de mi coche; en un intento de descartar rayados y variar mi dieta musical. Hasta intentado sembrar mi afición a la lectura en barbecho, y desenterrar aficiones en desuso: (hacer doble nudo en zapatillas, volver a ponerme camisetas de juventud con olor a humedad, comer Shitake de forma compulsiva, y hasta entablar conversaciones con desconocidos). Los paseos por la calle hacia mi recuperación o hacia cualquier destino, siempre inciertos, dubitativos. Dando rodeos para ir a los mismos sitios de siempre, y con la incomoda sensación de que la gente te observa y te siente translúcido; con esa apariencia de duda, de sentirte perdido y de estar ahí cuando no debieras.
Y sí, lo admito, puede que sea un signo de inmadurez con un cierto grado de imbecilidad bochornosa. Pero otros lo hacen suyo egoistamente y lo sufren en la intimidad como las almorranas; yo por lo menos lo confieso, admito, y... lo comparto (eso también). Hacer además estas cosas, más dignas de un verdadero esquizoide que de un hombre de bien, tiene sus pequeñas glorias. Y es que en ese pasar inadvertido y buscar los brillos entre la gente, a golpe de esquina, y en el tiralíneas de las calles de tu aldea, uno se da cuenta de cosas que habían pasado inadvertidas todo este tiempo (y esto también tiene delito). Apunto y anoto siguiendo un rito escrupuloso:
Me levanto, me visto y bajo a comprar el pan a la ocho en punto. Reparo en la desbandada de testigos de Jehová que pasean a esa hora por mi calle, todas féminas, en pareja (como los guardia civiles); quiero imaginar que en tiempo de crisis buscan pobres de espíritu. Llevo a mis tiernos mancebos al cole, observo a las madres mientras sorteo las cagadas de perro. Tiempo justo para desayunar y encaminarme hacia mi rutinaria rehabilitación, una vez allí analizo escrupulosamente al personal (entablo conversaciones para parecer normal). Y de camino a casa circunvalo dando un rodeo sin sentido, con la sola excusa de pasear por calles por las que nunca lo había hecho (por variar vamos).
Vuelvo a reparar en la cantidad de tiendas, llámese gourmet, delicatessen, o sabe dios como denominar a negocios con apariencia de cualquier cosa menos para lo que han sido concebidos: Bares con apariencia de peluquerías, bazares chinos que parecen tiendas de moda, peluquerías que se asemejan a tiendas de discos, restaurantes minimalistas que parecen casas de citas, y tiendas de vinos que parecen haber seleccionado las botellas más para decorar, que para cualquier otro menester. Y voalá, allí estaba ella.


Ocultando con rubor su atractivo no sin cierta austeridad, y rodeada de un sinfín de socorridas botellas, allí estaba el brillo, rutilante en la esbeltez de su botella. Podría ser uno de tantos Montsant, y aprovecho para denunciar el exceso ante no digo yo que no #¿avalancha de vinos de precios medios, que no son más que clónicos entre si?
Es cierto!! en esto de las fluctuaciones de la demanda y de ésta a la moda abrumadora, no hay más que un paso. Del que uno solo puede salir airoso a base de pericia HérculesPoirotesca; toma exabrupto!! Pero es que no puedo evitar el envite de curiosear en las tripas de estos “nuevos” comercios; incorregible como soy y a sabiendas que su proliferación obedece más a un llamativo frontispicio, que a la verdadera vocación aventurera de sus comerciantes.
Se que no siempre es así, pero en la mayoría de los casos son más las botellas de Riojas jóvenes y atractivos de 4 euros, y los vinos de Rueda tan de moda ahora: joviales, florales y femeninos que buscan el típico comprador sin apenas profundizar en los pequeños productores con terruño. Con lo que acojo estas novedosas iniciativas con cierta prudencia y desconfianza.
Por suerte no siempre es así. Y entre esa legión de vidriosos envases con diseños modernos, nombres recurrentes, y etiquetados atractivos, no por fuerza se han de hallar la mayoría de las veces caldos para tragar. Una artimaña demasiado extendida, para parecer lo que no se es y convertir así el brillo en deslumbre.
TERRÍCOLA es uno de esos casos anómalos, sin ser por ello un vino excepcional y jugar en esa liga controvertida del secretismo. Pero pese a no desvelar los porcentajes de cada uva que conforman su complejo cupatge, y soterrar clamorosamente las virtudes de sus cuatro perlas negras con una sobremaduración quizás desmesurada. Sigue sobresaliendo con una sorprendente identidad, por su provocador precio y sobre todo por como se desmarca de la inconfundible impronta de esta subzona del Priorat.

Empezando con ese intenso color picota y lo que nos sugiere: Intensidad, caramelo, profundidad... La capa alta y la densa lágrima que decora nuestra copa. En nariz es disparatado con ese primer golpe a resina a pegamento, que para muchos es un desagradable inconveniente, a mi sin embargo me espolea a pesquisar. Se desvanece el alcohol con una volatilidad inusual y aunque se hace más presente ese tufo a pegamento, comienzan a aparecer las ligeras notas a verdura asada, la madurez, los geranios, y el verdor bastante más agradable de los pimientos junto a los trigueros . Se intuye su identidad mineral aunque muy lejana: basalto, pizarra, grafito quizás.
Su entrada en boca sin embargo destaca por esa maduración excesiva que pese a ser agradable y sedosa, empacha ligeramente; puede recordar remotamente a los Amarone o a L'embruix de Can Llach. Boca amplia con unos taninos casi imperceptibles, con un postgusto agradable con toques florales y de mineral. Y un final largo entre lo balsámico y lo amargo del Cabernet.

Un vino curioso que apunta longitud, aunque con el paso de los días decayó un poco acusando esa sobrecarga de madurez y esa remembranza química de su pegamentoso aroma. Y del que valoro sobre todas sus discutibles cualidades, el factor de la sorpresa y del riesgo. Que hace que las aventuras por avivar la llama de la sorpresas derriben de tanto en tanto el orden establecido de las cosas.
Uno por suerte no sabe nunca a ciencia cierta si la razón está de su lado, o si todo debe ser así o asá. Para eso y todo lo demás está el subconsciente instintivo, ese sexto sentido que rompe con las ideas preconcebidas y que nos moldea con naturalidad cuando no seguimos preceptos y doctrina alguna. Y lo necesario que de vez en cuando dejemos de sacarle brillo a nuestro orden de preferencias, para buscarlo allí donde sea y expandir así nuestro espíritu; la conquista de nuevos territorios, como se suele decir.


SALUD!!

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