viernes, 27 de junio de 2014

CÓMEME EL COCO AMOR!!



Y así fue como ocurrió. Una larga e interminable noche de insomnio de aquellas que cuentas segundos, minutos y horas. De las que ves despuntar el amanecer como en una laaaarga noche de fiesta, de las que te oyes las tripas, el rumor de la gente y hasta la pierna quejarse de su posición en la cama.
Una de esas veces que tanto tiempo libre te da para que la cabeza recapitule todo lo sucedido en una primera noche de verano: El postergar una cena de regalo durante once largos meses, el descubrir los pormenores de un Smartbox de regalo , y el decidir que tanta imaginación debe ser inmortalizada.


No suelo relatar este tipo de nimiedades de tres al cuarto, pero es que si algo concluyente tiene no pegar ojo toda una noche; hecho insólito en mi vida, desde que el sueño me abandonara en las noches postoperatorias de la UCI. Es que la cabeza: esa olla exprés que tenemos sobre los hombros, comience a hacer diabluras con el hecho más intrascendente y liviano de tu vida. Y no poder parar de atar y desatar canciones en la cabeza, cuando la cabeza empieza a coger carrerilla desordenando y ordenando ideas: Cambiamos cien veces de posición, recapitulamos cual taquígrafo sin control, y bostezamos en modo loop con unos lagrimones como puños.
Una de esas cajitas que se regalan como socorro a la duda y a la difícil tarea que todo hijo de vecino tiene cuando se enfrenta a un regalo tuvo la culpa. Y que conste que no es un reproche, pobre de mi!! ¿quien no ha patinado a la hora de escoger un sitio para cenar?. Sobretodo cuando el hábito de salir a cenar se a oxidado por la fuerza de los años y el transigir de la paternidad.

Sin maldad ni resquemor alguno, nos hicimos acompañar por los idealistas del regalo, con quienes compartimos la mayoría de nuestros actos lúdicos. No por nada, pero es que la simple idea de cenar a solas después de tantos años nos horrorizaba. Así que después de ojear el librillo que acompaña al regalo y comprobar en sinfín de restaurantes con unos menús bastante estandarizados. Escogimos al túm túm uno que se hacía llamar FUCSIA en el barrio guay de Sant Gervasi (Barcelona), sin leer críticas o comentarios algunos, lo admito:
Así que mientras esperábamos en el coche a nuestros acompañantes y la hora de la reserva, no pudimos evitar husmear vía Smartphone (todo muy smart como veis), lo que aparecía en la red tras teclear “Restaurat Fucsia, Barcelona”. Por cierto, ¿Quien le pone de nombre a un restaurante fucsia, por dioh!!? Sin desperdicio alguno como es de suponer:

  • Ambiente muy agradable, poco ruido, acogedor. Comida muy buena, bien elaborada y raciones más que aceptables. Con la bebida y el postre se va un poco del precio. Servicio correcto.
  • Fuimos 15 personas a cenar el sábado por la noche (precio cerrado) y para nada esperaba cenar tan bien. El ambiente era festivo pero sin pasarse, y me llamó la atención que casi todos los demás grupos eran de mujeres. Volveré pronto
  • Se ve que hay un descuento de 50% si reservas por internet... La comida buenisima y el precio del menú es muy ajustado. La camarera no entiende mucho castellano la pobre! Ambiente chulo. Muy recomendable!
  • La comida muy correcta, los precios normales para la zona alta de Barcelona, lo mejor el ambiente, gente bien vestida y se puede hablar
  • Me sorprendió a mal. Muy lentos en traer los primeros platos a toda la mesa con lo que ya se enfriaba el plato de algunos. No tenían todos los ingredientes en la ensalada de cabra y nos pusieron otro queso (bastante malo) sin decir nada. No tenían el postre del menú y nos ofrecieron Coulants (típicos de la Sirena...muy decepcionante). El ambiente es joven y esta bien decorado pero lamentablemente no volveré.
  • Fuimos a cenar con una smartbox que nos habían regalado por Navidad. La cena incluía una botella de vino, que intentaron sustituir por una copa de vino o de agua. El menú que aparecía en la smartbox no estaba disponible. También intentaron estafarnos con el postre, dándonos a elegir entre dos postres cuando se podía elegir cualquier postre de la carta. Si no te quejas ni te ponen la botella de vino ni el postre al que tienes derecho,La comida bastante mediocre y el servicio lento. No volveremos.

Por suerte ese color color asociado a Barbies y a la época dorada del Acid, brillaba por su ausencia en la decoración del interior (menos mal). Como podéis imaginar la cosa prometía, pero alto!! que no hay más gusto que acometer las cagadas con estoicidad, humor y valentía; y que sea este un acto sociológico.
En la pituitaria emocional todavía resonando la banda sonora del trayecto Cherry Ghost “Clear Skies ever closers”, romanticismo en modo álgido con fotogramas del pasado incluidos: And in the photograph
You have caught me in my prime
Love and lust, girl, shoulders wide
A token of a kind of time
Y nosotros a disfrutar eh, que no parezca que íbamos en son de guerra: Los cuatro ya sentados ante la mesa cumpliendo el puro trámite, el silencio de la sala que a lo largo de la noche se fue llenando de cenas en grupo. El ojo de Halcón calentando motores, como si ya supiésemos que la velada sería entretenida; dios sabe que sí. Y ese divertimento que tenemos yo y mi cuñado de observar, analizar y conjeturar entre lo malévolo y lo socarrón; es uno de nuestros vicios más incorregibles.


He de decir en defensa de dicho restaurante, que la decoración, disposición y ambiente del lugar tenía todos los ingredientes para caer uno en la trampa. Todo aquello que uno desea de un restaurante y donde sin apenas una personalidad concreta, confluyen casi todos los deseos y gustos de los comensales; ideal para grupos numerosos y calcado a la contraetiqueta del vino blanco de la casa que nos pusieron #XANTAL: Amarillo pajizo, brillante con reflejos verdosos, aroma frutal limpio y fresco, buen equilibrio en boca, con un final muy agradable.
No se, son de esas cosas que quieren transmitir tanto y dicen tan poco, que acaban acojonando. Cuando así sin comerlo ni beberlo el romanticismo se fue al traste y parecía tener a Jorge Ilegales echándome el aliento en el cogote. Porque noo hay nada más peligroso como querer abarcar espectros tan amplios, como poco concretos. Eso sí, todo con un punto de sofisticación suficiente para que el personal asuma esos precios que sin ser desorbitados, no hacen desde luego honor a su calidad. 

Total y abreviando. La carta corta no, lo siguiente: Por un lado es positivo, si de esa manera un restaurante se centra así en explotar las virtudes de sus platos (yo por lo menos lo prefiero). Quizás puede también que Chicote halla hecho un daño incalculable en fabricar críticos culinarios excesivamente exigentes por doquier; yo desde luego no me considero uno. Incluso si me apuras, también es de rigor pensar que no se puede medir a un restaurante por su oferta Smartbox. Lo cierto es que dos éramos de Smartbox, y los dos acompañantes casuales lo eran de carta (y eso lo adelanto, por si el propietario se anima a comentar en el blog; lo cual seria de una valentía admirable).
Por un lado tenemos las bebidas, vino de la casa aparte; en eso no entro, es lo que hay. Otra cosa bastante más irrisoria es pedir un agua con gas y que te pongan una VIVARIS: una pseudoagua que no es más que agua carbonatada (la misma con la que elaboran la Coca-cola); con la de aguas con gas de calidad que tenemos por un precio razonable y que te ponen hasta en el bar de la esquina. Lo de la cerveza de barril (caña,copa o jarra) ya es innombrable. Ya que mi disposición en la mesa hacia el rincón donde se preparaban bebidas, cafés etc. era privilegiada, así que atención al detalle: Las cervezas que no se pedían estrictamente de botella (que era el 90%, pues tampoco las ofrecían), eran rellenadas con latas de AURUN. Sí, esas latas de 0'27 Euros que venden en Lidl, Eroski, etc etc. y que compramos a los vendedores ambulantes en conciertos callejeros, o cuando quedamos con los amigotes para celebrar una barbacoa. Y que dicho sea de paso, que está más aguada e insulsa que una Cero 0%.
Y con esto no quiero que penséis que el niño es de morro fino. Que una cosa es que de gustos y opiniones hay tantos como colores y culos, todos tenemos uno. Y otra muy distinta es querer vender mobilettes tuneadas a precio de Hondas.

Visto el descaro con el que  hacían el avioncito, cual bebé embelesado a las distraídas mesas, el tema de los platos quedaba incluso en un plano de elegancia subliminal: Ensaladas hechas a base de bolsas Florette y cuatro adornos coloridos por 10 Euros que no llegaban a menú, un Risotto con textura de arroz con leche Danone al que lo disfrazaba una brizna de Parmesano, y un Rape inundado de una salsa  inconcreta tipo Knorr (pero de marca buena). Para rematar, dos únicos postres: Sorbete de Limón, y una tarta de chocolate visiblemente industrial; los cortados cada uno en un contenedor distinto (tazita de loza, taza de vidrio, y chupito alargado)

Vamos, que el Restaurante Fucsia como otros muchos que abundan en nuestras ciudades, se jacta de aquello que yo llamo “cocina tramposa”. O esa manera sutil de jugar con precios asequibles, público joven, y una oferta que contenta a todo el mundo, para colarte con maestría las técnicas de Falsarius Chef.
Un arte que se extiende como las epidemias y que no hace más que aprovecharse de esa imperante tendencia de dilapidar la imaginación de otros, con una vulgaridad morrocotuda vestida de modernidad. En fin, artimañas con las que colarte una cena por 25 Euros cuando hay menús de 12 que los superan en calidad, identidad, imaginación y aprovechamiento de recursos; algo además muy extendido en nuestro país desde tiempos inmemoriales (así nos va). U otra manera de atraer a grupos con precio cerrado, para así hacer gala de un todo vale; por el saber estar y no linchar al inocente que buscó el restaurante, puro síndrome de Estocolmo vamos.
Está claro que se aprovechan de la confusión reinante entre aquellos que unos tildan de pijo y el disfrutar de las materias primas de calidad (que no siempre son inalcanzables). Y lo que más me jode es que hay negocios de gente joven con pocos recursos, que se lo curran infinitamente mejor y que acaban cerrando. Fucsia no, como dicen ellos, llevan 16 años como negocio de moda.
Moda moda, la que más mola!! Agur!!

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