miércoles, 9 de julio de 2014

EL FIN DEL CURSO: (GALLEGOS ELEVADOS AL CUBO) # VIÑA DE MARTÍN ESCOLMA, SALVAXE & ISSUÉ.




Alcé la vista para mirar la hora mil doscientas treinta y cuatro veces, no avanza. Y la esfera del reloj desprovista de segundero, me hacía más eterna la espera. Como si un minuto no tuviera en realidad sesenta segundos y sus mecanismos internos adoleciesen de reumatismo. Esa impaciente demora del fin de las jornadas, que ejerce un efecto dèjá vu de ida y vuelta sobre mis recuerdos. Y ese encontrado anhelo de dos situaciones distintas y comunes: El fin de las jornadas escolares, y por otro lado el siquiera imaginar que el largo sueño de verano me desproveerá de mis ansiadas catas subterráneas.
Llegamos al soporífero mes de Julio con sus sesteos intermitentes, cabezadas que decapitan la vigilia nocturna. El griterío de los insomnes que buscan la hostia bendita del dios del descanso y los perros; siempre hay un perro que ladra a los fantasmas de la noche. Llega la hora tocadas las ocho y pico, y pese a que a esa hora el sol no quiere ya ponerse. Colocamos la montura a nuestro coche (suenan unos primeros acordes), insertamos las llaves en la ranura, y sobre las marcas aún frescas de los neumáticos nos ponemos rumbo al municipio colindante.


Es la última cata antes del receso vacacional. Y aunque se que volveremos en Septiembre a encerrarnos en esa sima secreta, llamada Vadevacus, se me anuda el estómago solo de pensar en un largo mes y medio en dique seco. Un acontecimiento que sucede cada quince días y que en este extraño... ¿os he dicho ya lo extraño que ha sido este año?, y metamórfico año sí, también. Se pueden contar con los dedos de una mano a las que he acudido, ya que una especie de mal de ojo me ha dejado en vía muerta la friolera de seis meses; y la que te rondará morena.
Así pues, ya os haréis una idea lo que supone el colofón: Algo así como la esperada primera noche con el amor de tu sueños, que se consuma en una eyaculación precoz; vamos para entendernos, que el año se me pasado volando por lances que no vienen al caso. Y ya puestos, teniendo en cuenta lo poco que prodigo en relatar por estos lares mis experiencias Cata/tónicas (os/les debo una). Con lo que no hay mejor guinda para coronar un año extraviado, que hacerlo poniéndonos en manos de Jordi Ferré; todo un archivo de añadas, sabores y perfumes, pero con piernas.
Como decía nuestro añoradísimo Ignacio Gasca, alias Poch: - Listooos!!, para la inmersión!!

LA SIMA
Estoy seguro que más de uno pensará que esto de hacer catas es una moda de tantas; que si catas, degustaciones, expertos en Gin Tonics, maestros y maestrillos de ceremonias, patatín patatán... Como mola hablar de cosas que nadie entiende, hacerte el interesante, levitar sobre el resto de mortales y escuchar de otros aquello de: - Jo, es que tu eres un experto (modo falsa modestia On).
En fin no digo que no, que como en todo habrá a quien le muevan las cosas por saber más que los demás y hacerse el interesante. Yo personalmente pienso que las modas traen cosas malas y buenas. Y aunque es obvio que muchos adoptan el hábito por mera tendencia y pose, también es cierto que si esa moda hace que la gente conozca, aprenda, divulgue y se interese, bienvenida sea; y allá cada cual con sus actos. Si algo me ha enseñado la edad, es que todo en la vida es tan relativo, cambiante y variable como las circunstancias y la perspectiva; igual que aquella peli del 2004, CRASH.

Dicho de antemano en voz alta aquello que muchos piensan, y en el que me incluía yo; mucho antes de formar parte de esta aguerrida familia. Puede que me exceda en tópicos, pero además de tener la suerte de conocer a nueve fabulosas personas, amén de las que se unen de forma esporádica. Me felicito por la generosidad de conocimientos, caracteres y puntos de vista diferentes que compartimos todos en cada sesión. Y además del esfuerzo que realizamos, y algunos especialmente, en conseguir vinos únicos que de forma particular (por lo menos en mi caso), no podríamos adquirir o tener la oportunidad de compartir por precios a veces inalcanzables o por mera logística.
Cada uno a su manera, sin patrones ni doctrinas, siguiendo instintos y emociones. Soltando el lastre al que nos encadena el trabajo o cualquier angustia personal. Y sobretodo aprendiendo los unos de los otros sin prejuicios de ninguna clase y buscando siempre en la sorpresa, el mejor motivo para amar esta magia intrínseca que emana el vino, y todo lo que le rodea.

La del último jueves fue una de tantas catas a ciegas a las que nos hemos habituado en las últimas jornadas. Una especie de juego donde no se miden las sabidurías, sino la valentía para jugar al escondite con unos caldos, que en la actualidad derriban todos aquellos mitos sobre perfiles clásicos, uvas o zonas que delimitaban en el pasado cualquier atisbo de experimentación.
Y es que hoy en día es una verdadera suerte contar con productores avezados, que no se limitan tan solo a producir vinos previsibles y a dormirse en los laureles de la popularidad. Si no que buscan la identidad de la uva, del pasado, y del mineral que amamanta a las vides; vinos con terruño como se dice. Y sobretodo esa demostración de tesón al lograr verdaderas maravillas, con vides y zonas abandonadas a su suerte por su mala rentabilidad.
De los vinos Gallegos se ha hablado largo y tendido: de esa fama asesina que ha matado de popularidad a Rias Baixas (igual que a Rueda). Con unos rangos de precios que van desde la sobre valoración de vinos clónicos, gemelos, planos y aburguesados, hasta el derroche de otros con superproducciones que dilapidan el excedente en diluidas cosechas. No se habla tanto de los grandes vinos que emergen a la sombra de los triunfadores:
Pequeños pagos con ínfimas producciones, trabajos y dedicación titánicos, recuperación de variedades perdidas en el tiempo, o agriculturas biodinámicas que se ponen en las manos de los ancestros, para regalarnos verdaderas proezas de la naturaleza.

Allí fue donde nos llevó una de las catas más especiales, emocionantes y reveladoras de cuantas hemos hecho; sin menospreciar otras tantas con las que hemos jugado a adivinar donde está la bolita. Pero es que de blancos y tan fabulosamente desconcertantes, pocas como esta.
Se habló de vinos Franceses y Californianos, de alguna Garnacha del país. Se barajó la posibilidad de que se tratase de Viogniers, de Rielsing Alsaciano o que se yo, conociendo la putería de Jordi para buscar de debajo de una piedra lo más curioso o raro. Tres blancos rebosantes de personalidad que evidenciaban una procedencia allende de nuestras fronteras; porque seamos francos, no son tantos los blancos de aquí que sobresalgan por su indomable personalidad. Muy buenos eso sí, tenemos vinos blancos realmente buenos, pero que alcancen el nivel de personalidad única y diferenciada o que sean capaces de ganar con el paso de los años, pocos.
Así pues la carta de presentación de estos tres blancos tan distintos entre si, hizo que ni el más audaz y trillado de los presentes tuviera las santas narices de acertar con uva, zona o nacionalidad; teniendo la certeza de que estábamos ante algo único. Nos daba la risa tonta, exigíamos pistas, algún dato... nada, Jordi no soltaba prenda. Hasta que la sorpresa fue mayúscula a desenvolver el secretismo del papel de aluminio, y descubrir que se trataba de tres caleidoscópicos Ribeiros. Una denominación Gallega que se a visto diezmada por la arrolladora popularidad de Rias Baixas, y que ha quedado injustamente relegada a una división inferior, como vinos básicos y ligeros.


El primero, un meloso y balsámico VIÑA DE MARTÍN ESCOLMA del 2009. Un vino de Luís Anxo extraído de sus cepas más viejas, con tres años de crianza y un cupage de Treixadura, Albariño, Lado y Torrontés. Un blanco fruto de un rendimiento realmente bajo donde las viñas tan solo son capaces de producir un kilo por cepa; un verdadero elixir vamos.
Todo un señor vino rebosante de complejidad que evoluciona maravillosamente en la copa, y que promete por su corpulencia una exponencial ganancia con el paso de los años. Con la oxigenación y el atemperamiento gana mucho en nariz: Plátano, Miel, Mangos que con la volatilidad emana un agradable perfume a flores blancas y un toque lejano a anises. En boca es bastante glicérico y untuoso, se notan los toques minerales con una ligera remembranza al roble Francés. Es goloso pero muy refrescante a la vez por ese largo final que atesora, y por esa acidez tan bien integrada en el conjunto. Bien podría compararse con un gran Borgoña, y desde luego es una sensacional fiesta de sensaciones misteriosas.
Las botellas se abrieron cinco horas antes sin decantar, con lo cual es importante y a tener en cuenta de que hablamos de vinos para disfrutar sin prisa, con mucha calma y sin abusar del frío.


La segunda botella se trataba del SALVAXE del 2010, que como bien indica su nombre es un vino bastante más vivaz y heterodoxo, que destaca por la ausencia de fermentación meloláctica (proceso que se utiliza para suavizar la acidez). Este detalle importante porque estamos ante un vino de cultivo biodinámico, que evidencia aún más la grandeza de su gran estructura y equilibrio natural. Elaborado con viñas viejas y jóvenes de Treixadura, Albariño, Godello y Caiño blanco.
Mucho más controvertido en las sensaciones que desprende y con un perfume más intenso. Es un vino más abierto y exultante donde destaca la rotundidad de las Vainillas, el anís estrellado y el hinojo, que contrasta con un fondo a pastelería, mantequillas o tostados. Es otro vino cambiante que se muestra en inicio más cítrico y frugal pero que va adquiriendo personalidad con el tiempo. Muy complejo con notas muy entrelazadas, parece que va apareciendo al cabo de la media hora algo de ahumado muy volátil.
La boca es muy melosa y amplia, de inicio el que más me gustó por ese contraste entre la untuosidad y esa acidez salvaje que me recuerda a los blancos Italianos. Tiene un puntito de trigo fermentado, mineralidad incluso diría que un recuerdo a whisky de malta; probablemente por ese recuerdo a pescado ahumado y a su acidez. Desde luego no tiene nada que ver con cualquier vino gallego que halla probado y su frescor, ay su frescor!! es bárbaro que unas viñas con tan poca intervención den un vino tan estupendo y estilizado.


Para acabar lo hicimos con uno de los más curiosos de los tres, el ISSUÉ del 2010 y el más económico de todos ellos; que aunque sean blancos de alto rango, bien lo valen. Un vino donde la barrica parecía más presente por el tono amielado de su color. Un perfume embriagador e hipnótico que recordaba ligeramente en concordancia con los Riesling Alemanes, pero mucho más profundo y desconcertante. Con un ensamblaje más arriesgado del 40% de Treixadura y 35% de Lado, y el resto repartido entre Loureira, Verdellc y Silveiriña.
Muy floral en su nariz donde prevalecen los geranios la magnolia, algo de verdor y mentolados pero muy al final. Sobresale espectacularmente a lo largo de la cata un intenso perfume a toffee y a esos caramelos werther's, que es lo que más prevalece en su nariz. En boca se muestra radicalmente distinto a los demás como un tobogán de sensaciones. Se nota la madera, aunque está realmente integrada, los toques minerales y salinos muy al final. No sabría por cual decantarme porque la verdad tal y como nos indicó Jordi Ferré, son tres vinos que además de romper con el perfil hegemónico de los vinos Gallegos están prestados a evolucionar de manera asombrosa. Es esa misma robustez indomable y fascinante de los blancos Italianos, que en su transformación parece uno tener la sensación de estar ante vinos tridimensionales: En su apertura explosivos y alcohólicos, al cabo de los minutos mucho más expresivos y abiertos. Y con el paso de las horas (o días) y la ½ botella consumida, como otro vino extraordinariamente distinto; más desnudo, agradecido y generoso.



Con las diez pasadas ya, la miel en los labios aun y el embrujo apunto de convertir carrozas en calabazas, nos asomamos ya a la superficie para tomar aire: exhaustos, exultantes, felices, henchidos y con la lengua viva. Reunirnos cada quince días para compartir experiencias no es solo eso: beber vinos, aprender y descubrirnos/los. También tiene un/mi rito, un rito personal que va más allá de lo que muchos puedan pensar sobre las catas o los placeres de la vida: Como si se tratase de una liturgia más elevada que el simple placer de beber una copa, charlar y compartir, algo no exento de envoltorio, sugestión y elitismo. Puede que sea eso lo que nos han intentado inculcar sobre lo pecaminoso del disfrute y el conocimiento que se extiende como una plaga.
Pero se equivocan, porque el disfrutar en compañía de los gustos comunes; ya sea música, comida, cine, literatura, arte o cualquier cosa que nos sacie el hambre por conocer, no difiere en la temática en si misma ni en el nivel de máxima sabiduría. Si no en las ganas que uno tenga de descubrir sensaciones y pasiones colectivas; esa especie de cooperativismo y trabajo en equipo, que nos forma con el paso de los años y nos hace portadores del testigo. Un virus, el de la curiosidad, que debería inocularse contra el mal de la ignorancia y los juicios ligeros, y que se allá en cualquier cosa que nos emocione. Basta con arrancar un deseo y llevarlo a cabo con ayuda de todos, y derrumbar aquello que piensan muchos sobre las empresas o el coste que representan.
Para mi lo es todo. Desde el mismo instante en el que me monto en el coche, pongo la música que me inspira el momento y disfruto del recorrido. Admirar el paisaje de extenso campo que separa mi municipio del destino, observar gentes, ciclistas y corredores. Mujeres con su cesto de compra, imaginar historias alrededor de transeúntes anónimos y volver sobre mis pasos con la noche ya cerrada. Ahí suenan canciones, estupendas y mágicas canciones que ponen música a un momento. Esperar que el paso de las horas y los días maceren en nuestro interior, como los buenos e inolvidables momentos.
Porque todo en la vida tiene una música desde el bostezar al levantarse, hasta la nana para irse a la cama. Tanto o más que los aprendizajes que nos otorgan las diferencias y las similitudes, los acuerdos y desacuerdos, o la sana discusión de aquello que nos separa y nos enseña a ver las cosas de forma distinta.

Y sabe dios (si existiera), que las sensaciones de cada jueves y las líneas equidistantes que se unen en un punto infinito de la carretera cuando uno regresa a casa, tienen la suya propia; música celestial, enseñanzas y recuerdos que se ramifican con el tiempo.

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