miércoles, 13 de agosto de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (son 4): JOSEP FORASTER BLANC SELECCIÓ 2011 & TREPAT 2010.




Bodega Josep Foraster (Montblanc)
D.O: Conca de Barberá
Uvas: Garnatxa blanca, Macabeu, Chardonnay
Graduación: 13%
Suelo calcáreo y pizarra, altidud 450mts
Elaboración: Maceración pelicular con levaduras endógenas de la propia uva. Posterior fermentación 50% en roble francés (5/6 meses), y 50% en depositos de inox.
Temp. servicio: 10/12 grados
Precio aprox: 12 Euros

Uvas: Trepat (autóctona de la Conca y tradicionalmente usada en rosados)
Graduación: 13%
Suelos de aluvión arcillocalcáreos con piedras de río.
Elaboración: Vendimias tardías a finales de Octubre con una reducción al 50% del total. Maceración en frío y posterior fermentación con levaduras endógenas. Fermentación meloláctica en barricas de roble francés, y crianza de 5/6 meses.
Temp. servicio: 14/16 grados
Precio aprox: 10 Euros


Entre noches de desvelo sabanas húmedas y el escalofrío que me recorre el espinazo como si un súbito estertor se engranara con cada una de mis vértebras. Me he puesto el mundo por montera y aprovechando la noche velada de mis convecinos (los de la frigonevera). Me la he echado a la espalda como un cofrade atiborrado de manzanillas. Y cogiendo carretera adelante, me he largado en busca de nuevos enclaves.
En busca de la N-322 desde Albacete; una vía en desuso desde que la rectilínea A-4 acogiese en sus brazos a la mayoría de viajantes. Esta ensortijada carretera apta tan solo para solitarios y nostálgicos en su soledad, ausente iluminación y escaso tránsito, es la compañera perfecta para discurrir sin prisa y habitual ansia por llegar al destino. Por el camino entre los claros y oscuros de sus carteles deslucidos, los cuatro extraviados y el silencio tan solo roto por alguna alimaña. Deja tanto tiempo para tribular y reformular historias acontecidas, como para recitar en voz alta una declaración de amor sin más taquígrafo que la memoria.

Y la verdad es que no soy de aquellos que sienta un apego especial por mis orígenes, pues fue a muy temprana edad #Un año. Cuando me empaquetaron en busca de un diosa fortuna, con la que se camelaran a mi padre hace 43 años mis tías. Arrancando a un pastor analfabeto de su más preciado origen primordial: El campo, las llanuras entre olivos de picual, campos de algodón en abandono y girasoles acorralados. Océanos de recargolados árboles alineados entre los vaivenes típicos de lomas, cerros y hondonadas que identifican la tierra del ronquío, Jaén. Y que tengo por mal decir el abandono vacacional al que las someto, desde que mi adolescencia decidiera pasar las vacaciones estivales solo en casa, en vez de acompañar a mis progenitores; (cosas de la emancipación).
Ahora sin embargo que malgasto los días de Agosto cercado por mi incapacidad. Fijaos lo que son las cosas. He tomado la decisión de viajar al Sur mentalmente con la imaginación desde casa, como un puro acto de masoquismo irracional. Quizás con el simple interés por reconstruir otros viajes del pasado, como el que intenta preservar a toda costa un pasado con el que reafirmarse.
Me gusta recordar esas noches cerradas con el depósito en reserva a las 5 de la madrugada, la carretera desierta, el rocío como crisálidas en las fantasmagóricas telarañas al paso por Alcaraz, y ese intenso olor a jamila y a refinado de aceite, que se te adhiere a la pituitaria al pasar por las cooperativas. Pero sobretodo porque mi encierro en una alegórica e imaginaria nevera me proporciona por simple sugestión, la perfecta excusa para matar un aburrido verano con ayuda de música, cine, y vino; si muchachos, el vino no podía faltar en un puto verano en manos de la tirana Cerveza.


Que sea la pequeña bodega de JOSEP FORASTER en la medieval Montblanc, es una pura circunstancia con la que saldar cuentas con uno de mis productores favoritos del pasado año. O quien sabe si se deba a la proximidad de un viaje verdadero que tengo en mente para las próximas semanas al Priorat; el subconsciente es lo que tiene, que cose casualidades, ganas y deseos en un tapiz de sonámbulo.
Hace una pila de años (tantos como 24), que el trabajo me envió a inmediaciones de la Conca de Barberá; a Sarral concretamente. En otra me quedé a las puertas del inescrutable interior de Tarragona; allí donde se pierde cualquier vestigio del turismo playero y de aftersun. Y debe ser claramente, que alguna llamada interior me tienta sin yo percatarme.
En cualquier caso y usando como excusa esta manía chorra con la que matar las horas de este pendenciero Agosto. Me inclino por dejar constancia por primera vez de esta pequeña zona en un imperdonable olvido.

De Montblanc solo se suele acordar la gente cuando en pleno invierno se celebra una de las fiestas medievales más populares de Catalunya. También quizás por la variada oferta a la hora de cocinar Caracoles El Molí del Malliol. Y puede que menos, por ser la hermana pequeña y desconocida del Priorat, Costers del Segre o de Montsant, en un abanico de zonas vinícolas Catalanas liliputienses junto a la Terra Alta o Pla de Bages. Pero en esta joven y diminuta D.O Tarraconense llevan ocurriendo otras cosas la mar de interesantes estos últimos años.
Y es que sin lugar a dudas, si uno se aventura a dejar de lado las largas pistas que circunvalan, atraviesan y sobrevuelan los inhóspitos territorios alejados de ese turismo fácil de chiringuito, buffet libre y tienda de toallas. Se arma de valor con la simple idea de hurgar en las tripas del monstruo, donde las carreteras pierden el nombre y fomento se olvida de su existencia. Aquellos pueblos atrincherados entre depresiones, barrancos y bancales. Allí es donde se destapa la auténtica identidad y terruño de una tierra verdaderamente superviviente, ilustrada en un pragmatismo que se aleja muy mucho de la idiosincrasia de las ciudades y pueblos que viven de cara al Mediterráneo. Como es evidente, sus vinos blancos y tintos también atesoran esa personalidad empírica propia de quienes nacen con esa capacidad superviviente. Y no podía hacer un alto en el camino con un buen cacho de queso Manchego en la mano, sin contar las virtudes de este Ying & Yang vinícola a la fresca del alba.

Dos vinos que personalizan como nadie el escrupuloso y dedicado trabajo de esta minúscula bodega, a la hora de elaborar dos de los vinos más carismáticos, personales y que mejor ilustran esta poco conocida D.O. Tanto si nos adentramos en la arriesgada tarea de elaborar un Trepat 100% único en su especie, como al ensamblar un cupage intentado mil veces y alcanzar la excelencia.
Lo que más me sorprendió de su Blanc Selecció es sin lugar a dudas su perfecta armonía. Ya que si bien es cierto que las uvas utilizadas en su cupage no deberían depararnos grandes sorpresas. Josep Foraster consigue un juego de contrastes que confluye, ofreciendo lo mejor de cada una y sin embargo creando algo diferente: Su color dorado y amielado que se presiente en su ligera crianza pero que no abusa de ella para preservar su frescor. Consigue destacar su nariz florida y primaveral para acabar siendo un blanco realmente complejo y contrastado en sus toques a fruta blanca madura, con un fondo exótico y tisana montaraz de lo más interesante. En un primer ataque puede parecer un vino ligeramente cítrico, pero su cuerpo respaldado por la sutileza glicérica lo hace muy equilibrado, complejo y a la vez refrescante y fácil de beber.
Podría parecer una contradicción pero la verdad es que se expresa con una elegancia y jovialidad curiosa: Su ligero toque mineral, su fondo de bajo monte (hinojos, eucaliptos, kiwis amarillos, tomillo) y ese final de acidez refrescante que nos evoca al membrillo y a la flor de limón. Además evoluciona estupendamente con el paso del tiempo, ganando en expresión y complejidad en un piedra, papel, tijera afrancesado. Cuando surgen esas reminiscencias a pab tostado, mantequillas y pastelería.

El Trepat muchachos ya son palabras mayores, y su calificación en la guía Parker no es casualidad. Tratándose como se trata de una uva tan particular como es el Trepat; utilizada generalmente en rosados y con un resultado en tintos un tanto irregular y falta de cuerpo. Pero es que el viejo Josep Foraster ha conseguido con este tinto ligero. Acercarse peligrosamente, y espero que no me tachen de loco, a la elegancia y amabilidad de los mejores Pinot Noir. Así, como lo digo y salvando las distancias.
Es un vino que de entrada nos muestra ese color característico de la uvas tintas frágiles y delicadas. Sin embargo ya su lágrima da sensación de licorosidad y azúcar residual alta, adherente. En nariz es todo fruta confitada, pero no empacha, al contrario. Empiezan a aparecer las olorosas notas de fresones del Maresme, picotas, pimienta negra índica sobre un fondo de bosque, pino. Es un vino de beber muy fácil, amplio y que te llena de forma lujuriosa. Adictivo y muy rico de matices y sensaciones. En boca es ligeramente mineral pero la fruta roja sigue siendo la protagonista, con un toque de vainilla que le otorga el roble, pero sin mediar entre el frescor y la fruta crocante.


Y puede que tanta palabrería y descripción sobre, no digo que no. Es un tinto que está de vicio con un precio regalado, y que no nos limita en absoluto a la hora de maridar. Ideal para esta época del año porque combina a la perfección con cualquier platillo, y muy peligroso a solas y en las distancias cortas.
Por cierto, y perdonen mi cansina cantinela. El vino no es que no apetezca en Verano, es que a veces nos pasamos por el forro las temperaturas de servicio y el envase contenedor. Que tan malo es helar un blanco y cercenarle su expresividad, como beber a temperatura ambiente de verano un vino tinto. Aunque para gustos colores, siempre mejor beber que tragar.
Y cuando me reponga, juro por Elvis que seguiré mi camino. Que la suden bien!!
http://www.josepforaster.com/ 
Puntuaciones Parker de la Conca de Barberá 

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