sábado, 29 de noviembre de 2014

THE BEAUJOLAUS DAY: CELEBRATION GOOD TIMES, COME ON!!




No, no pongan en duda ni por un momento mi capacidad de dosificar la euforia. Celebrar el alzamiento de telón y la salida al escenario, de en este caso los vinos jóvenes, es tan lícita como buscar en la mochila de nuestro viaje anual, los restos aprovechables de nuestros naufragios personales: Sacarles brillo con nuestro antebrazo, exhalar vapor de nuestra boca, y volver a frotar para que resplandezcan pese a lo morboso de rememorar caídas y levantamientos.
Si hacemos efectiva esa misma misiva o proposición de enmienda, lo importante al fin y al cabo no es el motivo de la celebración; bueno o malo, ya sea motivo de felicidad o de simple nostalgia autolesiva. O si en verdad, hay que buscar un motivo para reunirse en fraternal comuna para conocer aspectos de nuestras naturalezas humanas más allá del - “que majo es”.

Vuelvo a reincidir sin ser capaz de evitar acordarme donde estaba hace un año por estos días: Postrado en una cama de la UCI atravesado por mil tubos y cables, y a punto de salir de un coma en el que plegaba y desplegaba universos paralelos. ¿Porqué será que nos pone tanto imaginar un viaje al más allá o la simple posibilidad de fenecer? Será porque no sucedió lo fatal. Y si estamos aquí narrando estos detalles del pasado y la coincidencia del aniversario, es sin duda porque estamos para contarlo. Pormenores y mejor aun, celebraciones.
Eso sí, entre la posibilidad de ejercer de mártir o disfrutar de la compañía de los que compartimos cariño y herramientas para convertirlo en felicidad, me quedo con lo segundo.

A la llamada grito en boca y pie de guerra de nuestro principal ángel custodio el pasado 21 de Noviembre, Xavi. Pocas son las causas de fuerza mayor que me impididan acudir a la cita. Y es que aunque nuestros encuentros de catas formales y “rigurosas” de cada Jueves sean asiduas e instructivas, no hay mejor manera de estrechar lazos que una cena de hermandad.
Para semejante evento no es cierto que se necesite gran liturgia o un restaurante emperifollado, que va. El vino, ese líquido reflejo de la magia de la naturaleza, el fruto, y el hombre, ejercen un vínculo tan esotérico que es la chispa suficiente, para imaginar un ágape y echarlo a andar. Lo único que se precisa es hambre de aventura, una pizca de inconsciencia y la idea. Cierto es claro está, que los anfitriones tienen en gran medida esa facultad casi mágica del conjuro y los cuatro pases para llevarla a cabo. Pero al final, todo depende de ese mecanismo que se activa y te empuja fruto de la improvisación, el que nos hace la vida un poquitín más excitante y hasta sexual. Un aquí te pillo aquí te mato, como se suele decir.


Tampoco vamos a quitarle méritos al mecanismo que activa la chispa que nos echa a andar el corazón. Que no es otro que el arranque de la temporada de vinos jóvenes, o como se dice en mi tierra, del Vi novell: "Per Sant Martí mata el porc i enceta el vi".
Unos meses de aquí a Navidad, ideales para perderse por la geografía vitivinícola y disfrutar de la esencia juvenil y desenfadada del vino joven. Más aun si somos de los que apreciamos esa explosión de fruta, fermentación todavía palpitante y el echo de que estos pequeños tesoros duren lo que el salmón tarda en desovar; para la primavera empiezan a perder cualidades y vigor.
Pero para ser totalmente sincero, alentados por la promesa de profanar uno de aquellos Riojas que Carlos guarda como oro en paño. Y con el perfume todavía revoloteando de aquel Viña Tondonia del 67 al que dimos debida cuenta un día cualquiera. Pese a que por desgracia no acudiera por indisposiciones arbitrarias. Los que sí pudimos, lo hicimos con la presión y el reto de acompañar ese veterano de guerra, con vinos dignos merecedores de tan magno evento.


Con Xavi & su mujer Montse como inigualables anfitriones, quien en su arte imaginativo del maridaje nos prepararon una cenita arreglá pero informal; como cantaba Martirio. La cosa transcurrió en formato tapa con los siguientes presentes: Una miniensalada de salmón con sus retoños y todo, una crema de acelgas y mascarpone de Parmesano, unos raviolis de morcilla con cebolla caramelizada y textura de tomate fresco (que me inventé en casa). Y para rematar Presa ibérica con crema de ceps, Ternera con crema de escalivada y una tabla de quesos con todas las denominaciones en formación (Idiazabal de pueblo que nos trajo Edu de sus numerosos viajes al País Vasco incluido). Claro, y un Panettone de pasas con un Cava Mestres Visol para rematar.
 

Se imaginarán porqué digo así que uno no necesita reservar mesa en un buen restaurante, para gozar del MOMENTO. Basta con dar los tres pases maestros de la cocinera Montse “Sweet Solanet” en un alarde de Mary Poppins y Abracadabra chas!! No era el supercalifrasqui el que sonaba de trasfondo, sino u “White Horses” Stoniano.


El Beaujolais Noveau de Joseph Drouhin/2014 correteaba por el salón salpicándonos de yogur de fresa a los comensales, frutillas rojas y juventud chispeante. Allí en su casa se sincronizan relojes por esas fechas, y las calles del Beaujolais desperdigan vinos frescos por doquier.
 Un adolescente Titán del Bendito del 2009 intentó en su precoz madurez poner cordura al momento: Un vino de Toro de altos vuelos que elabora un tocayo francés, Anthony Terryn; viajante de tierras francesas, Chilenas, Americanas y Portuguesas establecido ahora en el viejo pago del Jara. Viñas de 50 años que dan un elixir con cerrajón que solo los dedos hábiles de un decantador saben descifrar la contraseña de sus perfumes a baya, a marrasquino, efluvios enfrascados que hacen pensar en un típico Toro tánico y austero. Titán del Bendito sin embargo y pese a sus escasos años de botella tiene botines y no va descalzo: Tiene una entrada deliciosa en boca, amable, de insaciable acidez y con fondo mineral de los cantos rodados donde crece, que se amancilla con cacaos, bálsamo, huya y hoja de tabaco fresco.
Todo un alarde de inmediatez y de prometedor envejecimiento por un precio bastante razonable.

 
Al tanto que correteaban alrededor de los platos en vertiginosa persecución. Tuvo que ser la serenidad de un adulto Jean Leon del 2003 el que hiciera entrar en razón a los cabritillos desbocados.
Jean Leon sigue siendo el rey, y pese a la adquisición de la bodega por Torres hace años, sigue ahí. Siendo el Penedés por antonomasia que conjuga clasicismo, elegancia y puro equilibrismo en la cuerda floja de una D.O que ha sufrido un sinfín de avatares. Una opción que nunca falla y que de manera estoica nos sigue dando uno de mis Penedés preferidos por un precio tentador. Los 11 años de botella le han dado una longitud refinada en boca, un toque afrancesado casi inigualable en tiempo y saber estar: Los toques de pimiento asado del Cabernet Sauvignon brillantes y pulidos, ese color a madera de rosetón maduro y una boca donde casi se puede notar el granulado del mineral, las fresas, el cassis...

Para la bien entrada noche con la seducción de sonidos, suspiros y felicidad conjunta. Tuvimos que acunar a los niños, reverenciar al cuarteado Jean, para que en plena ceremonia fuesen el Priorat Pasanau del 2004 Vell del Coster y un imponente Sot Lefriec del 2003 los que nos enseñaran con la perspectiva de los años, lo que significa el silencio.

Dos vinos de altos vuelos tan distintos a la vez que entrañables, en esa forma de detener el tiempo comprimido en un recipiente de oscuro brillo; como uno de esos trajes de vieja franela. De los que la impresión por austeridad y pocas palabras, nos recuerda a ese abuelo intimidatorio y sin embargo de bondadosa hechura.
Pasanau es uno de esos Priorats auténticos, extremos en el reflejo de la esencia de un paisaje: Sus pendientes extremas, el silencio de sus calles, el trazado de sus carreteras acordes con el capricho de su accidentada orografía, y su belleza exenta de rimel y colorete.

Explosión de volátiles en plena concentración de resinas, epoxy y pegamentos... Inhalas y se abren los alvéolos como las compuertas de una presa saturada de esencias. Los Priorats son así, impactantes, no entienden de prisas y plazos de entrega. Sigues charlando, comentas lo que suena en el reproductor, las bondades de menú nocturno, risas y más risas... Y cuando menos te lo esperas lo tienes ahí. Un vino ya abierto como los geranios al borde del precipicio invernal, y con los escasos rayos de sol necesarios para que se aferren a su floración recia y combativa. Es entonces cuando aparece la golosería de estos vinos; de sopetón y sin previo aviso. Una vez aireada esa intensidad que los ayuda a envejecer en la botella, aparecen las confituras, los frutas rojas maduras, los higos en almibar, las compotas y ese final largo y persistente que va desde el dulzor y el bálsamo, hasta el mineral y las maderas finas.
Todo un goce de sensaciones extremas y radicalmente distintas al resto de vinos que probamos.

SOT LEFRIEC es otra cosa, es como esa vertiente oculta y misteriosa del Penedés. Rompe con todos los estereotipos de esa zona, sin embargo mantiene en un hilo de tensión su tipicidad. Quizás porque sin pretenderlo estamos todavía pensando en determinadas zonas vinícolas de una manera un tanto clásica y predecible. Lo cierto es que igual que pasa con otros tantos vinos de bodegas relativamente jóvenes. Hay otro escenario realmente distinto al de hace algunas décadas: Vinos que se aferraban a una identidad clásica y conservadora, y que se cerraban en banda a las infinitas posibilidades que puede llegar a dar un territorio, sin por ello perder su esencia.

Sot Lefriec es una de esas puntas de lanza con el Cabernet Sauvignon y el Merlot como claves de su identidad, pero con la entrada de las viejas Cariñenas (Samsó o Mazuelo) ha otorgado a las nuevas generaciones otro rango de personalidad. Evidentemente no es solo por ese detalle intrascendente, sino por la verdadera trascendencia de su trabajo en la viña y en sus suelos: Baja producción para aumentar potencial, el análisis y la selección de los suelos y un tratamiento totalmente natural y meticuloso. Por eso y por otros tantos detalles que nos llevan a tiempos muy pasados en los que no había posibilidad de intervencionismo. Laurent Corrió y su mujer Irene Alemany elaboran uno de los Penedés más inigualables de la actualidad.
Un vino longitudinal y fondista que requiere tiempo, paciencia y mucha concentración para descifrarlo por completo. Aun y así resulta hipnótico y tremendamente seductor en la primera cita. Con aromas a moras confitadas, hierbas balsámicas, maderas tostadas y un sinfín más que aparecen mientras se le da tiempo. Boca elegante y muy refinada, estructura perfecta en la que son muchas las notas y evocaciones sin que ninguna sobresalga como para afirmar con rotundidad. Nadie diría que es un Penedés, y estos dos jóvenes avezados han conseguido una extracción tan redonda y generosa en sensaciones, que nadie apostaría con total certeza las posibilidades de evolución que tiene con el paso de los años.
De momento estos 11 que lleva a sus espaldas todavía le otorgan una acidez y tanicidad viva y refrescante, sin despreciar su excelente profundidad.


Mientras los niños ya dormían acurrucados en la panza de los bueyes; donde no nieva ni llueve. Y los más viejos nos enseñaban misterios tan profundos como el Abismo de Challenger. Sonaban los ecos de nuestras voces entre temitas de Nina Simone, Estopa, Serrat, Bregovic, Albert Pla... La música celestial que promueve el vino, la buena compañía y las amistades en una armonía multidisciplinar que te forma. No de una forma académica y estricta, no, más bien relajada a pie de barra de aquellas que uno quiere prolongar y eternizar. Aunque solo sea con un puñado de canciones, una anécdota o una lección testimonial.
FELICIDAD!!
Y es que el vino tiene esa virtud. Agudiza los sentidos que nos otorgó la madre naturaleza: La vista para contemplar, el olfato para evocar, y el paladar para ampliar rangos inescrutables antes. Pero lo más importante es que estrecha lazos y hace de su consumo, un alimento para compartir y disfrutar en compañía.

SALUT Y MUCHOS VINOS PARA CONOCERNOS
 

lunes, 24 de noviembre de 2014

THE LAST INTERNATIONAL PLAYLIST OF THE YEAR... CHIM PUM!!






Como una hemorragia que no cesa de manar vamos llegando a eso que a mi me gusta llamar el borde del acantilado, el precipicio. Tanta la concentración en ese casi obsesivo empeño por articular mis rodillas, que casi me olvido de que el año solo tiene 365 amaneceres.
He tenido que atrancar la puerta con una mesa vieja del Ikea para el arrastre. Concentrarme, contar hasta 20 segs., cerrar los ojos, desembragar y ponerme en punto muerto. Dejar de deslumbrarme a falta de soles, por el rojo satén navideño que se mezcla con luces y dorado. Y dedicar mi escasa lucidez a disfrutar de los tiempos; lo siento pero ya dejé de creer en la velocidad del disfrute: Veranos lluviosos, Otoños de playa y toalla, en Ferrero Rocher, en las Navidades anticipadas como las pagas, comerciales de Ono, y en la concha de su madre!!. Sí, estoy harto, un poquito hasta la platea.
Muchos discos, poca chicha, dar sera pulir sera para que todo relusca. Y demasiadas canciones para mi corto intelecto.
O dedico mi única neurona en recuperar mis maltrechas piernas; (supongo que estáis al corriente y si no que os den #Tres duros). O a sintetizar, digerir y evacuar todo lo que entra por mis orificios. Joder!! oigo los porrazos en la puerta y las jodidas quieren entrar!! Treinta y tantas son suficientes y la mesa ya esta puesta, la última Play del año antes que explotemos por los aires está aquí. Rebosante en cantidad en tanto que en calidad.


Fijaos que con lo poco que a mi me gusta que me marquen las pautas, me den ultimatums y manejen mis hábitos de animal doméstico. Y va ha resultar que después de cumplir un año de aquel fatal día, miro atrás, y tengo la sensación de haberme colocado unas gringolas para solo avanzar y olvidar este desgraciado año. Entre una disciplinada rutina casi militar de rehabilitación, gimnasia, piscina, hielo y vuelta a repetir, sábados, domingos y días de rezo. También se han quedado ahí rezagados algunos de mis principales aliados; los sueños y los discos.
Pero no creáis que os voy a volver a amargar con mis penurias, no. Ni a despotricar con el ambiente generalizado de desaliento, ni poner mi granito de arena para acabar cortándonos las venas cogidos de las manos y en grupo. Treinta y tantas canciones con sus sendos Lp's que las escoltan, son suficiente motivo para pulsar el Play, y dejar de existir durante un par de horas. Demasiadas para mi poca capacidad. Suficientes para resetear y reanudar la fotosíntesis piromusical, por escasas horas solares que tengamos.




Son muchos y grandes discos los que se podrían subrayar y comentar: El regreso a los estudios de David Bowie, Brian Ferry... también el pandémico disco de Tv on The Radio o el de Johnny Marr; por fin con un disco con el que sacar pecho. Laureados como serán Spoon y no tanto We Were Promised Jetpacks, Raveonettes, Cold Cave, The Twilight Sad o que se yo... Todos ellos discos que me han encantado en muy distinto nivel y momento; algunos con tufo a arroz pasado ya, (lo siento pero tengo prioridades). Y otros muchos, la mayoría, con una acusada tendencia por disimular nudos, aristas e imperfecciones.
Esto último no se si es una percepción personal o una tendencia generalizada. Pero al escuchar discos como el de Tv on the Radio, New Pornographers, Future Islands, Bombay Bicycle Club, James o Spoon; por citar algunos nombres. Me da la sensación y no se porqué, que se quedan en una tierra de nadie en la que no se sabe bien si se trata de agradar a todo el mundo, parecer bailables sin serlo, miedo a sonar demasiado extremistas, o esa imposición que flota en el ambiente de la neutralidad. Justo cuando creo, que el panorama demanda contundencia y poco de mala baba. Después es cierto que sobre un escenario acaban siendo todo lo Rockeros y guitarreros que se quiera pero... ¿y los discos y esas producciones tan satinadas y barnizadas? ¿De veras que esto el lo que le gusta a la mayoría?
En cualquier caso canciones con sus discos, que están ahí porque me gustan, y que vosotros mismos podéis juzgar; que ya sois mayorcitos.



Para empezar, metiéndonos ya en vereda, y como viene siendo habitual en estas recomendaciones en forma de listas musicales. Refrendaré las que creo, se merecen una reseña más detallada al margen de la breve escucha de tema de rigor. Discos y bandas que de verdad, son los que me acaban sacudiendo los agobios diarios y me dan esa dosis de emoción:

# BLACK ISLANDS

El pasado Sábado llegaban a mis oídos los cánticos conciertiles Levantinos de Mike Grau aka. Mad Robot, en lo que es su constante actividad musical. Esta vez acompañados en la Sala Magazine por la joven banda Barcelonesa Black Islands. Una oportunidad imperdible para meter las narices en su flamante nuevo debut del pasado Octubre: Diez pildorazos de buen rock bajo el auspicio del indie noventero, donde se registran aquellas canciones que maduraron a base mil y un conciertos por tierras nos de dios.
Hablar de sus credenciales estilísticas podría llevarnos de inmediato al PowerPop más abigarrado, a la madre guitarra como instrumento vehicular. Pero en el fondo todos sabemos que son cosas que no se explican, se escuchan. Ese pequeño infierno vibrante y agitador donde cohabitan Pop/Rock/Punk y al que tantos e imprecisos nombres le hemos dado. Superchunk, Built to Spill, Urusei Yatsura... podrían poblar su amplio imaginario. Pero lo cierto es que Black Islands tienen demasiados referentes para acotar su impronta personalidad. Sobretodo si tenemos en cuenta su corta trayectoria y uno de sus principales leitmotiv creativos; el puro divertimento y el disfrute sano de hacer aquello que escucharon.
Su disco de debut rebosa en talento y melodías tan puramente instintivas, que no engancharse a él resulta tendencioso y de cobardes. Ese acertado ejercicio de nostalgia de aquel tormentoso FIB'97 en “Benicassin'97”. En un homenaje memorabílico para con uno de los carteles más prometedores del festival, y que el agua, viento hipohuracanado y la tormenta perfecta casi se lleva a Pavement de un plumazo; la memoria no se los llevó.
Frank Whitaker”, “Kim”, “Icon's Lover”, o “Jack K.”, son de aquellas canciones que nos transportan a aquellos años. Con una ejecución digna más de una banda veterana que de un grupo de amigos que se lo pasa de coña tocando canciones, y con mucha emoción contagiosa.


Algo parecido a lo que transmiten # MOTEL BEDS
cuando se vuelven a juntar para grabar un nuevo disco, aunque con unos pocos años más de rodaje. Y tratándose en realidad como se trata de un puñado de temas resucitados de su extenso repertorio; esta vez en las manos del productor Carl Saff (Dinosaur JR) y grabado por el exingeniero de Guided by Voices y actual guitarra de la banda Derl Robbins. Con una meritoria remasterización que les saca brillo, para que suenen como auténticos bombazos.
La banda de Dayton (Ohio) tienen recién salido del horno este nuevo y flamante “These are the Days Gone by/Misra Records”. Un no parar de rodar que nos devuelve a una de las bandas que mejores ratos nos hicieron pasar con aquel “Sunfried Dreams” del 2011. Aquí se recuperan de aquel resplandeciente disco “Western Son”, y la canción que daba título a aquel disco. Pero al contrario de poder ser un típico compilado de singles al uso, These are the Days... acaba sacando a relucir el músculo más fibrado de su repertorio: Unas cuantas inéditas, más alguna versión (de Mathew Sweet en concreto), y una colaboración junto a la exBreeders Kelley Deal de aquel arrastrado “Tropics of the Sand” de su Tango Days/2011.

Una selección de canciones que nos muestra a unos Motel Beds menos afectados por ese PowerPop luminoso tan sesentero (Beatles, Kinks y demás hierbas). Y sí con un carácter bastante más amplio de hasta donde llegan sus ilimitados registros. Una oportunidad imprescindible para ahondar en una de las mejores bandas de PopRock de esta última década. Y de paso para sacudirse ese poco saludable ateísmo con el Pop de cromatismo y poliformismo infinito; sí, ese que no caduca ni entiende de modas.



Curiosa es también la recaída en trabajos de en teoría bandas menores; asumiendo la teoría como algo que generalmente no se ajusta práctica. Discos que entran en vena vía inmediatez con hitazos como defibriladores que te invitan a convulsionar, pero que se me van desbravando con el pasar de los meses. Que se le va a hacer, el subconsciente es así, y si este año no he estado por la labor de atender con cirugía casi médica a lo teóricos discos más prometedores, debe ser porque el cuerpo humano es sabio, vaya si lo es.

Descubrir a tientas #WITHERED HAND o al exlíder de aquellos animadores Boo Radleys #MARTIN CARR, es como un soplo de aire cálido en medio de la ventisca. Las dos son obras que se rigen prácticamente por las mismas reglas maestras de mi devocionario: Melancolía, amabilidad, y melodías pluscuanperfectas. Me hallo absolutamente rendido a “Santa Fe Skayway”, convencido de que lo que viene detrás está a la altura de los majestáticos arreglos de orquesta de Martin. Seguramente porque tras dos largos y duros meses de gimnasio y piscina traducen mi la mejoría de mi fuerza en las piernas, en un amor incondicional por este tipo de canciones.
De todas formas me decanto más por el encanto del segundo disco de este Escoces entrado en años, Dan Willson aka. Withered Hand. Él ha sabido como nadie gestionar las perdidas, y si su tardía trayectoria como autor nos brinda la oportunidad de conocerle, benditas sean las desgracias que nos empujan a crear. Arropado en la instrumentación y el apoyo logístico por algunos miembros de Belle & Sebastian; sin parentescos estilísticos algunos, salvo en “King of Holliwood” y alguna estridencia como “Heart Heart”. La obra navega por ese Pop tan luminiscente como quebradizo a medio camino entre Flaming Lips y Promise Ring. Con la diferencia de que parecidos vocales al margen, el puntito Popfolk siempre está ahí como las luces de emergencia en pleno apagón; salvaguardas. La arrancada con “Horseshoe” o “Black Tambourine” son perfectas. Aparecen de sopetón caniculares Neil Yongs “Lover Over Desire”, “California”. La religiosidad de sus textos tienen esa parte espiritual que le daba Bill Fay en su última obra, llevándonos a un terreno emotivo y cálido “Life of Doubt” o “New Gods”. Y acaba erigiéndose tras largas escuchas en uno de los discos de fragilidad impulsora y henchida, tan y tan emocionante como conciliadora.

No son solo estos dos discos los que mejor ilustran el personal advento, con el que se marcan todos y cada uno de los días que han dibujado la gráfica de este raro año. Lo ha hecho también a su manera #CRAFT SPELLS
, en su particular forma de apartar el efectivismo de su debut. Para decidirse por fin a poner en un altar el Pop mayúsculo, ese de gravedad cero que a uno lo impulsa hacia una levitación crepuscular y dulcificada. Lo apuntaba su adelanto “ Breaking the Angle against the Tide”, y lo confirma todo el repertorio de su último disco. Llevado a un terreno en el que Dan Bejar con Destroyer ya sentó las bases hace unos años. No tiene secreto y está inventado desde que la elegancia y delicadez se pusiera del lado de Blue Nile, pero hacerlo ahora tiene hasta un punto de heroicidad.

#ANDY STOTT y su “Faith in Strangers” no es por ejemplo el típico disco de electrónica arribista que se puede presuponer. El cuarto disco de este joven mancuniano no da opción alguna a la fácil e inmediata escucha. Su último disco pese apertura menos representativa con esta onírica “Violence” va por otros caminos. Vías que nacen de los ruidos cotidianos o del kling & klang, pero todos ellos con una vida y una amplitud inverosímil si no se escucha el disco desde la distancia y con espacio suficiente para que se desarrollen.
Son ese tipo de obras de electrónica conceptual en el que se pide tiempo y paciencia al interlocutor, para que las canciones se desarrollen con su introducción/nudo/desenlace. “Science and Industry” por ejemplo con esa intriga siempre latente, el exotismo mecánico de “Damage”, o la sensualidad Drum and Bass de “Faith in Strangers”. Todas ellas en conjunto encaminadas a la explotación de texturas, capas y sensaciones que afloran en mil paisajes, y que exigen abrocharse los cinturones, entrar en climax para saborear la verdadera magnitud de la obra y su significado. Solo así se alcanza esa extraña sensación de viaje sonoro más propio de los procesos endógenos y exógenos de cada uno, que  la del propio objetivo del artista; más propio de un ente vivo cambiante y moldeable.

Sería prácticamente imposible por inabarcable, describir cada una de las treinta y cuatro canciones que completan esta inacabable PLAY. Tanto como mi capacidad para escribir en forma de entrada,  los discos que las respaldan; me gustaría, de veras. Pero créanme que me veo incapacitado para dar habida cuenta de toda su magnitud, sus detalles, entresijos y laberínticos puntos de vista.
Los discos, creo, necesitan madurar, oxigenarse y paciencia; como los buenos vinos, o como casi todo en la vida.
Sé que hay una demanda de urgencia y que seguramente a la vuelta de la esquina con el marcador puesto ya a cero, nos harán pensar que todo lo que pasó fue un mal sueño. Que hay que buscar nuevos y esperanzadores opiáceos para sentirnos cómodamente renovados, actuales... más jóvenes y duchos en el arte del Upgrade. Quien sabe si nos están adiestrando para convertirnos en pequeños Smart Tv actualizables con patas, con el miedo a quedarnos obsoletos.
Yo si me lo permiten, me limito a hacer uso del instinto y coger al vuelo aquello que sospecho interesante: Discos y cosas que me ofrezcan algo más que el simple objeto de bailar, o desconectar del estercolero actual. En el fondo ese fue desde el princio el objetivo de las Playlist; darle voz y cuerpo a mi falta de tiempo para asimilar, sintetizar y opinar. Pero sé que nunca seré capaz de abarcar ni lo quiero, prefiero llevarme sorpresas sin la urgencia de “la actualidad”. Por mucho eso sí, que maldiga haber traicionado mis sentimientos y haya dejado sin reseña magníficos discos como los de: Sondre Lerche, Reptile Youth, Twilight Sad, Black Swan Lane, Mourn, o Viet Cong. Algunos que me han calado hasta lo más hondo de mi tuétano, apuntalando la fragilidad de mis rótulas, tendones y músculos hasta el día que pueda dar un recital de danzas Cosacas; alehop!!, fiesta y confeti: Viet Cong con su recién edición de Cassette; adelanto ya aquí de su debut y puesta de largo. Un disco y una banda condenada a ser de mis predilectas de éste, y el que se avecina. Basta con escuchar su declaración de intenciones en la version del "Dark Entries" de Bauhaus, para ver por donde van los tiros: Puro Glam mugriento y subterráneo con esencia de New Wave setentero



Los malabarismos caleidoscópicos de Chris Forsyth & Band  , el amansador disco de Robyn Hitchcock, el intenso de Cult Of Youth, o el diabólico abrasador debut de Benjamin Booker. En esta extensa lista y pendiente como estoy de dejar caer mis 30 y pico discos favoritos del 2014, muchos de los discos que me he ahorrado reseñas para no saturar en comentarios e indicaciones.
Pero no teman, os puedo asegurar que habrá ocasión el el grupo de Facebook (que para eso lo cree), o en los en teoría mejores de este año, a los que les voy a dedicar por entero el próximo mes de Diciembre. Por suerte, en esta Play hay mucho de lo que me ha emocionado este año.

Así que solo les suplico una cosa y no les doy más el coñazo. Dejen la pereza colgada en el perchero tras de la puerta y aunque no se tomen la molestia de leerme al dedillo, denle al click de descarga. No se dejen influir por los estereotipos y escaso alcance de una canción, investiguen, busquen nuevas vías, y no se queden a las puertas. Siempre hay más cosas con las que sorprendernos y disfrutar allí donde nos medra llegar, que en la seguridad del inmovilismo y conformismo.
Ah!! y sean felices, FIN.

TrackList:
00- Andy Stott - Violence
01-Craft Spells - Komorebi
02-Withered Hand - Horseshoe
03-Should - Down a Notch
04-Martin Carr - The Santa Fe Skayway
05-Spoon - Outlier
06-Sondre Lerche - At a Loss for Words
07-Max Graef - Drums of Death
08-The Raveonettes - Killer in the Streets
09-Tom Vek - Sherman
10-Cult of Youth - Empty Faction
11-Benjamin Booker - Have you Seen My Son?
12-New Model Army - According to you
13-Parquet Courts - Sunbathing Animal
14-We Were Promised Jetpacks - I keep it Composed
15-Quilt - A Mirror
16-Johnny Marr - Candidate
17-Cold Cave - A little death to Laugh
18-Reptile Youth - Colours
19-The Woodentops - Stay out of the Lights
20-Mode Moderne - Strangle the Shadows
21-Erlend Oye - Save Some Loving
22-Hello Saferide - I was Jesus
23-Black Swan Lane - Lost for You
24-The Twilight Sad - In Nowheres
25-Alpine Decline - Mid-Level Functionary
26-Mourn - Silver Gold
27-Thurston Moore - Speak to the Wild
28-Colorama - Raylene
29-Black Islands - Frank Whitaker
30-Viet Cong - Continental Shelf
31-Chris Forsyth & The Solar Motel Band - I Ain't Waiting
32-Josef Van Wissen - Our Hearts Condem Us

33-Robyn Hitchcock - San Francisco Patrol

viernes, 14 de noviembre de 2014

LUNÁTICOS #Reunión, y gira Española 2015





Abrí la portezuela de la correspondencia, y entre tanto papelajo, folleto y cartas del banco apreció allí; esperada postal en satinado semblante: Noticias de viejos y perdidos en el tiempo amigos.
Con la mesa recién puesta y el plato de Dean Wareham todavía humeante en el presente año. Los recuerdos afloran como el paisaje otoñal que nos envuelve estos días, las hojas crocantes y resecas de los plataneros, las brumas matinales, y frescor ya por fin reinante que nos eriza el bello, como esas mismas noticias envueltas de encomiendas.
Luna vuelven a reunirse tras nueve años desde la disolución, en una gira que nos los traerá de vuelta el próximo año. Ocho citas, ocho ciudades; eso sí, sin el ex Chills Justin Harwood.

Desde que Damon Krukowsky y Naomi Yang junto Dean tejiesen entre apuntes y libros universitarios, el patrón frágil pero identitario de GALAXIE 500: Cuatro cordeles, tres nudos corredizos, y un puñado de Cúrcuma y Caledonia para darles color. Dean Wareham se ha hecho acompañar en ese largo camino por numerosos compañeros de viaje hasta nuestros días. Tanto en el trío neoyorkino con el que desmigajaban los apuntes de la Velvet y el bueno de Lou. Hasta las últimas noticias que tuvimos en el 2010 de DEAN & BRITTA; ese proyecto conyugal mullido y balsámico, al que ha dedicado los últimos años junto a su nueva pareja B. Phillips.
En medio de esas dos épocas, inicial y final, Luna. Banda que Dean Wareham lideró la mayor parte de su productiva carrera. Diez discos, si contamos un directo y un par de compilaciones. Y diecisiete años, que son exactamente los que me separan, desde que por primera vez los viera en directo el 14 de Noviembre del 97 en la sala Bikini.

Tan solo olisqueando la pasta de papel de la postal y acariciando con los dedos el tramado microscópico del brailei de la caligrafía, se amontonan los recuerdos de aquel otoño en forma de fotogramas:
El primer concierto al que asistí con mi hermana mayor; la de en medio de cinco, y a falta de unos New Model Army con los que contentar su iniciación a bandas raras. Con ella, mi pareja, y mi excuñado perdido años más tarde en la espiral de las drogas; ya no están juntos desde hace un puñado de años.
Y los años nos cambian, cambiamos con ellos, y todo parece tan distinto. El tiempo tiene esa cualidad cruel y a la vez dictatorial, por la cual todo cambia y nosotros en nuestra caprichosa memoria lo transformamos a nuestro antojo como ilusionistas. El recuerdo es distinto, mucho más generoso. Vela lo sucio y corrompido, y nos deja para nuestro disfrute lo más memorable; y si no, la nostalgia se encarga impregnar los recuerdos con ese perfume estimulante a café recién hecho. Sí, es así, mis recuerdos me huelen a café crudo y sábanas limpias.

El bajo desgastado del uso por el ángulo superior derecho, de Justin Harwood. Sus acordes distorsionados cuando “I Hop” se detiene para volver a coger carrerilla. La voz de barítono de Dean con el pito de caña chirigotero, con el que nos acunaba a ritmo de “Everybody's Talkin'” de Harry Nilsson. O los punteos sostenidos de Sean Eden emulando a Will Sergeat o Robby Krieger.
Todo está ahí, comprimido en un rincón trasero del hipocampo. Tan fuerte y determinante en analogía, que nunca más volví a interpretar los mensajes del cuerpo celeste en sus influyentes modulaciones orgánicas como antes. El subir de mi marea interna de la euforia al desazón, la atmósfera flotante de la apertura con “Sideshow by the Seashore”, hasta el cierre con la cover de Beat Happening “Indian Summer”. Estados de flotación al llorar con “Tracy I love You”; Tracy es solo mía y su amor me pertenece!! Desarmado de rodillas, postrado ante “Moon Palace”:
well we're travelin' light
gonna speed through the night
only now you recall
it means nothing at all
you were stuck in a dream
and you wanted to scream
but it's nothing at all
no it's nothin'
Al ascender las escaleras que llevan de la cárcava del auditorio de Bikini, hasta la calle. Nos salieron al paso las cámaras de BTV (Barcelona televisión); que responsabilidad la mía, dar testimonio ante unas cámaras de tan trascendente momento: - Que os ha parecido el concierto de Luna? - Muy buenos uhmm...duda, respuesta intrascendente total, ¿muy buenos?. Como si en una sola respuesta se pudiese resumir la gráfica del cardiograma de aquella noche.
Al día siguiente quien por entonces fuese mi oficial en la sufrida tarea de construir de naves, cerramientos varios y cubiertas de sol a sol, me dijo: - Saliste en la Tele anoche y te vimos, hostia!! si es él. Puede que el tipo más cualificado para dotar de significancia el atributo de “Grandísimo hijo de la gran put.”; despreciable, bebedor, ludópata, egoísta y cualquier exabrupto que se te pueda pasar por la cabeza. Tan cordial y amigable nuestra relación laboral a lo largo de 4 años, que llegué a amenazarlo con tirarlo desde el tejado de una nave.
Pero no creáis que me alteró, fue como si resonara en mis sienes “Beautiful View” y de repente me dominase una total apatía y serenidad. El perdón y la absolución ante un imaginado rayo desintegrador saliendo de mis ojos, que lo hiciera desaparecer por siempre. Hacer una mueca de aceptación. Y dejar que “Lost in Space” con su cadencia tan de un L. Reed misericordioso, lo devolviese a la más absoluta ignorancia. Ese tipo de actos mil veces imaginados que hacen a veces, que tu deseo más oscuro sea solo eso, otra vida que solo ocurre en tu imaginación. La realidad siempre es mucho más discreta, simple y escueta: Haces un gesto por no extenderte en explicaciones ininteligibles, y la cabeza debajo del ala.


No se donde estaré ni estaremos dentro de cinco meses; en vista de lo impreciso de los planes a largo plazo. ¿Acaso muertos, indispuestos? ¿Habré comenzado a trabajar por fin tras mi dolencia? nosotros, o ellos. Quien sabe lo que nos deparará el mañana, a veces ni el presente. Todo sucede o se intenta, como una sucesión natural de acontecimientos. Y lo que es seguro es el pasado, aunque no siempre. Ya sabéis que la nostalgia lo moldea a su caprichoso antojo; todo depende de la necesidad de recordar cosas bonitas, o trágicas.
Ahora eso sí, de lo que estoy totalmente seguro o por lo menos dispuesto. Es que mientras transcurren los días esperando que el tambor del revolver nos disponga un desenlace; cómico, trágico o terrorífico. Lo voy a esperar susurrándote al oído... Todos los hechos y actos de cualquier día, serán almacenados y liberados como esporas en un hipotético mañana. Como un sinfín de fantasías, realidades detalladas... o como una mezcla de ambas. Siempre balsámicas por supuesto, como una cataplasma de hiervas con las que abrir nuestros alvéolos.

jueves, 6 de noviembre de 2014

ESE DÍA QUE CHUCK PROPHET... IMPARTIÓ FÓRMULAS MAGISTRALES PARA SURFEAR EN LA NOCHE BARCELONESA_ Sala Sidecar 03/11/2014










Arreciaban vientos borrascosos e intimidatorios sobre la cálida noche Barcelonesa del pasado Lunes. Pero antes de que entrásemos de cabeza al Otoño en pleno estado de shock. La ahora decorosa y “bonita” Plaça Reial, nos tenía preparado un último siroco cálido y taquicárdico, con Chuck Prophet y su Mission Express montados a lomos de un Nimbostrato, surfeando de nuevo la noche Barcelonesa.


 Dos años y pico después de que nos evangelizara con la inverosímil “I Did You” a golpe de “rama lama ding dong”, en esa tarde balompédica primaveral. El hombre de la sonrisa perpetua Chuck Prophet, regresaba con un recién publicado y aún humeante Night Surfer: Más reflexivo, reparador y cálido, pero igual de efectivo que su exitoso Temple Beautiful del 2012. Uno de esos discos a los que a un servidor se le antoja como un oportuno masaje en las sienes, tras una noche de excesos fraternales alcohólicos.
Justa y precisamente como acabó la noche de este pasado Lunes. Y ahora me vais a decir que no hay mejor forma de empezar una semana ¿verdad?, cierto. Sí señores, la cosa apuntaba a hito coyuntural con la experiencia que le da a uno haber certificado años atrás el fenómeno que supone disfrutar del Californiano. Bregado y trillado en mil y cientos proyectos aventureros, cargaditas las alforjas de guiños (todos ellos de buen terroir), y montado sobre la mula. Como si así de buenas a primeras se nos apareciera por la aldea Melquiades, y nos viniese a traer lo mejor de cada género con estilo propio inigualable.


El menda que aquí firma, que con los años ya se ha vuelto una pizca más previsor y organizaico. Convenció a otra alma descarriada, en este caso un compañero del trabajo (Angel by my Angel); al que no hay que insistir o sobornar para que se apunte a un bombardeo, pues es con el único que comparto gusto, música y lamentos. Y allí que nos fuimos al galope con la furgoneta del curro, con dos bocatas de jamón del güeno, dos copas del Ikea, y una botella de Les Crestes del Priorat para amenizar y calefactar el alma; y si eso no es ser ya previsor, que venga mi madre y me abofetee la cara. Llegamos justos como el Ave a Campo Grande a las 21:00 en punto. Cierto que nos perdimos la birra preconcertil, pero con los bocatas y la botella de vino, la verdad es que no nos supo mal el pormenor. El personal dispuesto a enfilar a las tripas de la sala Sidecar (garito para los amigos), y nosotros apurando el último pitillo para meterle mecha al calderín.
Y perdonar que me extienda en detalles, pero no concibo un concierto sin los prolegómenos ceremoniosos. Esa sala Sidecar que tantas historias me ha proporcionado, abovedada,subterránea, y pendenciera. El primer y único garito donde escuché una canción del Taste de The Telescopes allá por el 89, que ya es mucho. Que puede que ese detalle os parezca una pollada, pero para mi significaba mucho encontrar un sitio por entonces donde se ofrecieran guitarrazos a cambio de golosinas para indiekids.
Cierto es que con los años ya no es lo que era, pero el sitio es el mismo. Ese escenario de medio metro de altura, esa portañuela de acceso al escenario desde su pseudocamerino donde el primero que sale siempre se aporrea la cabeza. Ese sentir el aliento del artista y el salpicar de su sudor en tu cara... en fin, ese tipo de cosas que te hace sentir partícipe del momento. Además y para más inri, sonó primorosa como los propios ángeles bajados del cielo. Pero al lío que me disperso.


Bajamos las escaleras que nos sumergen en la subterránea sala. Y tal que así, nos encontramos a Chuck charlando con la mesa de sonido tipo camping que se encuentra ubicada a la izquierda según entra: Foto de rigor modo fan activado con el menda (la foto salió borrosa, vaya por dios), simpatía a raudales, su particulares pintas de Billy el niño a la Californiana; esta vez sin sus botines Chelsea. Total que como alma que lleva el diablo, tiramos sin dilaciones hacia los urinarios para aliviar carga y acomodarnos. Y allí no quedamos, al fondo a la derecha, de espaldas a una barra y con el escenario a escasos dos metros.
Empezó JONAH TOLCHIN sobre las nueve y media: Un muchacho de fragilidad aparente y visible bondad, con solo mirar su tierno semblante. Que con el simple gesto de subirse al escenario y colgarse su guitarra, se transforma en un mago salvaje de las seis cuerdas.
Nos tocó seis temillas de su último trabajo “Clover Lane”, y nos dejó alucinados, así de buenas a primeras. Sin instrumentación que le acompañase, salvo la versión electrificada de “Midnight Rain” que se calzó hacia el final con la Mission Express. Verlo versionar a los Rollig y tocarnos algunos temas de su último disco (Mockingbird, Diamond Mind, o Low Life, creo); y perdonen mi ignorancia. Fue puro vendaval con el instrumento en sus manos (en el buen sentido), una gozada escucharlo a pelo y mucho más si se cata el disco en cuestión.
Ahora fíjate que me arrepiento horrores no haberlo comprado, ay!!



Lo que si ilustró y con creces, fue el vinilo y el saquito que me compré del profeta; por cierto, pese a que Nickochán me sopló la M, la L se adapta con gusto y gracia a mi apretao torso.
Noche donde se dieron todos o casi todos los requisitos para que la velada fuese grande entre las grandes: Predisposición a gozar como cerdos con el barro, compañía inmejorable la que se alineó cual equipo en formación (Nikochan & Bros, Mr. Guzz, mi compi Angel...) y lecciones genéricas desde la A a la Z.
Y es que Chuck Prohet tiene el arte y el birlibirloque de conjugar en infinitos parafraseos, las 20 madres musicales de las que ha mamado: Rock & Roll, Garaje Rock, Blues, Soul, Folk y hasta Pop. Y todo lo hace desde su idiosincrasia personal, estilo único vamos. No es que te recuerde a tal o a pascual, es que le da todos los palos; como Manolo Caracol.
Y lo hace con tal soltura, pasión y poder contagioso, que bien podría tratarse de un mitad Beetlejuice, mitad Arsenio Hall emulando al predicador del príncipe Zamunda. Es por eso que cuando el menda alucinó pepinillos con Temple Beautiful/2012, y se disposo a escarbar en su repertorio discográfico. Descubre que en los 24 años de carrera en solitario, y si se quiere en su antigua banda Green on Red, hay mucha y distinta chicha en la que indagar:
Discos tremendamente comerciales y rasurados como The Hurting Bussines/1999. Otros más enraizados como Brother Aldo/1990, bluseros como el No other Love/2002, o incluso algunos donde todo se mezcla; Age of Miracles/2004 y Soap and Water/2007. Aunque hay que meter los hocicos en ¡Let Freedon Ring!/2009 y Dreaming Babylon Dreams/2007 para descubrir al nuevo Chuck Prophet. Dos discos tanto o más buenos que los últimos con los que se ha abierto paso a un público más amplio, y más acordes con el Chuck Prophet que conocemos ahora.

Pero en directo, ay en directo!! en las distancias cortas Chuck Prophet transmuta en una bestia parda sobre el escenario. Versátil con la sola ayuda de astillada Telecaster, y con una banda que sonó en Sidecar mejor que nunca: El bajo ondulante y sedoso de Kevin White, el complemento perfecto en la piel de James Deprato que suplió la falta de protagonismo que tuvo dos años atrás en Apolo. No sé si por estar justo en frente de nosotros, o simplemente porque Sidecar sonó más empacado que Apolo (de mayor tamaño).
Pero si hasta se agradeció la incorporación del nuevo batería Prairie Prince; para mi gusto mucho más polivalente que Todd Roper. Tanto que creo que nadie notó la ausencia de los teclados y los coros de Stephie Finch; dando por consiguiente un áurea mucho más Rockera y directa al concierto.
El perfecto pisotón de acelerador despegó con la vacilona versión de L. Reed “Rock & Roll Heart”, satanás lo tenga en su gloria. Toda una sincera declaración de intenciones, ya que la noche sería de Rock frontal en cada una de sus modalidades: Guiños a John Fogerty y la Credence, o por ejemplo a Alex Chilton y una reescritura de “Bagkok” del 79 que originó un Rock & Roll garajero y cavernoso digno de los propios Cramps. Y el “I'm not Talking” de Yardbirds que también sonara en su otra visita, y con la que cerró la noche con J. Tolchin unido a la fiesta.
Aunque menos que en su anterior visita, las dos horas largas de concierto dieron para rescatar algunos olvidados temas de su discografía: La casi imprescindible “Sonny Liston's Blue” con la que arrancara aquel 2012, “Summertime Thing” del imperdible Let Freedon Ring!; donde la guitarra de cuerdas trenzadas de James Deprato hizo las delicias de un servidor. También hubo ocasión de bajar cuatro escalones más hasta “Automatic Blues”, para los más puristas y “I Bow Down and Pray to Every Woman I See”; otra de esas canciones menores reconvertidas en puro swing. Pero lo cierto es que Temple Beautiful sigue sustentando los pilares de sus conciertos, con los momentos más memorables. Y es que el disco es jodidamente bueno.
Tiene esa virtud de aunar la raíz de Rock&roll y Folk con el Punk Nuevaolero que tanto ha mamado Chuck en su juventud. Suena perdurable en el tiempo, y ese creo yo, es buena parte de su éxito en general y el de sus directos en particular.

Y para lo que son las cosas, si hace dos años las canciones de Temple en directo me dejaron un poco pse!!; si las he de comparar con las antiguas, a excepción de “White Night, Big City”, infalible con ese rollo Neoyorkino que transpira. En esta ocasión me han elevado al cielo, sin acabar de acertar si el secreto ha estado en el protagonismo de la banda en esta sala más reducida. O es que el repertorio más melódico se ha ajustado mejor a las dotes con el slide de Depranto.
Castro Halloween” muchachos, como sonó Castro Halloween... Ver tocar a un palmo a Deprato ese Slide armónico, es casi orgásmico; para mí, la mejor de la noche. “Willie Mays is up at Bat” y Deprato venga!!, sin dar tregua con sus notas infinitamente alargadas mientras Chuck incendiaba al personal. “Who Shot John”, “The Left Hand and the Right Hand” o la ultracoreable que da título al disco en cuestión. Otras tres que se alternaron con temas de su nuevo Night Surfer/2014. Un disco con más oxígeno, que se complementa a la perfección con el ovacionado Temple.
Si alguien pensaba que estas canciones nuevas perderían fuelle con la ausencia de S. Finch emulando las maravillosas secciones de cuerda que tiene el disco, es que subestimaba los recursos de la solvente Mission Express:

Tell me Anything (Turn to gold)” sencillamente sublime. “Countrified Inner City Technological Man” detonante, dándose la mano con una de esas primeras canciones redentoras de su última entrega: “Wish Me Luck”, de aquellas que se te enganchan al corazón y te desangran.
Ford Econoline” muy por encima de sus posibilidades. Y con “Guilty is a Saint” que sinceramente es una de mis preferidas, bajó el pie, acústica en mano y haciendo pareja con “Tell me Anything”. De los pocos momentos lánguidos y más relajados del concierto; necesarios.

Sin tregua desde el minuto cero y pese a que las dimensiones del escenario no daban para muchos desmadres. Bajó guitarra en ristre a la platea, volvió a ser ese colega que proclama el Rock libertario a los cuatro vientos, y triunfó, así:
Chuck Prophet es un animal de escenario, carretera y manta. Un auténtico Road Artist capaz de transmitir en escena y con unas dotes para reinventar su cancionero inverosímiles. Por eso seguramente, aunque nos prometíamos a todas luces un cierre a lomos de la sempiterna “Shake Some Action” de Flamin'. Los allí presentes, acabamos con una sonrisa de oreja a oreja. Sí amigos, el profeta sabe hacer feliz a la gente, y eso no tiene precio ni unidad de medida que lo valore.

Una noche para enmarcar, sabiendo a ciencia cierta que esos acordes solo se los volverás a escuchar sobre un escenario. Fotografía en familia bloguera con Nikochan, su hermano, el señor Guzz, mi amigo y Chuck, cargaditos de tesoros: Camisetas, algún vinilito, y a dormir como niño con zapatos nuevos. Eso es terapia y medicina contra la mediocridad, todo lo demás inventos insustanciales.

lunes, 3 de noviembre de 2014

EL DORADO: DÖNNHOFF, DR. BÜRKLIN & GRANS-FASSIAN




Las catas nuestras de cada jueves dánoslo hoy, amén. Van camino de convertirse en una continua celebración non-stop. Un arranque tan fulgurante y trepidante la de este curso, que si no fuese porque yo ya cumplí con mi cometido, aprovechando un paseo estival por Porrera. Entendería a la perfección la duda y el desasosiego de Dimi (Dimitchell, compañero Puertorriqueño del grupo), cuando nos encontramos la tarde de todos los santos camino de nuestra compra vinícola de rigor. Y con la suya en mente para dentro de dos semanas.
Algo además que me obliga a taquigrafiar cada uno de los hechos, para que no te olvides, ni siquiera un momento. Y no es que sea solo el motivo de celebración: El cumpleaños de uno de nuestros principales guías de caldos allende los mares CarlosVadebacus Vdb Man”; Barolos, Champagnes y Rieslings varios. Sino que cuando el mismo que viste y calza (por los pies siempre), dice que será una cata especial. Es la llamada selvática más salvaje y primigenia la que nos reclama, como esos cánticos de la Calíope y Musa que nos hechizan por curiosones y golismeros.


Con las puertas del infierno abiertas ya a las ocho y cuarto tocadas, y esa noche que se nos engulle con las luces del carro perdiéndose entre sincrotrones desvalidos y autostopistas de dudosa reputación. Y como si un mitómano George A. Romero empujase a practicantes adictos al footing a perseguirme cual almas que lleva dios, tras la estela de mi coche. Por aquellas circunvalaciones que cada dos jueves me llevan al municipio colindante; Modo flipao On. En fin que no hay intriga que no genere pajas mentales cuando suena en la cafetera el último disco de Comet Gain; Amilanado, plácido y reconciliante.
Y es que lo siento, pero no hay cata y trayecto de ida y vuelta que no genere el deseo de escuchar una banda sonora y el poder asociativo para con la cata. Lo inicié el pasado Domingo (el disco), cuando fui a hacerme la segunda resonancia de mi rodilla. Y cuatro días más tarde lo acabo de consumar de vuelta a casa, con el vapor del alcohol flotando todavía en mis ojos y relamiéndome lo licoroso del GRAND FASSIAN; la segunda botella que pruebo en mi vida, y la confirmación del idilio.
Últimamente apenas si cojo el coche, salvo mis escapadas para liberar presión en un concierto, o de camino hacia las catas. Escasos minutos que sin embargo me encantan: Escoger una música al azar, y regresar de vuelta mientras las sensaciones aun presentes se mezclan concordantes con esos discos que vuelves a descubrir, gracias a la magia del momento. Y que el disco por cierto, acabe siendo también una auténtica delicia.


Suena hacia el final, conforme me acerco a casa “Confessions of a Daydream”. Una de esas canciones; la más larga y diferente del último y más Poppi de los discos de Comet Again. La más rematadamente Velvetiana, sinuosa y sin embargo como un pase largo de BÜRKLIN-WOLF: pase al hueco en el área, remate, y gol. Una especie de vigilia, sueño despierto, que al cabo del rato todavía mantiene la tensión entre la acidez y la golosería de los GRANDES Riesling Alemanes (Nahe, Mosel, Pfalz).
De vinos Alemanes creo que ya he escrito en otra ocasión. Más que por experiencia, que la mía es bastante escasa y limitada, por una simple transmisión testimonial. La que Carlos activó con un simple gesto - ¿gustas? Esas primeras botellas que encargué tiempo más tarde de probar un primer Geltz-Zilliken Saarburger. Ese primer pulso con los Dönnhoff Tonschieffer, los Emrich Scönleber en sus tres vertientes más económicas, y el ascenso a los cielos en brazos del divino Grand Fassian del 97.
Esos primeros y clarividentes encuentros, si de algo me sirvieron, fue para certificar y evidenciar que es muy posible que te enamores de los Riesling a primera vista; puro flechazo vamos. Que tras semejante primera cita y con el corazón todavía palpitante y resquebrajado, intentes tener otra cita. Que no obtengas respuesta, y tras mover cielo y tierra, admitas que por muchas botellas de Riesling Alemán que veas a precios tentadores y no tanto: Kerpen, Barzen, Dr. Lossen, básicos de 10/12Euros, y lindezas varias que puedas encontrar en alguna gran superficie. Incluso si te da por buscar aquellas sensaciones en Alsacianos o en nuestro territorio. Te desengañes y jamás vuelvas a tener oportunidad de revivir ese momento; entre sollozos y suspiros.


Es cierto que aunque de forma limitada y on line, se puedan adquirir algunos Rieslig de productores de confianza como Kühling-Gillot, Dönnhoff... etc. Sabes a ciencia cierta que como en todo o casi todo, hay dos mundos paralelos que se rozan y casi se tocan pero que no son iguales. Te puedes conformar y resignar, no digo que no, pero sabes que son inalcanzables y aun así, imposible de eludir la tentación y no caer en ella.
Pues bien, la especialidad a la que se refería Mr. Vadebacus Vdb Man era esa. Y me consta que con el cariño con el que guarda en sus dos vinotecas de 100 bot. cada una, lo infructuoso de conseguir además esas que por excelencia y contactos son imposibles de ver mas que veces contadas en la vida. Y la inversión medida y cuidadosa que tiene por buen gusto y exigencia.
El echo de que tenga el detallazo y generosidad de compartir con los cómplices que allí bajamos, obedece; y esto lo suscribo y confirmo por semejanza. Que no hay mejor forma de disfrutar de lo que a uno le gusta, que expandiendo, contagiando y compartiendo con los demás, eso que a uno le llena.



Los que por aquí me leen desde que decidiera hace cinco años escribir mi primera entrada sobre otra de mis pasiones, el vino. Sabrán que en mi torpeza, curiosidad y aprendizaje suponía una especie de prueba escribir sobre algo que aunque me gusta y llevo años disfrutando de el; como la música, o sea lo que sea. Considero que es imposible no reescribir esos primeros años cuando vuelves la vista atrás.
Todo cambia, pero más cambiamos nosotros a lo largo de los años en la percepción de las cosas y la opinión que nos merecen. Y no se trata simplemente de perder de vista la intención que aun conservo y tengo por indispensable: La de saber aprender a disfrutar tanto de lo básico como de lo excelente.


DÖNNHOFF HERMANNSHÖHLE GG del 2007


En este caso no hay baremo posible ni posibilidad de comparar. Sabíamos que esos tres vinos tardaríamos en volver a tener la oportunidad de medirlos, por más que pareciese un agravio comparativo; incomparables entre si.
Un primer DÖNNHOFF HERMANNSHÖHLE GG del 2007. O lo que vendría a ser un Grand Cru o un Pago excepcional, dentro de las complicadas y enrevesadas categorías en que se dividen y subdividen los Riesling de Nahe. Y con ese recuerdo pasado grabado a buril sobre el hipotálamo todavía presente de aquellos Tonschiefer del 2010: Blancos impúberes para un bebedor más impúber todavía, juventud desatada para vinos aun por domar... y al cabo del año, encontrarte con el padre y tener que rendir cuentas. Un semental con siete años de botella; los correctos para consumirlo sin morir en el intento. Y comprobar un cuerpo fibrado y estilizado sin perder de vista la increíble mala hostia que gastan los Dönnhoff en su más alta expresión:
Vinos como el Dönnhoff que demandan paciencia más que nadie, podrías estarte horas encantado mirando su color infusionado; pocos vinos con ese color tan sugerente como el de los buenos Riesling. Te acercas con timidez, agitas, olfateas... Flores blancas secas, madera húmeda, bajel, puerto y trasiego. Te lames el antebrazo y notas la sal del mar en la piel. El perfume sugiere, ¿dulzor quizás? Vuelves a agitar, desaparece el volátil y por fin ahí los hidrocarburos (gasolina, gases subterráneos, grisú). Pero esta vez al estallar en deflagración con esos años que da la botella, se dan más evidentes los albaricoques, la cáscara de mandarina de cítricos, verdor a hinojo, algo de mantequilla... la untuosidad.
En boca la acidez característica de los vinos de Hermann cobra todo el sentido, sin ella sería vinos pesados y empalagosos. Sin embargo estos Riesling son vigorosos y resueltos, te empujan a beber más. Su incipiente acidez se agarra a las foliáceas y te hace salivar, es allí donde se descubre el mineral, la pizarra gris de su cuna. Notas la terrosidad que te deja a lo largo de la lengua y de repente, entra en perfecta armonía con la untuosidad del paso por boca. Es como un vals, como ver al endiablado Wolfgang Amadeus componer hiperactivamente; recital, público en pie y ovación final.




DR BÜRKLIN-WOLF FORSTER PECHSTEIN 'R' AUSLESE DE 1990 (PFALZ)


Dicen aquellos pocos que fueron testigos y sobrevivieron a aquellas añoradas jornadas de Vinalia, con Michael Wöhr al frente y bien escoltado por los paladines P. Roca & Lluis Pablo. Que una vez se cae por el vórtice que te arrastra hasta las tripas de Pfalz (Pechstein y Kirchenstück más concretamente), difícilmente vuelves a ser el mismo. Es mentarles Bürklin, y de inmediato les invade la melancolía, les brillan los ojos; balbucean algo aunque no se les acaba de entender. Y al fin, una sola lágrima se precipita por su párpado inferior (el izquierdo en concreto).
La situación privilegiada de los pagos de esta bodega, confieren una personalidad única a sus elixires: El basalto de origen volcánico, la situación e inclinación de sus parcelas, la edad de la viñas que allí cohabitan... En fin, una serie de particularidades que hacen de Bürklin algo especial, y de este Riesling en concreto un inigualable hallazgo. Con 24 años a cuestas, que se dice pronto. La particularidad de ser una añada que resultó de una especie de milagroso descubrimiento, perdido en el fondo de una bodega, olvidado y aquí, en extinción total. No perdáis el tiempo en buscarlo porque Golum lo lleva haciendo décadas, vamos, como el anillo del poder; el que lo posea se puede dar por afortunado.

Con ese brillante color amielado de irisación verdosa que te ciega e hipnotiza. Explosivo en nariz, y aquí no hay cerrajón ni hermetismo que valga. El Bürklin es todo amabilidad, mucho más accesible y generoso de sensaciones en un primer contacto que los Dönnhoff. Los años que le han dado la botella y ese reposo en el tiempo parece que exploten al liberarlo de su encierro: Fragancia herbácea, que se mezclan con el basalto y en segundo plano los Orejones que te azotan.
Al cabo del rato según se va abriendo emerge la fruta, las notas minerales pasan a quedar detrás, ahora es más claramente Albaricoque, melocotones paraguayos.
Se pueden ordenar por capas o estratos la forma con la que se combinan las sensaciones: Ahora son hierbas aromáticas, eucalipto, Marialuisa, tisana, plátano. El ataque en boca refrescante con el eucalipto y melocotón ya maduro más perceptible. Untuoso y glicérico pero en realidad es un vino seco, por más que queramos buscar la dulzura que da ese paso tan sedoso.

Este tipo de Rieslings tienen esa particular personalidad que les da su baja graduación, pero en realidad no son vinos estrictamente dulces. Lo parecen pero no, son de echo como dice Carlos, apetecibles, deliciosos y reconstituyentes. Y lo verdaderamente milagroso es que pese a que son complejos por la multitud de sensaciones, a veces desconcertantes, por esa intriga que siempre dejan al final del paladar en su longitud. Todas ellas te llevan a la misma conclusión: Son terriblemente adictivos, y siempre dejan una duda final que despejar. La de que hay algo indescifrable en ellos, y que nunca te ha hecho sentir cualquier blanco que hallas probado.



GRANS-FASSIAN APOTHEKE AUSLESSE 1998


Para el final y en una conclusión de argumentos que se definen en este magnánimo vino, el GRANS-FASSIAN. La celebración no tuvo más narices que desembocar en aquel que debería ser de obligada toma, por prescripción médica, EL VINO. La que aporta esta rara avis de los vinos generosos; en realidad, una especie de híbrido de los vinos dulces.
Por lógica plausible y en una escala natural, la que da el orden de cata por diferencias entre ellos. Para poder apreciar el potencial de estos vinos con años de botella, en el momento óptimo de consumo, debidamente decantados y con sus 12 o más horas de apertura. Y claro, con las indicaciones precisas del homenajeado. Quien pese a poder darse por licenciado en los misterios de los Riesling Alemanes por horas de rodaje. Sigue dejándose sorprender, y trasmitiendo esa misma pasión de quien demuestra que no hay tope en el aprendizaje: Se hace al absorber, sintetizar, compartir... y vuelta a empezar; al menos yo lo veo así.


Fue como una especie de reencuentro. Había pasado un año más o menos desde aquella primera cita, y se me antojaba una eternidad; y supongo que huelga decir quien me lo recomendó, e intercedió para que nos conociésemos. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por su contagiosa y pasional forma de visualizar las peculiaridades de los vinos. Y ese otro aspecto más arriesgado de uniformidad que se necesita para escarbar y entenderlos. Pero halagos y flores al margen, vayamos al vino en concreto; que si tanto me ha costado escribir sobre las catas, es porque conozco mi incontinencia verbal.
Que contar sobre Grans-Fassian que no pudiese contar en esa primera entrada, ¿que lo he encontrado distinto?
Lo cierto es que repasando el historial creo que al final no le dediqué unas líneas. Pero vaya que aquí estamos para resarcirnos de semejante extravío. Imposible entender su jerarquía dentro de la exquisitez de los vinos que actúan como colofón, redoble de tambores y triple salto mortal. De color luminiscente y prometedor como aquel El DORADO de el Muisca: prometido y deseado, hacedor de locuras incomprensibles y de comportamientos irracionales. Como el amor que te atraviesa con daga el corazón, y al que no te puedes resistir echando mano al raciocinio.

Descorchado y decantado durante todo un día para que se expanda, retoce y se desperece de tan largo sueño. Todavía es capaz de perfumar toda una estancia con la fragancia a ceras, miel y farmacopea que posee.
Impresionante en nariz con ese toque sutil a ahumado que queda atrás cuando los que cobran el protagonismo son los higos, la miel licuada, los hervidos... Grans Fassian es un vino imponente para nada empalagoso; que es una de las grandes virtudes de los Rielsing dulces (Auslesse). La entrada en boca difiere sensiblemente de lo que uno puede esperar por color y nariz ¿quizás un típico vino dulce para aperitivo y ya está? ¿imposible de maridar por su exceso de azúcar 93 gr/l? Y tantas y tantas ideas que nos pueden asaltar en ese momento. No, y digo no en voz alta, subrayado y en mayúsculas.
Grans Fassian del 98 es bestial en boca; quizás me atrevería a decir que más complejo y expresivo que el 97 que probé. Sedoso y licoroso, de entrada aterciopelada pero en consonancia con su acidez, que la hay cuando cae en cascada. Equilibrio perfecto de acidez y azúcar (totalmente natural en estos vinos y moldeable con el paso de los años). Es esa su verdadera magia, la sensación de que aciertas con las evocaciones (olores, sabores, recuerdos), pero siempre con una incógnita que te descoloca, noquea y aturde. Quizás esa amplitud enorme que llena el alma, boca y paladar, tiene una longitud de corredor de fondo alucinante; de echo llegas a casa tarareando la canción y relamiéndote.
Con toda esa licorosidad tan rica y ligeramente yogurosa sería impensable imaginar ahí el mineral, pero lo está. No pierde identidad pese a ser un vino dulce y excepcional. Al cabo del rato unos ligeros toques oxidativos muy tenues, aparecen en el retrogusto, las pasas, la pastelería, las flores blancas siempre secas, las cáscaras de limón que olvidaste en el cajón de tu escritorio... va mutando, se cantonea, y se pueden apreciar claramente esas capas de las que hablamos. En efecto, los grandes Riesling tienen eso, se multiplican en perfumes y paladares como los Gremlins. Igual de juguetones y malvados sí, pero donde va a parar, mucho mucho más seductores y peligrosos.

Grübe!! 
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