domingo, 28 de febrero de 2016

YO, ÉL Y RAQUEL/2015_ AQUELLAS TEMPESTADES QUE NOS HICIERON ¿ADULTOS?




Año 2015
Director: Alfonso Gómez-Rejón
Duración: 105 minutos
Nacionalidad: EEUU
Guión: Jesse Andrews (basada en su novela)
Música: Brian Eno y Nico Muhly
Fotografía: Chung-hoon Chung
Género: Tragicomedia
Reparto: Thomas Mann, Olivia Cooke, R J Cyler, Nick Offerman, Connie Britton, Molly Shannon, Jon Bernthal, Katherine C. Hugues, Matt Benett....


Que enero/febrero más difícil amigos!! Ya sabéis lo típico que es del sufrido juntaletras: trasladaros sus penurias y buscar mil motivos para justificar la semana larga sin ducharse, la barba enredada y la dejadez más absoluta. Ese cumplir con no sabes quien, con el vacío y el remordimiento de conciencia por no publicar (cuando en teoría toca). Un asco vamos.
La otra opción claro, está en refirmase con eso de: publico cuando me sale de los entrecejos; que esto es mu trascendental e íntimo!!

La cosa es que después de andar vagando como el que sale a comprar y pierde la lista de la compra. Sí, la lista, e incluso la intención de hacerlo verdaderamente. O simplemente que la verdadera razón para salir es que a uno le de el aire sin destino alguno, y no parecer que es un atracador esquizofrénico a ojos de la gente.
Por fin he encontrado ese momento de esbarjo e introspección para repanchingarme en el sofá y ver cine; que ya tocaba. Esos Domingos en los que se suele/intenta aprovechar minuto a minuto el último suspiro del finde: madrugar e ir al gym... no, mejor!! dormir y montarse un vermuth del copón al sol... ay!! bueno... hacer la comida tarde porque sí, y acabar viendo una peli mientras se pone el sol y nos dejamos ir. En fin, supongo cual es la opción final, la previsible, la cantada y la que hasta tu mismo sabías: Ver una película con el pijama de la mañana, la llave echada de anoche y llorar como un magdaleno en pos de los mortificadores Lunes, mientras la lluvia disuelve cualquier atisbo brillantez.


Eso sí, siempre te quedará ese fragante recuerdo si la elección ha sido buena; en este caso así lo ha sido.
Se agradece acertar con el cine, teniendo en cuenta la cantidad de placebos que corren por la cartelera. Pero la vida es así: como una pista americana o una gymkana en la que cada cual debe buscar su “qué”. No esperéis a que os lo pongan en la bandeja del escritorio peladito y troceado. Nuestro sino y de alguna manera, la gracia de vivir, es buscarse cada uno su propia decoración existencial. Esa especie de planetario muy muy personal que casi nadie entiende, y que cuelga del techo de tu habitación como una pequeña galaxia en movimiento; queda chulo ¿verdad?

Alfonso-Gómez Rejón -un director novel venido de las series televisivas y algún pequeño escarceo en el cine- ha tenido el gran acierto de vestir una típica tragicomedia adolescente alternativa, como una historia preciosa e imaginativa.
Y no importa que de por medio tengamos una enfermedad terminal; con lo que suele condicionarme eso a la hora de inclinarme por una peli. No me malinterpretéis, no son prejuicios o desconfianza por esas fórmulas fáciles a la hora de salpimentar una tragicomedia romántica: Amor a raudales, relaciones difíciles y la muerte ahí, siempre omnipresente. Pero que queréis que os diga, me condiciona y me vuelve asquerosamente exigente y poco condescendiente; viejo que se hace uno.

Greg es el protagonista de esta historia: Un adolescente de instituto taciturno y pudorosamente rebelde, que se ve empujado por su madre a entablar amistad con Raquel. Una compañera de clase ignorada por ese desdén que los bichos raros con los que tanto nos identificamos, tenemos por la gente teóricamente “normal”.
De esta especie de relación entre lo compasivo, moral y cortés, nace algo que normalmente suele estar por encima de clichés, y esos prejuicios que nos hacen medir nuestras relaciones; LA AMISTAD. Sí amigos, ese ente inmaterial que da al traste con toda esa serie de tonterías que tenemos los seres humanos cuando nos queremos rodear de lo que nos conviene: ni el amor, ni los ideales, ni esa imagen que nos hacemos de los demás... La AMISTAD por encima de todo.

Y lo cierto es que en los primeros compases. El cinismo del protagonista y toda esa serie de clichés, nos puede hacer pensar que estamos ante esa típica película premiada en Sundance. Que hace que lo alternativo sulfure, por ese tópico narrativo casi siempre adolescente en lo que concierne a la vida, las relaciones y la realidad algo convexa de los sucesos. Solo que Alfonso Gómez-Rejón esta vez, sí sabe exponer los defectos y corregirlos con una aplastante realidad teñida de magia.
Su manera de estructurar una historia adolescente bastante voluble de antemano. Y como moldea a lo largo del metraje, la sibilina metamorfosis que cambian al protagonista, al amigo y a la compañera. Nos acaban regalando un final bello con moraleja incluida, no falto de cierta épica y emotividad lacrimógena.

Resulta que la enfermedad no es la que acaba condicionando el guión; algo que se agradece. Ni siquiera el desenlace más o menos previsible tiene cierta relevancia. Tampoco esa manera cómica y frívola de definir a los personajes, o la ligereza con la que se cuenta la historia.
Lo verdaderamente plausible de esta película, es como se plantean una serie de realidades a menudo crueles y terribles. Y que es lo que queda en la superficie al final; satisfacción. Ese acierto del que hablaba al principio y que al final define una película sea cual sea el género: Saber dar equilibrio, divertimento y credibilidad, y conseguir que lo trágico, lo cómico y los que se ven involucrados en esta puesta en escena, queden salomónicamente al mismo nivel de brillantez interpretativa.
Más aun cuando se exponen términos tan complejos como la amistad, el amor y el drama. Y el resultado son sonrisas y lágrimas, sin tropezar con los errores típicos de estas películas. Lp dicho, una sobremesa de domingo confortable de buen cine, sencillo y emotivo.

domingo, 21 de febrero de 2016

FARGO, LA SERIE, Y DOS.




Decía Morrissey en “The Last of the Famous Internacional Playboys” así:
I never wanted to kill
i am not naturally evil
such things I do
just to make myself
more attractive to you
have I failed
Algo como: Nunca quise matar; realmente no soy mala persona. Lo que hago tan solo es para mostrarme más atractivo ante ti.
Me parece desde tiempo, una de las mejores estrofas de su carrera en solitario. Un especie de inflexión vocal por la cual nos expone la violencia y el amor, como el reverso de la misma moneda. Una visión algo poética sobre el crimen despiadado y la violencia reinante de los 50/60; no mucha más que la que se vivía en la sociedad misma, de esos años. Y que ejerce un hipnotismo sobre la visión en la distancia del espectador, posesivo, morboso y excitante.

KRAY TWINS & MOTHER
Dos aspectos aparentemente opuestos, pero estrechamente ligados desde tiempos inmemoriales que se cogen de la mano aun a regañadientes. Y que desde luego, alcanza su grado más expresivo en la tarantinesca segunda temporada de esta fascinante serie.
Una precuela de su primera sesión, donde Noah Hawley nos vuelve a poner sobre la pista de la magna obra de los Hnos. Coen. Quienes supieron como nadie, concentrar ese visión protagonista del paria, como digno merecedor de una oda: Atontaos, inocentes lugareños, la inocencia como máxime, ingenuos y soñadores, brutos y salvajes, matones de barrio, tiranos paternales, buenas personas vestidas de heroicos justicieros, deformados, tullidos y el Sr. Murphy haciendo de su ley, la espada de Democles.


Sería muy simplista decir que la serie en cuestión; producida por los mismos Coen. Es un acto de pura egolatría, o un homenaje a ese universo personal que se concentra prácticamente en su filmografía del 1985 al 2000; la más imaginaria y talentosa. Pero no, la oscarizada película llevada a la pantalla chica, tiene mucho más que eso: Una sucesión de guiños a esa filosofía, donde el amor fraternal hace de la cruel y violenta vida algo entrañable.
Pasar por el filtro televisivo uno de mis iconos cinéfilos más potentes, de entrada con rechazo y desconfianza absoluta, fue revelador. Pero tener un sobrino con el comparto fobias y filias tiene estas cosas: que a uno lo tienten con el caramelo, y la acabe viendo.

De la primera temporada, debo admitir que su nueva puesta en escena: Aparte de esos dichosos guiños donde se calcan algunos momentos memorables del film y una recreación casi exacta de los echos. Claro está, incidiendo en el entorno, los personajes y la rocambolesca situación desde un prisma y enfoque distinto; más retorcido si cabe. No encontramos, con una insólita visión en modo historia bastante rica en matices e incluso en aspectos que se habían pasado por alto en la película.
Digamos que se ha ahondado más en el concepto de hacer un thriller intenso, bizarro y paradigma del absurdo, sin que por ello parezca una comedia; que sería lo fácil. Fargo puede parecer una mofa sobre lo rural, apartado o ingenuo. Pero es un canto increíble a la sencillez que nos ocupa el día a día, las casulidades e impredicible de la raza humana: no hay épicas ni el glamour de Chicago. Hay un zoom dilapidador sobre conciencia humana, la angustia, y como lo bueno y lo malo se encuentran en el camino sin apenas discernir.
Billy Bob Thorton puede despertar simpatías y cariño; pero es un hijoputa despiadado. Marin Freeman empatía y algo de piedad, pero acaba siendo un cabroncete vanidoso. Y Allison Tollman la perfecta Frances McDormand con corazón de muffin, tierno y mullido.

Dicho esto y teniendo en cuenta lo bien llevado que está el guión. Ni que pensar tiene, lo que llegaría a dar de si la idea original, en desarrollo e imaginativa recomposición de los echos. Alguno se preguntará - ¿era necesario hacer una segunda temporada?- vamos, que era una simple película.
Puesssssí!! no solo necesaria, obligatoria, medicinal y agitadora sin más. O sea, que al margen de cualquier pega que uno le pueda poner. La segunda temporada de Fargo es puro entretenimiento, con un plus de muy buena dirección, narrativa y fotografía. Todo un lujo para exprimir la alta definición de la tele.

Verdad es que el trazado de la historia y el guión flaquea en lo que respecta a la original, o la primera temporada: con mucha más sustancia -no lo iba a ser, tratándose de una reconstrucción- pero lo suple con una , magistral estética visual, paisajística, y malrollismo. Focalizada sobretodo en los personajes y en el entorno.
Patrick Wilson, Kirsten Dust, Ted Danson, Jean Smart, Jesse Plemons, o Jeffrey Donovan se prestan a ello. Y recostados sobre un fondo musical de lujo: El “Oh Well” de Fletwood Mac; pedigrí. Y no solo eso: Alix Dobkin, Bobby Womack y su increíble cover del California Dreamin', Jeannie C. Riley, Black Sabbath, Cymande, Heinz Jahr, White Denim, Jethro Tull, José Feliciano, The Dramatics, Devo, Wayne Chance, Yamasuki, Fats Domino... y un montón más. Ya no solo por la selección de dichos temas, sino por la importancia que le dan a cada escena.

Un viaje al pasado que nos vuelve a situar en la encrucijada de Kansas, Missouri y Oklahoma. Violencia que se ejecuta y sucede con un fondo de paz idílica que sacude desde dentro. Noah Hawley recalca inteligentemente esta pequeña obsesión que perseguía a los hermanos Coen desde sangre fácil: La violencia no solo como un echo tangible, sino como estado latente que rompe resquebrajando esa dualidad entre lo fiero y tierno.
Como un cuadro colgado en el lecho del salón. El mundo parece devorase igual que Saturno lo hacía con su hijo, mientras los dramas ajenos se descomponen en un degradado atardecer. La visión de unos echos que rozan lo estrambótico y salvaje, contrastan con una cotidianidad de absoluta normalidad. Es como un retrato en realidad, de nuestros días: el caos y las penurias anónimas de los espectadores indefensos.

La trama esta vez de Fargo, nos muestra el poder patriarcal de una familia podrida y su lucha de poderes. Tras el inesperado ictus que afecta al cabeza de familia, y un triple asesinato que conmueve a un pequeño pueblo de Missouri. Desde un punto de vista, eso sí, indolente y derrotado. Espontáneos que aparecen escena con cierta altivez, exigiendo cetro y aplausos. Perdedores también, que buscan su plano entre una jauría y la condición humana como eje transversal. 
Sí, en el fondo lo que los hermanos Coen han hecho durante toda su carrera, es escarbar en la condición vanidosa, cruel, egoísta y contrapuesta entre lo bueno y lo malo, del género humano. Y amigos, ahí en realidad y al margen de géneros, hay mucho donde prospectar.
Todo parece suceder en escenarios paralelos, pero con un vínculo poderoso. Y la velocidad con la que desarrollan los echos que aturde a instantes al espectador, tiene eso que se le exige a una serie televisiva: pura adicción por ver hacia donde nos conducen los protagonistas, sin pensar siquiera las consecuencias.
De echo, aunque la serie negra de fondo nevado hasta los tuétanos. Tiene tanto de humor negro, como de aquel cine en blanco y negro que nos crió en los 80 con los ciclos de la segunda.

Desconcertante por el giro que toman las circunstancias. Suicida cuando todo parece conducir al acabóse, y de repente la nada.
La desolación en modo remanso de paz. La ternura expansiva como el suspiro largo después del relámpago. Y la paz interior que nos explota, se quiera ver como se quiera: Desde el placer del lecho familiar que todo lo puede. Desde el amor todopoderoso, o simplemente o independientemente de que sean los buenos, los que ganen ... y fueron felices y comieron perdices.

Se pueden ver del derecho o del revés, pues aun teniendo las dos un vínculo hereditario, no dejan de ser dos historias paralelas. Ahora bien, yo recomendaría verlas por orden; vale la pena. Y si eres de aquellos que sufriste los escalofrío al ver tu sancta sanctorum del cine con mayúsculas, mancillado por tragabolas televisivo. No me seas pejiguera y por una vez en la vida déjate hacer. Que no se diga que en el sexo o el amor, nunca fuiste lo suficientemente sumiso.
Lo agradecerás...

lunes, 15 de febrero de 2016

MARC ALMOND EN LA 2 DE RAZZMATAZZ y... esa otra manera de perderse en la memorabilia.




Algunos piensan que en el espacio temporal que separa la preadolescencia y la madurez. Hay un lugar tan muerto como esos mil metros que separan un municipio de otro. Donde los baches ya se han convertido con el tiempo en simas, lagunas itinerantes y grietas espacio/tiempo ilustradoras de LA NADA más absoluta.
Allí es donde conviven mudas, aquellas cosas que a veces nos avergüenzan o nos enorgullecen, según crecemos, menguamos, medimos lo moderno con lo pasado de moda, lo molón y lo petardo. Una zona muerta que se modula con los años, sin apenas darnos cuenta.
Marc Almond y Soft Cell podrían perfectamente ser uno de ellos. Junto a Yazoo, The Human League, OMD; su vertiente más comercialmente explotada. Otra suerte correrían Depeche Mode, Kraftwerk, Devo, John Foxx o Gary Numan; paradigmas de la modernidad.


De repente un día, aquello que nos parecía pasado de moda y que disfrutábamos en la intimidad, nos brota como una fuente en aspersión ¿Nos hacemos viejos, perdimos los prejuicios? ¿O es que solo fue una conspiración entre el Rock y la electrónica para dinamitar el TecnoPop?
La sencillez y funcionalidad del TecnoPop (SynthPop, electropop... etc etc). Nos devuelve -por suerte- la vigencia de una parte muy importante de la música. Y Marc Almond amigos, puede, o es, de los pocos que ha sabido aglutinar bajo los patrones del Pop Electrónico: Soul, Rock, Dance, Baladista, burlesque y teatralidad como nadie... y hasta experimentación. Sin caer en la banalidad y conservando como icónicos, gran parte de sus hits.

Entienden porqué no deberían perder más de dos segundos en someter a juicio sus preferencias? Sino, me explican si después de escuchar este tema. No se sienten tentados a recuperar su adolescencia.
Al fin y al cabo fueron junto a Yazoo y OMD, los que me hicieron tal y como soy. Sin prejuicios al escuchar tal o cual estilo. De comida como en música, cuanto más variada y enriquecedora mejor.




Hacía una eternidad que no acudía a un concierto en sábado. Por otra parte, lo necesitaba. Era mirar el cielo por la tarde volviendo de Badalona, y asomaban tras la silueta de Collserola los cielos que parecían la anunciación, en todas sus escalas posibles de grises.
Se cernían sobre toda la extensión de la gran ciudad, como las siete plagas de satanás. Tierra que quiere agua, agua que quiere tierra. Tres meses sin caer una gota y el sábado a la noche viento y lluvia nos ponía el corazón del revés como los paraguas de a euro.
Lo siento si algunos se empeñan en crearse un perfil de oyente de Marc Almond. En la sala mediana de Razzmatazz, había de lo más variopinto que uno se pueda imaginar. Y es que este currante de los escenarios, por pasión y buen humor, es incapaz de dejar indiferentes. Un radar de largo alcance devuelto a la vida tras un accidente letal, y con una capacidad de irradiar vitalidad inigualable.
ARTISTAS con mayúsculas en vida sobre el escenario quedan pocos, y Marc Almond es uno.

Lleno cómodo para escuchar sobre las tablas su último álbum “The Velvet Trail/2015”, con un puñado de temas destinados a convertirse en clásicos. Y para que engañar, un repertorio que destaca sobretodo por la cantidad de hits inmortales, con los que crecimos la mayoría de los allí presentes.
Acompañado por dos coristas, el teclado de rigor, una batería de toda la vida, y el guitarra de Sigue Sigue Sputnik Neal X. Sorprendió por el dinamismo del repertorio, estructurado con inteligencia en cada una de sus vertientes: la más rockera, bailable, y la romántica; donde esconde algunos sus ases más sorprendentes. Prescindo el recalcar la energía sobre el escenario, porque todos deberíamos saber a estas altura que el de Southport seguramente sea de los pocos que vive el directo como un puro acto de felicidad y generosidad para con sus seguidores.
Veinte temas que sonaron como un ciclón, haciendo de su directo algo que sabe a poco. Sobretodo porque conforme avanza el set, su magnífica voz para los 58 años que calza, es cuando mejor se estira y modula; muchas tablas y escuela.

Así que el cierre con los bis de “Tainted Love” y la más que previsible “Say Hello, wave Goodbye”, sonaron para llorar pulmón en mano. Coreadas hasta la eternidad. De las que te revolotean dos semanas después ¿será por eso que soportan décadas, modas y vidas enteras?
Pero antes de todo eso, hubieron momentos muy muy grandes. Yo por ejemplo, me quedo con ese interludio tras unos momentos muy teatrales al compás de “Jackie”, “Champagne” y los arabescos de “Black Heart”. Probablemente porque sean estas, las culpables de verme el sábado allí: “Scar” y “Zipped Black Leather Jacket”. Dos temas sencillamente bestiales de su último disco, que en directo dan el máximo exponencial emocional de este artista: Sin apenas instrumentación, y con su voz como instrumento solista. En eso os puedo asegurar, no tiene rival, os guste más o menos.



Pero que la emoción nos conserve la vista y el criterio. Rebobinando hasta el principio, cuando sonó “Minotaur”; otra joyita que esconde su último disco. Y que por desgracia sonó por debajo de su valía, con la voz todavía un poco fría. Tardó poco en corregir ese pequeño inconveniente con “Tear Run Rings”; ese clásico del 88.
Su single de adelanto “Bad to Me”, de una ligereza Eurodisco acabó de darle impulso al inicio. Se sucedieron temas menores, pero todos sabemos porqué Marc Almond pese no haber facturado discos históricos, sigue estando ahí. Su cover de Gene Pitney en dueto es un ejemplo claro. “Something's Gotten Hold on my heart” al igual que Tainted Love, son clásicos de los que se ha encargado de inmortalizar. Con esa forma tan personal y única de aglutinar bajo el pop electrónico y cabaretero, estilos aparentemente antagónicos y ser el amo. Llegaron “Variety”, “The Dancing Marquis”, “Darker Times” hasta “Jacky”; melodrama al puro estilo Jacques Brel: Cuatro temas encadenados entre varietés, rozando el petardeo y la autoparodia a ritmo disco; que curiosamente despojó esta última, de eso precisamente #genio y figura hasta la sepultura. Pero que Marc sabe gestionar con algo que supongo muchos desconocerán todavía a día de hoy.

Marc Almond es esa especie única de artistas que con un lirismo interpretativo tan suyo, ha construido un universo inquebrantable pero siempre moldeable e inimitable. En lo plástico, es capaz de convertir lo hortera en pura magia. Llevarte a su terreno y arrastrarte como un vórtice, para hacerte comprender de que va lo suyo. Y siempre gana, sí, es así de fácil por inexplicable que resulte.

Jacky y esa otra vuelta hacia el fulgurante drama que le imprimía Jaques o Scott Walker, marcaría el punto de inflexíon de la noche. Fuera bases y dancing, Marc Almond tenía a toda la platea rendida a sus pies por mucho que la mayoría ya fuéramos predispuestos.
Champagne, Black Heart, Scar, Zipped Black Leather Jacket, Demon Lover y ríete de Pulp o cualquier banda intentando emular ese Britishdrama. La sucesión más irresistible posible en una noche redonda, para los que crean en las casualidades y supersticiones de un Viernes 13 pletórico.
Treinta y cinco años cantándonos los demonios y las luces de la vida. Y todavía sabe sobreponer a un repertorio demoledor, un último disco magistral; otra piedra preciosa que se nos escapó el pasado año a los insuficientes. Aunque eso sí, puestos a estar de antojos, se echo de menos “Pleasure's Wherever You Are” o “Earthy” de su último disco, que no sonaron.



Llovía a cántaros sobre la ciudad; las once y pico contadas. El Bar Pepe nos llenaba el estómago con un Lomo con pimientos y queso +la birra de rigor; el alma ya lo estaba desde las nueve largas. Y la noche no podía acabarse ahí, debatiendo con propios extraños las teorías de la noche:
Lo grande que es regresar sobre los pasos, para bailar y emocionarse con lo que te amamantó a los 12 años ¿se puede pedir más a un concierto? Hablando de Allison Moyet, de Andy McCluskey... Porqué nos hacemos tan viejos, la dioptrías, y tan dulcemente canallas. La madurez es hermosa y la pena, es que hay que llegar para relamerse.
El Raval y Sidecar como destino, pondrían el broche ¿Y acaso no hay mejor forma que hacerlo con el Gloria de Patti Smith y L.A Woman de los Doors? Aunque la pista esté desierta y las carcajadas de dos locas reboten en las paredes. O te figures desenlaces extraños entre los viandantes chapoteando en charcos.